A sólo ocho días del derrocamiento del alcalde Gustavo Petro, la realidad de Bogotá pareciera ser otra como “por arte de magia”. Y el mago, calculadamente usurpador en la realidad de la ciudad, pretende ser el presidente-candidato Juan Manuel Santos, quien justo ahora busca su reelección y enfila toda su artillería hacia la capital de la República.
Pero ni los problemas de Bogotá son otros, ni Santos es un mago que los resuelve en una semana. El cambio de la ciudad no ocurre por arte de magia sino “por arte de medios”. Lo que realmente varió una semana después del derrocamiento de Petro es la agenda mediática y el enfoque con que los grandes medios ahora muestran las noticias de la ciudad.
Hace solo dos semanas, sus titulares hablaban de caos en Bogotá, con usuarios inconformes por las deficiencias de Transmilenio, una supuesta nueva crisis en la recolección de basuras azuzada por el contralor distrital y problemas con la máquina tapahuecos que, aunque ya ha tapado muchos huecos, le comenzaron a buscar problemas contractuales. Hoy, no obstante, todo pareciera ser color de rosa.
Pero no es cierto. Para la gente en la calle, no ha cambiado nada. Ni había crisis ni se está resolviendo ahora. Aunque los problemas de Bogotá, originados años atrás y que heredó Gustavo Petro, no se mejoran con una estrategia mediática ni con un alcalde encargado, su percepción, sí. Y a eso le está apuntando el presidente-candidato en época electoral para recuperarse en capital.
Tanto el llamado plan de choque para Bogotá, presentado por Santos como una tabla de salvación, como los anuncios efectistas realizados por Rafael Pardo en los últimos días, no son más que la síntesis de las principales obras que venía adelantando el gobierno de Petro pero que antes no lograban calar con la misma fuerza en los medios de comunicación.
El anuncio de los cables aéreos para las localidades de Ciudad Bolívar y San Cristóbal, las primeras obras del metro para Bogotá, la financiación de la troncal de Transmilenio por la Boyacá y obras de interconexión vial en toda la ciudad, ya vienen en marcha y fueron ampliamente discutidas todo el año pasado cuando la administración de Gustavo Petro pidió al Concejo un cupo de endeudamiento para financiarlas por 3.8 billones de pesos. Cupo que, de paso sea dicho, tuvo que ser presentado tres veces porque los partidos de la Unidad Nacional en el Concejo y que respaldan a Santos, lo obstaculizaron durante todo 2013. De lo contrario, las obras que esta semana anunció Santos como un supuesto Plan de Choque y que plagió sin ningún pudor, irían hoy más adelantadas.
Y mientras los titulares le atribuyeron a Gustavo Petro palabras acuñadas por sus opositores como “improvisación”, “caos”, “crisis”, entre otras, esos mismos titulares le asignan ahora a Santos y a Pardo expresiones como “destrabar los problemas de Bogotá”, “poner el acelerador” y el sonado “plan de choque”.
La disputa política hoy en Bogotá se juega en los medios de comunicación. Es la batalla por hacerse al poder del lenguaje y los mensajes que, en el caso de Petro, de tanto repetirse masivamente terminaron por generarle un ambiente desfavorable y, en el caso de Pardo, pretenden prodigarle un clima favorable antes de la elección presidencial.
De ahí, la importancia de que los medios, no sólo en el caso de Bogotá sino siempre, actúen firmes con su responsabilidad social. De ahí que se les atribuya un papel preponderante en la democracia. La palabra final, en todo caso, la tendrán los ciudadanos que poco a poco han aprendido a identificar cuándo se les informa y cuándo se les disfraza una opinión de noticia. Así lo reflejan, las redes sociales.