Verónica Alcocer, la sucreña esposa de Gustavo Petro parece otra persona. La imagen formal de mujer tradicional acompañando discretamente a su esposo candidato presidencial hace cuatro años es asunto del pasado. Con la llegada del 2022 y después de haber recibido el año juntos en España donde Gustavo Petro inició la campaña del exterior en Barcelona y Madrid, Verónica Alcocer trazó su nueva ruta, no al lado de su esposo candidato sino a su ritmo y con su propia agenda.
Su nuevo look revela los meses en Europa, en Roma y París, donde su hija Sofía estudia Ciencia Política desde hace dos años después de ganarse una beca. Sofía también se ha vinculado a la campaña de Gustavo Petro y es su más fiel escudera en los debates presidenciales, tal cual como se le vio hace cuatro años.
Verónica, por su parte, se ha asegurado de que cada movimiento suyo aparezca en redes con fotos bien producidas que expresen su energía y espíritu jovial.
Llegué al Islote San Bernardo a encontrarme con personajes que me hicieron revivir recuerdos y seguir las memorias de mi papá, pues fue gran amigo de Valentín y Eugenio, quienes me hicieron un recorrido por el Islote, famoso por ser la isla más densamente poblada del mundo🏝 pic.twitter.com/XuRdeQu3oY
— Verónica Alcocer García (@Veronicalcocerg) January 22, 2022
El 2022 empezó siendo un gran año frente al mar y conociendo historias de colombian@ increíbles🌊
Aquí un recuerdo de mi visita a las Islas de San Bernardo📸 pic.twitter.com/VsecwOj1Bf
— Verónica Alcocer García (@Veronicalcocerg) January 25, 2022
Verónica Alcocer es hija del abogado Jorge Emilio Alcocer, quien tenía una admiración rayana en el fanatismo por Álvaro Gómez. Paradojas de la vida, la menor de sus hijas terminó casada con un exguerrillero. Sincelejanos de pura cepa, Verónica es una mezcla rara entre fiesta y convento, entre la alegría propia del caribe y la rigidez conservadora de la religión católica.
Por eso, en su primera juventud, quería ser monja. Era una destacada y popular alumna de Nuestra Señora de las Mercedes, con una irrefrenable vocación por la música y la poesía. Además, no le daba pena nada, como en la tarde de enero de 2022, previo a las fiestas de Sincelejo, en la que se puso a bailar en plena calle, con el mismo desparpajo que lo hacía siendo niña, subiéndose a las mesas del colegio a cantar viejos vallenatos y declamar poemas de Espronceda, de Silva.
La hija de Elizabeth García no necesitaba salir de la casa para tener una vida social activa. Los 50 primos llegaban dos veces por semana y eran un huracán que ponía todo patas arriba. Además, cuando la noche llegaba a borrar el día, y la brisa fresca adormecía a los pelados, Verónica era la última en irse a dormir y se quedaba en la reunión con sus tíos en donde indefectiblemente escuchaba son cubano. Precisamente sobre Cortijo y su combo fue una de las primeras conversaciones que tendría con el hombre que le cambió la vida.
Sí, porque la tarde que se conocieron Petro ya había sido miembro del M-19, planeaba ser el primer exguerrillero alcalde de la capital, ya se había casado, tenía dos hijos y le llevaba 16 años. Ella había querido ser monja pero un amor adolescente la devastó. Fue madre soltera a los 18 y todavía los vecinos de Sincelejo escuchan los gritos de Don Jorge Emilio cuando se enteró de la desgracia.
Ella tenía 22 años y trabajaba en la Corporación Universitaria del Caribe, el lugar donde Petro daría una conferencia. Alcocer quedó prendada con el verbo encendido de su pretendiente y antes de verse de nuevo duraron hablando tres meses por teléfono. Cuando se volvieron a encontrar en Bogotá ya estaban enamorados. El discurso más difícil que ha dado Petro no fue en el Senado, denunciando la infiltración de los paras en la política colombiana o retando a Uribe, su enemigo natural de frente, sino la tarde en que tuvo que decirle a don Jorge Emilio que él estaba enamorado de su hija. Era difícil que el viejo patriarca aceptara a su inusual yerno.
