En las cuatro principales ciudades del país, Bogotá, Medellín, Cali y Barranquilla se respira un aire de cambio gracias a la llegada de sus nuevos gobernantes. Y es que Carlos Fernando Galán, Fico Gutiérrez, Alejandro Eder y Alex Char son dirigentes serios, experimentados, maduros, relativamente jóvenes, ejecutivos, pragmáticos, de centro y lejanos a extremismos ideológicos. Lo que significa que hay razones para esa esperanza.
Sin embargo, la elección de estos mandatarios es apenas el comienzo del cambio y en los cuatro años siguientes veremos si ese cambio en realidad se produce. Porque la verdad es que hay muchos factores que amenazan ese cambio y hay muchos actores a los que no les conviene que las cosas varíen.
Los primeros, los políticos tradicionales, aquellos que se nutren del clientelismo, de la corrupción, del desorden, de la debilidad de los gobiernos. En ciudades como Medellín ese cambio se facilitará gracias a que no solo tiene nuevo alcalde sino que hubo una amplia renovación del Concejo. Apenas tres de los antiguos concejales fueron reelectos. Una verdadera sanción a la clase política.
En Cali la situación fue diferente. La elección de Alejandro Eder no estuvo acompañada de una auténtica renovación del Concejo. Los cómplices del desastroso gobierno de Jorge Iván Ospina, como Fabio Arroyave y Carlos Pinilla Malo, fueron, en su mayoría, reelegidos. Y lo que es aún peor, el nefasto exgobernador Juan Carlos Abadía, quien tiene un pie en la cárcel por su vinculación al caso del cartel de la Toga, tiene no una sino dos cuotas en ese nuevo cabildo.
El Concejo caleño hace tiempo dejó de cumplir la función que le asigna la Constitución, aprobar o denegar las iniciativas del alcalde, de acuerdo con la conveniencia de la ciudad, y de ejercer el control político al gobernante. Desde hace años es un órgano que solo vela por los intereses de sus integrantes y cuya mayor misión es garantizar su reelección indefinida. Y lo peor es que este Concejo llega muy mal acostumbrado porque Jorge Iván Ospina le satisfizo ampliamente su insaciable apetito.
Arroyave y Pinilla, que son veteranos en el Cabildo y saben cómo ha venido operando esta corporación ya deben estar armando una coalición para ofrecerle su ‘colaboración’ a Eder. Colaboración condicionada a que el alcalde les mantenga sus privilegios y, de ser posible, se los aumente.
Arroyave y Pinilla, veteranos en el Cabildo, ya deben estar armando una coalición para ofrecerle su ‘colaboración’ a Eder. Condicionada a que les mantenga sus privilegios y, de ser posible, se los aumente.
El principal de esos privilegios es la cuota de PSE que tienen en el gobierno. Esos PSE son contratistas que trabajan en la administración (algunos concejales tienen hasta mil ‘amigos’ colocados en las diferentes dependencias de la Administración). Esa cuota de PSE es clave para que los concejales se hagan reelegir indefinidamente. El que tiene mil PSE, por ejemplo, tiene garantizada una base de cuatro mil votos, los de los PSE más los de sus familias. Además, a cada contratista le fijan una cuota de votos que debe conseguir si quiere mantener su ‘coloca’. Muchos PSE tienen contratos a cuatro meses, para evitar que se ’tuerzan’. El que muestre el más mínimo síntoma de independencia se queda sin chanfa.
La labor de los concejales no es salir a convencer a nadie para que vote por ellos sino simplemente garantizar que les respeten su cuota de PSE.
Los beneficios que reciben los concejales dependen de la ambición y de la ‘generosidad’ del mandatario de turno. Los más decentes les mantienen los PSE. Pero tipos como Jorge Iván Ospina van mucho más allá y les dan participación en las obras que hacen en la ciudad. Mejor dicho, cada concejal tiene su contratista y por cada obra que haga reciben su tajada del contrato.
Lo primero que tiene que hacer Alejandro Eder es acabar con ese sistema corrupto que ha venido gobernando a Cali. Para transformar la forma en que se hace la política en esta ciudad hay que acabar con esa vagabundería de los PSE, empleados estatales que no trabajan para la ciudadanía sino para sus jefes políticos. Sin esa base de votantes tipos como Arroyave y Pinilla son incapaces de hacerse reelegir porque tiene que salir a pelearse los votos a las calles, algo de lo que no saben ni quieren saber.
Entiendo que no es tarea fácil porque no satisfacer los apetitos del Concejo implica que este boicotee las iniciativas el Gobernante. Y que elija un Personero y un Contralor que se dedique a ‘empapelar’ al alcalde y sus funcionarios. Pero hay que pagar ese costo.
Para comenzar, Eder debe llevar la corrupción a sus justas proporciones, como diría el expresidente Turbay, y limitar el número al mínimo posible el número de PSE de cada concejal. E ir desmontando ese sistema a lo largo de los próximos cuatro años.
Eder tiene que acudir al apoyo ciudadano y denunciar públicamente a los concejales que pretenden extorsionarlo. Y si los concejales lo amenazan con bloquearlo, Eder debe amenazarlos con desenmascararlos.
Si Alejandro Eder logra acabar con ese carrusel de contratistas, dentro de cuatro años Cali no solo tendrá un nuevo gobernante sino un Concejo independiente y con reales intenciones de trabajar por la ciudad. Así no haga nada más, el Alcalde Eder pasará a la historia como el hombre que le puso el ‘tatequieto’ a esa clase política que es la real responsable de la postración en la que se en encuentra Cali.
