Nieto de Laureano Gómez, sobrino del ex constituyente Álvaro Gómez Hurtado e hijo de su hermano el exsenador Enrique de quien heredó su nombre, el abogado y presidente del Movimiento de Salvación Nacional, Enrique Gómez Martínez no tiene pelos en la lengua a la hora de defender el pensamiento conservador y la vigencia que este tiene en Colombia. Un movimiento que está según él, más vivo que nunca.
Juan Manuel Ospina: Para empezar Enrique, por qué se le midió a revivir el Movimiento de Salvación Nacional fundado por tu tío, Álvaro Gómez. Por que te dio por hacer política.
Enrique Gómez: Si uno se sintiera cómodo haciendo política de la que hacen todos, ya tendría de oficio y formaría parte de los mercaderes de votos; estaría en el negocio político. Estaría además guardando silencio por conveniencia o hablando perfecto, midiendo las palabras según la ocasión. Yo creo que la política tiene que ser incómoda no solo para el que la hace, sino que ésta debe incomodar a muchos.
De lo que se trata es de provocar debates sobre situaciones, misiones y visiones del Estado que no se están dando, y por eso, cuando tuve la oportunidad de revivir a Salvación Nacional, lo hice bajo la convicción de que había que hacer dos cambios grandes en la política del país. Uno, el orgánico: volver a construir una organización política con buenas reglas, con buenas conductas y dos participar en el ejercicio democrático con juego limpio. Y lo hicimos con una enorme dificultado, en un entorno, como bien dices, muy degradado de la acción política
Juan Manuel Ospina: Desgastado, y la gente oye hablar de la política, de los políticos, y piensa, eso no es conmigo. No debía ser así, pero por algo está sucediendo. Las broncas no llegan gratuitamente.
EG: La praxis es lo que se ha degenerado, pero al mismo tiempo hay un vacío. Hay espacio para que se conozcan unas ideas que para mí son parte de un legado, como bien decías, de Álvaro, de mi padre en alguna medida. Hay muchos temas también de Laureano, mi abuelo, que yo no veo representadas en el espectro político. No veo a nadie comprometido con esas ideas y lo que veo es un espectro político al que le falta visión.
Hay una especie de acomodo a un rol del estado que es grandilocuente, omnipresente, expansivo. Yo creo que eso afecta la democracia. La democracia se nutre de la diversidad y por eso también sentíamos, cuando recibimos Salvación Nacional, que había que entrar a defender esas ideas.
JMO: Te sentiste con la responsabilidad de seguir con un legado personal e ideológico.
EG: Como conservador católico, apostólico y romano uno tiene que creer en la providencia. Yo no busqué esta oportunidad. El partido renace y ocurre gracias a un litigio de la familia Galán que les permitió recuperar la personería del Nuevo Liberalismo y con esta decisión jurídica, se abrió el camino.
JMO: Fue como una decisión intuito persona; viste la posibilidad de continuar una tarea inconclusa.
EG: He tenido como gran compañero a mi hijo mayor Nicolás Gómez, que es politólogo y comunicador y cree en el proyecto. Además de amigos cercanos que añoran lo mismo, hacer política de una manera distinta y añoran la discusión alrededor de unas ideas que nadie estaba defendiendo.
JMO: La política y los partidos no se puede reducir a un rol puramente instrumental. Toca repensar, tenemos que poner la política a jugar en este siglo Veintiuno. (…)
EG: La crisis de la democracia colombiana que se materializa en el gobierno de Gustavo Petro hace que la política vuelva a ser un tema de lo cotidiano. Está presente en las charlas alrededor de la mesa; la gente opina, pelea alrededor de los riesgos que hay para la democracia. Hay participación, incluso de los jóvenes.
Estábamos sumidos en un universo monocromático, una patria boba y un mensaje equivocado y es que el que piensa distinto de estas doctrinas progresistas entonces no puede hablar. Hay que quitarse el miedo a la confrontación, a enfrentarse con ideas, a pelear.
Siga la conversación con Enrique Gómez Martínez, el heredero político de la Casa Gómez, identificada con el pensamiento conservador que va en contravía a las ideas del Progresismo que defiende Gustavo Petro, que expresa sin tabúes y sin temor a ser una minoría.
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