El camino de Jorge 40 al infierno: de mamador de gallo a cuarenta años de cárcel

El camino de Jorge 40 al infierno: de mamador de gallo a cuarenta años de cárcel

Parrandero, ganadero y político, todo lo heredó de su familia vallenata, pero terminó con las AUC de Mancuso que lo convirtió en un sanguinario comandante

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febrero 03, 2022
El camino de Jorge 40 al infierno: de mamador de gallo a cuarenta años de cárcel

Doña Cecilia Pupo de Tovar no era una matrona cualquiera. Ya quisieran las muchachas de Valledupar tener los recuerdos que atesoró hasta los 86 años: en 1945 fue la primera reina de la Juventud en el carnaval de la ciudad y se dedicaba con esmero a leer y a pintar. Además, los viernes, en la casona de la carrera séptima con calle 15, hacía las tomatas y los bailes más estruendosos de la ciudad. El único nubarrón que tuvo en su vida y cuyo dolor le produjo la enfermedad del olvido con la que murió, empezó a ocurrir el 16 de noviembre de 1960.

Ese día Rodrigo, su hijo mayor, el que años después, bajo el nombre de Jorge 40, regaría de sangre buena parte del país, nació con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Estaba morado e incluso muchos dijeron que estaba muerto cuando llegó a este mundo. Sin embargo Cecilia tomó al hijo en sus brazos, le dijo algo al oído, y este abrió los ojos. Como si quisiera compensar esos momentos de muerte, no hubo un niño en Valledupar más cansón e hiperactivo que él. A los seis años nada con destreza en el Guatapurí. Parecía Acuaman. Desde entonces ese se le volvió uno de sus pasatiempos en medio del sopor perpetuo que habitaba las calles de Valledupar. Pasar la vida nadando sin importar qué tan bravo esté el Guatapurí. Ningún remolino se lo pudo tragar.

Fue en la casa familiar de la Séptima con Quince en donde el adolescente Rodrigo dio sus primeros pasos como mamador de gallo profesional. Ensartaba chistes con agujas de acero y al final de la parranda doña Cecilia ordenaba bajarle volumen al equipo de sonido para que Rodrigo hiciera su show. Fue su reemplazo natural ya que ella, antes de que su hijo irrumpiera, era la reina de la fiesta.

Sin embargo, la vida le tenía una celada. Doña Cecilia o Chechi, como le decían sus amigos, empezó a vivir tragedia tras tragedia, como si alguien le hubiera echado una maldición. Tuvo cuatro hijos y enterró a tres. Las dos mujeres, Maria Cecilia y Silvia, murieron en accidentes de tráfico. A su hijo mayor le cobraron su cercanía con su hermano y, mientras metía el auto a un montallantas un sicario lo mató de cuatro tiros. Fue el 24 de noviembre de 2009.

El destino de Rodrigo fue todavía peor. Después de liderar y ser el ideólogo del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, fue extraditado en 2008 a los Estados Unidos donde justamente fue condenado a 12 años de prisión por narcotráfico. El pasado 27 de enero el juzgado sexto de ejecución de penas de Ibagué determinó que el exjefe paramilitar deberá pagar en Colombia una pena de 480 meses, es decir 40 años, después de unir las condenas previas que ya tenía Tovar.

Antes de meterse de paraco a todos le caía bien Rodrigo, incluso era amigo de Ricardo Palmera, quien también está en una cárcel en Estados Unidos y quien se conoció en las FARC como Simón Trinidad. Ambos estudiaron en el colegio Nacional Loperena y juntos probaron por primera vez el ron en una ardiente tarde de 1965 en el Club Social de Valledupar. Ni siquiera cuando se fue a los 17 años a estudiar economía en la Jorge Tadeo Lozano dejaron de cartearse. Incluso a principios de los 70 volvieron a ser los compinches más incansables cuando Tovar Pupo se fue a estudiar a la capital con la idea de ser militar y siguiendo el camino de su papá, un oficial retirado, pero siempre fue muy mal estudiante, por eso lo votaron del Nacional Loperena y terminó en cualquier antro de segunda en Bogota.

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Su amigo Ricardo Palmera estuvo unos años más en Bogotá, pero a su regreso a Valledupar fue invitado de honor al matrimonio de Palmera con Margarita Russo. La amistad se rompió cuando este decidió irse a las Farc en 1987 y cambiarse el nombre por el de Simón Trinidad. Los dos vallenatos amigos habían tomado caminos radicalmente opuestos pero los lazos entre las dos familias permanecieron en el tiempo.

Como muchas familias pudientes vallenatas las extorsiones de las Farc desde comienzos de los años 90 los acorralaron. A Don Rodrigo Tovar, el padre de Jorge 40, lo intentaron secuestrar en 1991. La idea de empuñar armas fue rondando al mayor de los Tovar Puppo. Empezó en 1992 por facilitar armas a quienes empezaban a organizarse en la región para defenderse de la guerrilla y defender sus fincas que tiempo después se convertirían en las  Autodefensas Unidas de Colombia. En Bogotá había conocido a Salvatore Mancuso, quien lo convenció de unirse a las AUC y en 1996 dio el paso y entró a la clandestinidad con un nuevo nombre: Jorge Cuarenta, con letras y no con números, una referencia bíblica, según el escritor Alonso Sánchez Baute, a los cuarenta días que duró el diluvio y Jesús en el desierto.

El recuerdo de Rodrigo Tovar Puppo de los años 90 y su decisión de empuñar las armas para defenderse de la guerrilla de las Farc que tenía acorralados a finqueros y comerciantes que en su momento fue catalogada como valiente, aún permanece vivo en las familias vallenatas y el círculo social que se reúne en el Club Valledupar pero también en los Festivales de musicales anuales.

Jorge 40 está desde el año 2020 en la cárcel La Picaleña. Con 61 años, Tovar deberá estar por lo menos 30 años en prisión si logra que se le resten los años que estuvo en Estados Unidos pagando su pena. Rodrigo Tovar Pupo no tiene muchas posibilidades de salir vivo de prisión y todos sus recuerdos de mamador de gallo se perderán en la memoria del que fue uno de los jefes paramilitares más sanguinarios.

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