El “cambio” es la más vieja y recurrente de las palabras usadas en temas electorales, marketing comercial o político.
Muchos oradores y candidatos a diferentes aspiraciones la han usado como caballito de batalla dentro de sus discursos, campañas de mercadeo o programas de gobierno.
La usan porque saben que muy adentro del ser humano siempre está buscando eso, un cambio. Entre otras cosas, es una palabra muy subjetiva, porque el cambio que deseo, pueda que no sea el mismo que otro desea.
Aunque la palabra “cambio” en sí misma no tiene ningún poder, ni certifica o garantiza lo bueno o lo malo de lo que se ofrece, los estrategas la ven como una fuerte opción para lograr sus fines, porque al final es el individuo que oye, quien sabe y magnifica ese cambio, lo cual se convierte en un motor propulsor.
Vicente Fox de México, Barack Obama en Estados Unidos, El partido político español Podemos, entre otros, han sido algunos de los que han usado la palabra “cambio” en sus campañas, aunque al final no llenaron las expectativas de sus votantes.
Recientemente Guillermo Lasso llegó al poder en Ecuador usando el mismo eslogan del cambio.
Quienes desarrollan las campañas de marketing, antes de hacer uso de sus eslogan, palabras asertivas o persuasivas, indagan entre su público objetivo cual es camino que se debe tomar para encausar la campaña y conquistar el mercado.
Al final de cuenta es el público, el cliente o paciente el que deja ver sus quejas, gustos o inquietudes.
Muchas veces estos estudios arrojan datos que obligan a los profesionales del marketing a crear las condiciones que se necesitan para ejecutar sus planes, aunque no debería suceder así, es aquí donde algunos recurren a campañas de desprestigio o en contra de lo existente para que pueda fructificar lo que ellos quieren introducir.
En el caso de la palabra “Cambio”, aplicada en el ámbito político colombiano, quienes la usan deben crear en el imaginario de la gente, que las cosas están mal o que van por mal camino, que los dirigentes son incompetentes y que nada bueno puede salir del gobierno de turno o de políticos similares.
Frases como “los mismos de siempre”, “la política tradicional”, “los que siempre han gobernado”, son las que aplican sobre sus contrincantes para despejar el camino y quedar solos en la contienda electoral, y aunque ellos mismos, formen parte de eso que llaman “lo mismo”, sorprende que las personas no alcanzan a ver esa realidad, como si se tratase de un embrujo tropical.
Otro de los mecanismos para lograr un consenso generalizado de la necesidad de un cambio, es ubicar a todos los enemigos en un solo bando y hacerlos responsable de todos los males.
En Alemania fueron los judíos. Hitler logró acuñar en la mente colectiva de los germanos que los problemas económicos de la nación eran culpa de los judíos, lo cual era mentira, pero el odio que Hitler sentía por un judío, le llevó a sembrar en el corazón de toda una nación el odio a un pueblo, del cual mataron a más de 6 millones.
En Colombia parece que esa conducta hitleriana se ha implementado en todos estos años, una vez que se asegura que toda persona que piense distinto a la izquierda es considerada por la misma, como uribistas, aunque no sea así.
Otra cosa que deben hacer los actores de la entramada para poder acuñar la necesidad de “Cambio” es no resaltar o elogiar los avances que en materia política, social y económica se den por parte del gobierno o los gobernantes que estén en el momento.
La tarea de esos actores es descalificar, desacreditar o contradecir todo lo que se hagan y muestre avance o desarrollo para el pueblo.
Esta penosa tarea involucra mentir, destruir y aportar desde todos los ángulos posibles para que el imaginario colectivo de la ciudadanía vaya sumando y griten a una sola voz la necesidad de un cambio, aunque ese cambio carezca de sentido o claridad.
Personalmente creo que la palabra “cambio” es altamente persuasiva y manipulante en medio de la adversidad inmediata donde se suelte la palabra, pues sin ofrecer nada en sí mismo, actúa como combustión en las mentes de sus escuchas.
Sin ser mágica, ni ser prenda de garantía de éxito cuando se usa para vender la imagen de un político, una idea, un producto o políticas de gobierno, ella activa en el subconsciente del individuo lo que cada quien espera, aunque no se conozca cómo hacerlo o si va a resultar cierto lo que se escucha o se propone como cambio.
La simple posibilidad de experimentar algo diferente, le anima al individuo a lanzarse ciegamente a favor de lo que no sabe. Por lo general nunca se preguntan, ni se evalúa a profundidad eso que llaman cambio, por ejemplo, quién representa ese cambio, qué ofrece, cómo lo ofrece, hacia donde va ese cambio y cuál es el precio de este.
Ha ocurrido que las promesas de campaña resultan ser solo promesas, estrategias políticas para lograr un fin, mentiras rosas para soñar despiertos, ya que las políticas reales que implementa el que anteriormente era el candidato difieren de lo que les dibujo en campaña… como el cambio es subjetivo, es decir que se idealiza en cada individuo de manera distinta, al final las personas preguntan, ¿y este es el cambio? ¿dónde está el cambio? O yo pensé que era otra cosa…
Tengamos cuidado con "el cambio", porque todas las veces no es como lo pintan.