Desde el Pacífico colombiano tenemos situaciones críticas de orden humanitario, tales como la amenaza a comunidades, el asesinato de líderes, el reclutamiento de menores, la afectación especial a las mujeres y el ataque a las autoridades locales en el enfrentamiento entre grupos armados. Al revisar este panorama, es posible retomar dos asuntos que en medio de la diversidad territorial del conflicto, se observan como factores comunes:
En primer lugar es evidente la lucha por “recursos” y por el control territorial: solo nombrando algunos enclaves, en el San Juan y el Atrato chocoano se llama oro, en Tumaco se llama coca, quizás marihuana o amapola en el Oriente y Norte del Cauca, en la frontera con Panamá o Ecuador es gasolina, contrabando o tráfico ilícito de migrantes; en todos los contextos nombrados es también indiscutible la disputa por apropiación de tierras y por corrupción en obras públicas; en ciudades intermedias y capitales del Pacífico, la violencia es asunto de circulación, apropiación y lavado de activos, de reclutamiento y cooptación de autoridades, empresas y liderazgos. Todos estos asuntos conectan el acceso y acaparamiento de recursos económicos.
En segundo lugar, la victimización que según cifras oficiales entre 1985 y julio del 2022 asciende a 9.328.449 personas, se establece especialmente contra actores civiles y autoridades locales, asunto este que incluye desplazamiento forzado equivalente a 9.189.039 personas y despojo de 37.904 familias que han sido expropiadas de sus tierras y bienes en este período. En la coyuntura actual las violencias letales se dirigen especialmente contra liderazgos sociales, mujeres, jóvenes, niños y niñas, en zonas rurales y de poblamiento étnico con propiedad colectiva de la tierra. Es importante recordar que toda esta situación termina siendo presión social migrante para las periferias de nuestras ciudades que también afrontan una crisis de la vida. Las tensiones en vastos territorios indican que el Estado no tiene hoy la capacidad efectiva de protección de la población afectada por el conflicto a menos que se ponderen y vuelvan a barajar estrategias; mientras tanto nuestros territorios lloran.
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Hoy se dan pasos con algunos agentes del conflicto que adelantan llamados y gestos humanitarios; sin embargo, es clave avanzar hacia un terreno un poco más cierto con prontitud
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¿Cómo enfrentar ese contexto, dada la coyuntura de nuevo gobierno y nuevas políticas? Muy diversas expresiones sociales e institucionales, las iglesias del Pacífico, los movimientos étnicos, organizaciones de víctimas y mujeres, entre muchos otros agentes, han venido planteando que necesitamos impulsar un escenario de todos los actores del conflicto, en el cual se concreten propósitos nacionales prioritarios: salvar vidas, proteger los territorios y generar un ambiente de diálogo, que reconociendo la diversidad de las tensiones y confrontaciones, potencie las salidas negociadas para abrazar el ideal de paz completa. Hoy se dan pasos con algunos agentes del conflicto que adelantan llamados y gestos humanitarios; sin embargo, es clave avanzar hacia un terreno un poco más cierto con prontitud.
¿Cómo hacerlo? En primer lugar es necesario poner al centro de la agenda de país, la tarea de no matarnos entre colombianos y de proteger a las comunidades más vulneradas. Este mensaje es especialmente para los actores armados de diverso tipo que hoy martirizan el país; necesitamos que depongan la animosidad y la agresividad que daña la sociedad de la que forman parte. Paralelamente se requiere involucrar a las comunidades locales y a la comunidad internacional en el ejercicio de los acuerdos humanitarios para detener la violencia; se necesita apropiar y potenciar las experiencias recientes de monitoreo y mediación en terreno, para pasar a generar garantías en una nueva experiencia de desescalar la muerte en el corto plazo. Por otro lado, es clave potenciar desde ejercicios humanitarios encadenados, las agendas de negociación del conflicto, en una perspectiva que integre escenarios nacionales y regionales, dando pequeños pasos territoriales. Se puede con paciencia, pero avanzando con ritmo…