Entre los proyectos políticos de Gustavo Petro y los análisis económicos-históricos de Thomas Piketty hay coincidentes apreciaciones sobre criterios sociales por lo que afirmaba Kierkegaard, que la vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero que hay que vivirla mirando hacia delante. Entonces ya se ve, pues, que, si es cierto que los libros se escriben a menudo a remolque de los acontecimientos pasados, no lo es menos que en ocasiones anticipan los sucesos futuros.
Pero en Colombia, donde siguen prevaleciendo la visión y los intereses de los más fuertes con derechos para sancionar y distorsionar la orientación ideológica de los ciudadanos lo que origina la exclusión, donde se quedaran muy lejos de las expectativas, sobre todo en el tema más sensible, producto de las asimetrías y distorsiones del desarrollo que en términos económicos, se ve aún más grotesca, por eso es necesario sucintamente explicare la plataforma ideológica del Pacto Histórico, a la que tildan irresponsablemente de “comunista”, ”guerrillera” ,”populista”, porque ataca el autoritarismo y defiende la democracia
El predicamento doctrinario del Pacto se fundamenta en lo que se consignó ideológicamente en la Revolución Francesa, en la Constitución de Wimar, las teorías económicas de Keynes, los análisis económicos-históricos de Piketty y el predicamento de los grandes liberales de Colombia todos enderezados a atacar la amenaza permanente del autoritarismo.
Piketty autor de El Capital en el Siglo XXI, libro que ha merecido decenas de reseñas en virtud de los datos y análisis del laboratorio de la desigualdad Paris, que hoy es dirigido por el aludido pensador, se basan en el trabajo de más de 100 investigadores a partir de una vasta red de informes históricos-económicos, con instituciones estadísticas, autoridades fiscales, universidades y organizaciones internacionales para armonizar, analizar y difundir datos internacionales comparables sobre el ingreso en una perspectiva histórica que por la fuerza de su argumento principal puntualiza: que la verdadera riqueza que gobierna al mundo sigue siendo hereditaria. La que se acumula en unas cuantas manos y pasa a las generaciones posteriores, perpetuando la desigualdad.
El economista estuvo en Colombia invitado por un respetado centro académico, no vino precisamente a patear el avispero, como muchos se atrevieron a pensar; sin embargo, en sus mesurados análisis fue claro el mensaje de su posición frente a los abusos, la desigualdad y la violencia, por lo que no fue necesario llamar a cada cual por su nombre.
Se entrevistó con Petro , recibido con respeto mundialmente e inmediatamente aquí lo trataron de disminuirlo, con argumentos de que con sus rigurosos análisis había descubierto el agua tibia y de paso, lo tildaron de comunista, tales actitudes son secuelas de lo que nos dejó Luis López de Mesa, el famoso canciller que restringió la entrada al país de la elite del conocimiento mundial entre ellos el maestro Hans Kelsen y convirtió a Colombia en una nación insular, aislada de los movientes espirituales, de ahí la acentuada intolerancia, odios y estigmatización que sufrimos .
Pero en qué gravitan en las actuales circunstancias colombianas que originan tantas injusticias?, pues los pensamientos económico-histórico-social contenidos en la obra El Capital en el siglo XXI?, vierte las razones para detestar la pobreza que son tres, que deben calar en la mollera de los tercos: es éticamente inaceptable, económicamente ineficiente y políticamente peligrosa porque sacaban el capitalismo, que el gamonalismo feudal, las castas lo han cercenado ostensiblemente precisamente por distorsionarlo y minar la vigencia de valores democráticos.
En palabras de Paul Krugman –Premio Nobel de Economía en 2008–, la “idea principal del libro es que no sólo hemos vuelto a los niveles de desigualdad en el ingreso que había en el siglo XIX, sino que también hemos regresado al ‘capitalismo patrimonialista’, en el que las cumbres dominantes de la economía no están controladas por individuos talentosos sino por dinastías familiares” (en The New York Review of Books, Mayo 8 del 2014).
Cada vez que tempranamente el líder de cualquier latitud levanta la voz de inconformidad contra las injusticias, que denuncia que en los actuales momento la desigualdad ha llegado a extremos insoportables, se larva el apelativo de “comunista”,” guerrillero”. Eso ha pasado en todos los tiempos. En Grecia Polibio fue perseguido por su lucha por el bienestar y Pericles por los comicios. Pero dos ejes confluyentes vertebraron el pensamiento de ese hombre excepcional: la memoria como deber imprescriptible y la defensa del pueblo.
