El cambio en la educación: entre la tecnología y un nuevo humanismo

El cambio en la educación: entre la tecnología y un nuevo humanismo

El bienestar de la comunidad educativa debe ser lo primordial, porque más allá de ser instituciones para aprender, deben ser lugares para vivir y aprender a convivir

Por: Carlos Manuel Luna Maldonado
abril 15, 2020
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El cambio en la educación: entre la tecnología y un nuevo humanismo
Foto: Pixabay

Más allá que nos haya tocado, decidimos seguir de manera diferente con los procesos educativos que veníamos desarrollando, unos por convicción, otros por necesidad, otros por curiosidad, otros por entretenimiento; lo cierto es que un día estábamos en el aula de clase reunidos con nuestros estudiantes, y al otro día estábamos frente a un computador con nuestros estudiantes detrás de una pantalla.

No es la primera vez que la humanidad se ve abocada a un brusco cambio, algunas veces tomando más tiempo que otras, pero cambios bruscos, al fin y al cabo; y son muchas las opiniones que se producen, tal vez todas válidas por lo prematuro del tema, por eso no sobra plantear otra opinión más para el análisis y debate, que alimente las acciones del futuro que se avecina.

Los procesos educativos nacen en el mismo momento en que el ser humano es capaz de documentar, mediante el lenguaje, sus experiencias y de socializarlas con los demás; poco a poco la oralidad fue el medio de información y comunicación disponible y así usado para procesos educativos y de socialización del conocimiento; posteriormente, con el desarrollo de la escritura llega una nueva revolución en la vida de la sociedad y por lo tanto de la educación, gracias a esta nueva tecnología, cuya base eran los números y jeroglíficos, las experiencias y conocimientos se empezaron a registrar, a acumular y a transmitir por medios objetivos, es decir, no incorporados en los sujetos, de esa manera el ser humano aprendía, accediendo a ellos; tiempo después los conocimientos se registraron en los libros manuscritos los cuáles eran leídos en voz alta frente a otros, dando paso a los primeros maestros “lectores” y por ende a nueva mediación pedagógica. Luego con la aparición de la imprenta lo manuscrito pasó a ser impreso y lo que era exclusivo pasó a ser de muchos; la organización de los procesos dio origen a las instituciones, al modelo de escuela tradicional; la revolución continúa y aparecen medios audiovisuales que transforman los libros en sonidos e imágenes, luego, con la aparición de la internet, los textos, sonidos, imágenes, se podrían tener a la vuelta de un clic.

En este breve recuento, que podría ser impreciso, se puede evidenciar que una de las condiciones básicas de adquirir el conocimiento consiste en el dominio de las tecnologías, pero también, aunque no tan evidente en lo escrito anteriormente, podríamos evidenciar que no solo con el uso de las tecnologías se consolidan estas condiciones básicas de adquirirlo ya que hace falta un aspecto muy importante que son los cambios sociales, específicamente en la formación de las personas, de los ciudadanos, del ser humano social, del ser humano solidario, espiritual y cooperativo.

Según la taxonomía de Bloom, si queremos verdaderamente aprender, el proceso educativo debería tener los siguientes niveles profundos de aprendizaje: análisis, síntesis y recreación de la realidad, los cuáles en el mundo actual podrían ser fácilmente adquiridos por las tecnologías digitales, sin embargo, para que ello suceda son muchos los esfuerzos y transformaciones que se deben realizar en materia pedagógica, en los currículos, en las universidades, en la normativa, en la organización administrativa, en capacitación y por supuesto, en la tecnología, para así obtener las mejoras en la calidad educativa sin importar la modalidad en que esta se desarrolle.

Algunas instituciones, impulsadas por los procesos de acreditación, han avanzado en la compra e implementación de las tecnologías digitales, creyendo tal vez, que con tener un buen software y hardware bastará para cumplir su misión en tiempos modernos; pero basta con mirar un poco a la historia y darse cuenta que todos los cambios tecnológicos tienen y deben implicar también transformación en los paradigmas educativos y sociales, así mismo en las prácticas pedagógicas.

