“En cierta medida la corrupción es un asunto cultural y lo peor que le puede pasar a una sociedad es acostumbrarse a ella”.
Fernando Savater
Al ver a la despreciable figura del alfil del régimen petrista Armando Benedetti asumir un cargo en el que se va a ganar una millonada, pagada con los impuestos arrebatados groseramente a los ciudadanos colombianos, no queda más remedio que seguir afirmando que este “cambio” fue tan solo un acelerado retroceso en lo que se refiere a los aspectos sociales, culturales, políticos, económicos y morales de este “paraíso” del realismo mágico, ¿o trágico?, llamado Colombia.
Por otra parte, el tener a ese señor asesorando a Petro solo nos deja claro algo y es que su proceso como consultor no será para buscar alternativas que permitan, paradójicamente, sacar a Colombia de este hueco en el que ellos mismos la están hundiendo, sino que viene a preparar la estrategia política para dar continuidad a este proceso de “cambio” que no ha sido más que la prolongación de un sistema estatal mastodóntico e incompetente y de corrupción justificada con la frase infalible de los bodegueros progresistas, aquella de “es que los otros también lo hacían” y que repiten cual mantra infalible los bodegueros pagados en esa oscura estrategia propagandística descubierta gracias al infame video del otro arrodillado del régimen petrista Gustavo Bolívar.
Cuando la campaña presidencial de Petro inició, fuera de tiempos y llena de, al parecer, dineros ilícitos, se vendió con una idea que siempre ha existido en el estratagema político mundial y es que todos los que aspiran llegar al poder es porque representan “el cambio”, eran el cambio en Venezuela a finales de 1998, de las garras de Chávez, fueron el cambio en Cuba donde hace más de 60 años ha reinado la miseria y la dictadura, eran el cambio en Rusia en 1917 cuando agitaban las banderas rojas de la izquierda hasta el colapso de su ideario socialista en 1991 y eran “el cambio” propuesto por Pol Pot y sus Khmers Rouges en Camboya que generó uno de los genocidios más brutales del siglo XX al querer crear “el hombre nuevo” que tanto promueven los cultores del zurdismo mundial; en fin que estos “cambios” siempre han sido orientados hacia lo execrable y no hacía una mejora en la calidad de vida de los individuos de una sociedad y, por supuesto, jamás orientados en el respeto de los principios libertarios de la Libertad, la Vida y la Propiedad.
En fin, que esa amalgama de aliados de la izquierda colombiana llamada Pacto Histérico, ese batiburrillo ideológico en que ha mutado el zurderío vernáculo no fue más que la continuidad en el poder de ciertos actorzuelos políticos de camaleónica actitud como Benedetti y Barreras o de un grupo de resentidos sociales que tienen un odio visceral por la sociedad, algunos como cierta representante a la cámara que desea ver el mundo arder pues considera a todos los colombianos contrarios a ella responsables del asesinato de su padre o de una rencorosa mujer que aun piensa que su pigmentación cutánea le da derecho de disfrutar ahora de groseros privilegios que no hubiera podido obtener por su esfuerzo y méritos propios.
Hemos visto desfilar en ese “cambio” a seres incompetentes que no tienen el conocimiento o la capacidad administrativa para dirigir instancias gubernamentales que requieren de preparación, experiencia e, incluso, simple sentido común. Muchos, además, nos restriegan su intimidad tratando de imponer sus deseos sexuales y caprichos a través de propuestas que pretenden hundir a los niños, niñas y jóvenes en una oscura agenda globalista que impulsan por decretos de dudosa rigurosidad científica o resoluciones bastante perversas.
Escuchamos a representantes en el congreso que abominan del estudio y el trabajo, vemos como nuestra patria se hunde en la dependencia energética de otras naciones, observamos como se destruye la posibilidad de salir de este marasmo infinito que nos sigue condenando al subdesarrollo, se rinde culto al delincuente y se desprecia al honesto, se permite avanzar a la “cultura” de la droga y la adicción dejando de lado los hábitos saludables como el deporte o el impulso de una agenda cultural en la que la creación sea estéticamente motivadora e intelectualmente retadora.
No vivimos en un “cambio” positivo sino, en resumen, en un proceso de destrucción progresiva de lo que son las esperanzas de perfeccionamiento, de crecimiento económico, de desarrollo académico positivo y de un verdadero impulso de Colombia como un referente de desarrollo.
Será entonces Argentina de la mano de un libertario como Javier Milei la que demuestre que, si se puede gobernar con sensatez en el aspecto económico, social y moral siendo firme y respetuoso con un ideal real de respeto a la Libertad, a la Vida y a la Propiedad, demostrando que, si existen cambios que permiten a las naciones evolucionar y no, desafortunadamente, involucionar como lo están haciendo Colombia y varias naciones de nuestra sufrida Hispanoamérica.