Pero, además, si Keynes dio el primer campanazo, con la fuerza de un latigazo desenmascaró la teoría económica que trataba las cuestiones como la inflación o el empleo, pero con la visión dominante que descansaba en dos pilares equivocados. El primero con las falacias era que el mercado siempre tiende al equilibrio. El corolario aquí consecuencialmente es sencillo: el Estado no debe intervenir en los mercados para no introducir distorsiones y obstáculos en la marcha natural hacia el equilibrio, pero la heterodoxia que impulso de Keynes intenta modificar los desvíos del liberalismo ortodoxo o de su versión más publicitada, el neoliberalismo.
Por ejemplo, contempla redistribuir el ingreso hacia sectores desfavorecidos vía política tributaria, fiscal y demás herramientas del Estado o bien fundamentar que la crisis la genera el propio capitalismo. Según esta visión, los mercados no tienden a la autorregulación sincronizada y al equilibrio, como planteó el economista Say .
Keynes se estaba refiriendo a lo que se conoce en economía como el “multiplicador del gasto” no para el despilfarro, la frivolidad, un concepto que explica cómo un gasto determinado genera, mediante sucesivas rondas de consumo, un ingreso mayor al que inicialmente se tenía . Al contrario de lo que sostiene la teoría ortodoxa, que un incremento de la demanda (menor ahorro) incrementa también la inversión y, por lo tanto, la producción y el empleo, en lugar de disminuirlos.
Esas ideas keynesianas, como las que pregona Petro, fueron consideradas en esos años “extremistas e imprudentes”, revolucionarían el pensamiento económico y fundamentarían el Estado de bienestar, que predominará en la mayoría de los países industrializados en los treinta años dorados que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, donde el empresariado y el obrerismo produjeron el crecimiento y progreso más grande la humanidad en todos los tiempos.
Aunado a lo anterior cobró vigencia la perversidad del autoritarismo de Hayek y la escuela de Chicago, (“Camino de la servidumbre”) en que el economista austriaco que pretendió ser el gran rival de Keynes y terminó siendo un vulgar propagandista del neoliberalismo, que el sabio de Cambridge lo volvió trizas en sus reflexiones contenidas en : “ las posibilidades económicas de nuestros nietos”. Basado en lo que observaba y sabía, sostenía que con la tecnología de su tiempo y las capacidades productivas acumuladas, el mundo podría cantar victoria sobre la escasez y asegurar a todos la satisfacción de sus necesidades .
El interrogante es cuál es la tirantez, calumnias, odios y el rencores contra los dirigentes de la verdadera democracia y progresistas que atacan la ostensible desigualdad como una inmoralidad?, pues esa tirantez proviene de la denuncia por el mandato ante el pueblo de los farsantes, engañadores de la horca y cuchillo, terratenientes y de los títulos de la “gente de bien”, de la vida palaciega; los nuevos ricos , traficantes, especuladores y mercaderes, que compraban tierras y títulos de alcurnia. Ni unos ni otros pagaban prácticamente impuestos, ni podían ser encarcelados por deudas. Quien se dedicará a una actividad industrial perdía automáticamente su carta de hidalguía. (ver p.25 J. Vicens Vives, director, Historia social y económica de España y América,)
Tal ambiente trajo el escepticismo pero que aparejó el rechazó aquello (no sin cierta dosis de franqueza) que nos encontramos en unos días en que hablar de la palabra <social> nos pone a la mayoría al borde del desaliento, del aburrimiento y la deserción más inmediata.
En medio de estas estrecheces, en la que los valores espirituales tienen el precio de la escases, suena a cosa pasada y putrefacta, da grima y arranca bostezos, en un pésimo reclamo para nada y sigue estando tan mal visto que hay que tener valor para sacarlo a relucir académicamente, porque lo que prevalece es la tula, el carro de alta gama, tetas y nalgas de siliconas, por eso para Wells y Orwell el obrero que debía estar a la vanguardia, es un ser estupidizado de ginebra, reality shows, azúcar carbonatada y realiza su trabajo adicto a los tabloides, al sentimentalismo , a los alcopops y el problema, explicaron, es que creen que la diferencia es sospechosa y que la resistencia y oposición a ciertas políticas significa meterse en líos.