Entre los cambios que todo desarrollo tecnológico a nivel educativo implica, están los roles que deben cumplir las instituciones y partiendo de ella, también en los roles de los docentes, de los estudiantes, de los administrativos y unido a ellos, en la pedagogía, en la forma de estructurar, de almacenar y de utilizar la información y el conocimiento disponibles, en la forma de difundirlos, pero también en la forma de organización de las instituciones educativas y con ello las diferentes relaciones con la sociedad.

Nada lograremos con este paso repentino de un aula de clase bajo modalidad presencial a una modalidad remota, virtual o asistida por tecnologías de la información, si no cambiamos de paradigmas pedagógicos, de tal manera que las relaciones de enseñanza/aprendizaje puedan estar al nivel de la coyuntura actual y no solo se conviertan en un ajuste tecnológico que deja a un lado el verdadero objeto de la educación, la formación integral del seres humanos capaces de modificar y encauzar comportamientos, de estimular la cooperación social, de promover la participación comunitaria, de ayudar a encontrar sentido a la vida, de alentar la responsabilidad individual y colectiva de los ciudadanos.

Sin embargo, la realidad que estamos viviendo nos muestra un panorama poco claro; cambiamos de escenario, de tecnología, de maneras, pero la relación pedagógica sigue siendo la misma; las universidades en el afán de ajustarse a las necesidades urgentes desarrolladas por el COVID-19 impartieron de manera rápida cursos para formación y/o actualización en herramientas digitales, se ofrecieron todos los medios para que tanto docentes como estudiantes pudieran acceder a ellos, pero no reflexionaron y mucho menos ofrecieron cursos para una nueva pedagogía, una nueva relación docente-estudiante, un nuevo paradigma educativo, en un nuevo escenario que nos atropellaba.

Es por ello que, aun cuando el mundo está volviendo los ojos a los objetivos de aprendizaje con el fin de brindar nuevas y múltiples rutas, construcciones, reconstrucciones y deconstrucciones, todavía predominan modelos unidireccionales, conductistas, que privilegian el aprendizaje de datos más que la indagación activa, que privilegian la memorización más que la crítica, que privilegian la competencia individual más que la construcción colectiva, que privilegian la calificación más que la evaluación.

Estamos viviendo hoy la oportunidad de crear una verdadera revolución en la innovación educativa, más allá de intereses económicos; un cambio que, sin ir en contravía de las nuevas tecnologías, se centre en el ser humano, buscando una formación en valores que fortalezcan la vida en sociedad. Esta nueva realidad requiere que cambiemos no solo nuestros roles, sino nuestra manera de pensar, de actuar, de vivir. En el que el estudiante comprenda que el proceso educativo requiere de autonomía – de aprendizaje autorregulado -, en el que el docente comprenda que debe ser un facilitador en los procesos de aprendizaje de los estudiantes, en el que las directivas de las instituciones comprendan que si bien las funciones misionales son la docencia, la investigación y la extensión, el bienestar de la comunidad educativa debe ser lo primordial, porque más allá de ser instituciones para aprender, deben ser lugares para vivir y aprender a convivir.

Es la oportunidad de entender de manera clara, que el mundo cambió y va a cambiar mucho más, no solo en lo educativo; las alteraciones serán en todas las áreas, en las relaciones sociales con los demás, en las relaciones físicas con el entorno, en los sistemas productivos, en las maneras de comprar y de vender, en la forma de construir, de transportarse, de alimentarse, de disfrutar del ocio; cambios, muchos cambios que indiscutiblemente deben ajustar la forma como se afronten los procesos pedagógicos, cuyo propósito debe responder a las nuevas relaciones “glocales” que están por venir, solo de esa forma las nuevas tecnologías digitales podrán contribuir a mejorar la calidad de la educación y la calidad de vida sobre la tierra.

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