Petro había nacido en Ciénaga de oro, en una casa de bahareque y paja. Sin embargo, el alvarista abogado, que apreciaba como nadie el talento de la oratoria, cayó rendido ante el poder de su palabra. Esa tarde le contó a su suegro sobre su casa de techo de paja donde cimentó buena parte de su cultura. Orientado por su papá, el profesor Gustavo Petro Sierra, leyó los Clásicos de literatura Universal de la editorial Ariel, los mismos que él recreaba con sus alumnos. Un diálogo que empezaron desde la infancia y que a sus 88 años aún mantienen activo. Petro dejó Ciénaga de oro para viajar con su papá a Zipaquirá donde fue trasladado como maestro y en esa ciudad terminó el bachillerato en el colegio de La Salle e inició su activismo político marcado por las protestas estudiantiles que finalmente lo llevarían a simpatizar con el M-19.
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A su futuro suegro le contó cómo escapaba del frío con viajes periódicos semestrales a Ciénaga de oro hasta que a los 17 años, ya haciendo primer semestre de economía en la Universidad Externado, tomó la decisión radical de ingresar a las filas del M-19. En esta guerrilla Petro cumplió funciones ideológicas más que militares. Su militancia, salvo en unas pocas ocasiones, siempre fue urbana y política. A los 19 años fue el más joven de los cinco miembros de la Dirección de la Región Central. Fue personero en Zipaquirá en 1980 y concejal independiente de este municipio entre 1984 y 1986. Parte de la leyenda negra que se ha tejido sobre el alcalde de Bogotá fue su participación en la planificación de la toma al Palacio de Justicia. Para esa fecha, Petro estaba siendo torturado durante cuatro días en la Escuela de Caballería de la policía.
Le contó todo lo que necesitaba saber. El viejo dio el visto bueno y el 17 de diciembre de 1998, el mismo día del cumpleaños Simón Bolívar, Petro y Verónica Alcocer se casaron. Las diferencias no fueron más que un puente que terminó uniéndolos aún más. Tienen en total seis hijos. Petro, antes de casarse con Verónica, ya tenía tres: Nicolás, hoy diputado del Atlántico, Andrés Gustavo y Andrea; Verónica, por su parte, ya tenía a Nicolás Arbeláez, y juntos tuvieron a Sofía y a Antonella, la menor.
Verónica lo acompañó discretamente en la campaña para la Alcaldía de Bogotá y luego como primera dama de la ciudad. Estuvo al lado suyo en las buenas y en las malas y se recuerda a una Verónica junto a Petro en el balcón del Palacio Liévano, cuando lleno de fuerza y con el micrófono bien tenido enfrentó a viva voz la pretensión del Procurador Ordóñez de sacarlo del cargo. Verónica, durante los años en la alcaldía, se convirtió en una guardiana de su esposo. Se le veía constantemente por los pasillos del Palacio y en la antesala de su despacho, controlando su agenda principalmente para evitar que trabajara hasta la madrugada, algo que pocas veces logró. Verónica también era un primer filtro de quienes intentaban acercarse al alcalde, viejas amistades que al verlo dirigiendo la ciudad lo buscaban pidiendo un contrato. Verónica, los espantaba con su presencia.
Vino luego la campaña presidencial de 2018, en la que Gustavo Petro pasó a la segunda vuelta en el enfrentamiento con Iván Duque. De nuevo estaba Verónica al lado suyo, en la tarima, al lado de sus hijos en el momento de la aceptación del triunfo frente a su contendor del Centro Democrático. Todos subieron al escenario, acompañaron al candidato que lanzó uno de sus acostumbrados discursos.
Todo esto es asunto del pasado, porque a juzgar por este primer mes de vinculación de Verónica Alcocer al propósito de llegar a la Presidencia de la República, se ha propuesto construir su propia identidad, con independencia y carácter. No parece tener intención de regresar a su rol de compañera del candidato sino que se le verá con protagonismo propio, defendiendo su espacio.
Me gustaría ver una primera dama que se ponga de ruana ese título y todos los formalismos de ese insípido rol. ¡Vas por buen camino, mi querida @Veronicalcocerg ! https://t.co/X3IJDERsCM
— Margarita Rosa (@Margaritarosadf) January 18, 2022
Sin que haya trazado su plan como primera dama, ya ha recibido espaldarazos claves como el de Margarita Rosa De Francisco, con un trino que Veronica Alcocer no dudó en recoger. Aunque por el momento solo ha prendido motores, se ve que la sucreña tiene en mente volar muy alto.