Pero fue Piketty con la descarga de un fuerte aldabonazo y advertencia del peligro de que socaven y hacer desaparecer a la vigencia de los idearios democráticos obtenidos con sacrificios, heridas y sangres que se reflejan en obstrucciones y entorpecimientos gestados por los neoliberales-gamonales-feudales con el mito de la usura han retrotraído el desarrollo del país por el despliegue de las políticas de la colonia rentistas a través de la compra-venta de los títulos de deuda de la corona, y no invertían sus capitales en el desarrollo de la producción. El excedente económico deriva hacia cauces improductivos por el despliegue del exhibicionismo, la farándula y la frivolidad
Cabe agregar que tras una notable revisión de largo aliento de los datos sobre ingreso y acumulación del capital, Piketty ha conseguido confrontar las tesis que dominaron los supuestos de la economía global durante décadas, según las cuales las reglas del mercado, el solo crecimiento de la economía y la competencia abierta podrían producir mejores equilibrios en el ingreso de las sociedades y mayores oportunidades de igualdad, que cualquier intervención impuesta desde los gobiernos. Una verdadera revolución en el pensamiento económico en boga, que además se produce con las mismas herramientas analíticas que habrían servido antes para sostener la esperanza de una redistribución justa del ingreso a partir del esfuerzo sostenido de individuos y comunidades, esa tesis es la parturienta de la doctrina espurrea del neoliberalismo
Se le agrega el paulatino desmantelamiento del Estado de Bienestar en las economías metropolitanas marcha paralela con un debilitamiento progresivo del Estado de Derecho y es cada vez mayor el divorcio entre el ideario liberal clásico y las políticas concretas que rigen la vida cotidiana.
¿Se asiste a un renacimiento del fascismo? Por doquier una economía de guerra se justifica por la necesidad de combatir un supuesto enemigo externo de dimensiones apocalípticas (ayer era el comunismo, ahora los pobres y excluidos) y se afianza un orden social que promueve al mismo tiempo un individualismo feroz y el gregarismo alienante, instaurando el darwinismo , el reino del más fuerte, la ley de la selva , la competencia y el principio utilitarista según el cual el fin lo justifica todo. Es la cara amarga de la sociedad capitalista y, sin duda, lo más parecido al orden fascista tradicional.
Hacia el comienzo de este nuevo ciclo, en efecto, nos ha devuelto a los viejos estándares autocráticos-terror que se produjeron antes y como secuela suprimieron y derogaron las esperanza y los idearios de las viejas revoluciones liberales, en Estado Unidos New Deal (“Nuevo Trato”) que Franklin D. Roosevelt llevó a cabo para enfrentar la Gran Depresión de los años ’30. Fue uno de los hombres del siglo XX que me han parecido admirables es uno de los ejes Franklin Roosevelt-Truman, ex presidentes de Estados Unidos, lo transformaron de una situación de pobreza verdaderamente difícil –conocida como la Gran Depresión– en la nación más rica y poderosa del planeta, al término de la Segunda Guerra Mundial, en Colombia López Pumarejo-Lleras Camargo, México Cárdenas-Vasconcelos, Argentina Perón-Evita, en Francia Jaures- Aristide Briand, en Italia Garibaldi-Mazzini
De otro lado el capitalismo no entra en renuencia frente a las reformas sociales. En 1999 Warren Buffett, uno de los hombres más ricos del mundo, en una entrevista con el periodista Ted Koppel anunció que sus hijos no heredaría su inmensa fortuna, calculada hoy en alrededor de 62 000 millones de dólares: dejará para cada uno de sus seis descendientes directos 10 millones y el resto será́ donado a obras de caridad y le solicitó que expusiera las razones de tan drástica decisión.
El magnate Buffett genialmente contestó categórico que lo había hablado con ellos y no era motivo de conflicto. Luego ofreció́ su segundo argumento: «No veo una sola razón por la cual alguien que se sacó la lotería deba recibir el poder para comandar los recursos de la sociedad, eso sería tanto como invitar a participar como competidores para las Olimpiadas de 2000 a las hijas y los hijos de quienes ganaron las medallas en el año 1976».
Para Buffett imbuido por el pensamiento moderno que matizan y puntualizan Krugman, Stiglitz y Poketty, no le da histeria frente a las reformas sociales ,al afirmar con franqueza una cosa es tener riqueza y otra muy diferente es obtener liderazgo en la sociedad por el poder que da la posesión de una fortuna grande, de ahí́ que a la hora de hablar sobre el tema de la herencia sea necesario distinguir entre el dinero y el poder que lo acompaña. Quien con su esfuerzo obtuvo capital merece liderazgo social, no así la persona que ganó una rifa, como es el caso de los hijos de un multimillonario.
Así pues, en el tinglado Colombia la moneda sigue en el aire entre la persistencia de la reacción oligárquica, la histeria de los capitalistas traquetos en una versión más elemental y bárbara , la que ha gobernado durante décadas, frente a un cambio fundamental en las prioridades del Estado, que en el programa de Petro significa reorientar las finanzas públicas mediante el multiplicador de gastos para crecer con equidad, para atender las necesidades más acuciantes de la población, un saneamiento real de las instituciones, el ataque al neoliberalismo, el inicio de una transición energética con un claro referente ambientalista y el inicio de una política exterior soberana .