Enhebro el presente escrito sobre la problemática climática planteada por recientes estudios patrocinados por el ‘Panel Intergubernamental de las Naciones Unidas’ (PICC), calificadas sus conclusiones por acreditados, solventes científicos, de alarmistas, irreales, apoyadas en el dudoso efecto que las emisiones de Dióxido de carbono (CO2) tiene sobre el recelado, sospechado calentamiento global. Inducidos, intimidantes vaticinios referidos en la columna: https://www.las2orillas.co/cambio-climatico-calentamiento-global-i/ que instan a apreciarlos como ‘estafa global’.
Margen de duda surgida por la aplicada y minuciosa impugnación esbozada por los precitados científicos italianos que, en forma incuestionable, contrastaron el alcance que dicho Panel (PICC) le otorgó al complejo sistema climático, no sin advertir que al día de hoy no puede sostenerse -con certeza plena- que el enigma reseñado esté adecuada, suficientemente dilucidado, comprendido, basados sobre los modelos de simulación avalados por el PICC, los cuales no reproducen la variabilidad natural, ni reconstituyen -en particular- los períodos cálidos de los últimos 10,000 años, repetidos cada mil.
Constantemente se escucha que el calentamiento global es sin discusión posible, una “ciencia establecida”, tachando de “negacionistas” a quienes se oponen a lo aseverado por la antedicha monografía que documentalmente reconoce el ‘período cálido medieval’ o ‘período cálido romano’ -en general- y los grandes períodos cálidos durante el ‘Holoceno Óptimo’ de hace 8.000 años.
Se agregan a los mencionados teóricos italianos, infinidad de aplicados, diligentes, laboriosos, prestigiosos investigadores que, igualmente, disienten de la especulativa hipótesis del calentamiento global antropogénico -ligado al accionar humano-, que repercute en el medio ambiente, definitivamente; cambio suscitado -gracias a él- en su entorno, que no debe, puede confundirse con las alteraciones provocadas por la propia naturaleza.
Períodos que -a pesar que la concentración más baja de CO2- fueron más cálidos que en la actualidad, vinculados a los milenarios ciclos de actividad solar. Efectos, influencia que no reproducen los modelos en comento. El CO2 -como sabemos- es un gas de efecto invernadero, cuyo aumento en la atmósfera es sensible al clima, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC); colofón extremadamente incierto todavía.
Las columnas de barro sobre las que se cimenta la conjetura del cambio climático, atribuido al dióxido de carbono derivado de la actividad humana, están a punto -concluyentemente- de colapsar. Se atestigua que una duplicación de la concentración atmosférica de aproximadamente 300 ppm antes de la era industrial, a 600 ppm, podría haber elevado la temperatura media del planeta, entre un mínimo de 1° C y un máximo de 5° C. La revista Nature Geoscience -a propósito-, recomienda reducir su emisión para atenuar un potencial calentamiento global en los próximos 100 años.
Prolijos, recientes estudios basados en datos experimentales, estiman que la sensibilidad del clima al CO2, es significativamente más baja que la apreciada por los modelos del nombrado IPCC, ultimándose que es científicamente apócrifo, hipotético, imaginario, ficticio atribuirle al hombre la responsabilidad del calentamiento observado desde 1900, hasta ahora, considerado que dichos modelos sobrestiman la contribución antropogénica y subestiman la variabilidad climática natural, influida -especialmente- por el sol, la luna y las oscilaciones oceánicas.
El calentamiento advertido desde 1900, hasta la fecha, comenzó -de hecho- en 1700, en el punto menor de la ‘Pequeña Edad de Hielo’; período más frío de los últimos 10.000 años, que atañe a un mínimo de la milenaria actividad solar, llamada por los astrofísicos: ‘mínimo solar de Maunder’, y que siguiendo su fase histórica, ha aumentado y calentado la superficie de la Tierra.
Los señalados modelos no logran reproducir las oscilaciones climáticas de un periodo de 60 años, responsables del lapso de calentamiento (1850-1880), seguido, alternativamente, de uno igual de enfriamiento (1880-1910), posteriormente, de otro de calentamiento (1910-1940), uno más de enfriamiento (1940-70) y calentamiento (1970-2000) similar al indicado hace 60 años.
Estudios de referencia (12) de las más importantes universidades y gobiernos usados para predecir al clima, admiten que los modelos climáticos están equivocados: “No hemos visto esa rápida aceleración en el calentamiento después del año 2000 que vemos en los modelos”, sostuvo Myles Allen, profesor de ciencia de geosistemas en Oxford. El tan temido, catastrófico “calentamiento global”, parece haberse detenido alrededor de 1998, otros aseguran que fue antes. Las lecturas de los satélites, son más confiables, exactas, precisas, en razón a que miden la atmósfera toda, y no una parte reducida, las cuales muestran que virtualmente no hubo calentamiento.
Remitidos a los modelos del IPCC, las temperaturas tuvieron que haber aumentado 1º C a partir de 1995, significativo pico que, expresado en tiempos geológicos, es extremadamente breve. Pensada la historia de la Tierra como la vida de una persona, sería -apenas- un pestañeo de centésimas de segundo. Devaluados modelos, usados para atemorizar, vender la idea de la obligante -drástica, inmediata- reducción de las emisiones de CO2; reordenamiento de las prioridades económicas del mundo.
Del 2000 al 2019 no se registró el aumento 0.2° C -aproximado- por década, predicho por los modelos, sino una clara estabilidad climática, esporádicamente interrumpida por las rápidas oscilaciones naturales del Océano Pacífico ecuatorial, denominadas: El Niño Southern Oscillation (ENOS), como la que provocó el calentamiento temporal en 2015 y 2016.
Reitero: los modelos están equivocados; sin embargo, los activistas del dogma del calentamiento global, no cesan de excomulgar, lanzar improperios a los 'apóstatas’, ‘escépticos’, ‘sesgados’ científicos -graduados como 'negacionistas'- “por negar -aducen falsamente- hechos lastimosamente evidentes acerca del cambio climático”.
Después de los inusualmente cálidos años, de El Niño 2015 y 2016 -el supuesto “Año Más Caliente de la Historia”-, el Sunday Telegraph, informó que en 2017, descendió en picada la temperatura (0,6º C), igual a lo sucedido después del Niño, similarmente fuerte de 1997-1998. El hielo en el Ártico y Groenlandia creció dramáticamente.
Se asegura -sin fundamento- que los huracanes y ciclones aumentan de manera exponencial, alarmante; eventos modulados -como muchos sistemas climáticos- por el período de 60 años. Los datos sobre los ciclones tropicales del Atlántico que afectan a América del Norte desde 1880, muestran el mismo dinámico bamboleo de los 60 años, armonizado con la oscilación térmica del Océano Atlántico (AMO). Los picos indicados durante diez años, son semejantes para las décadas: 1880-90; 1940-50; 1995-2005. Siguiendo el lapso anteriormente mencionado, de 2005 a 2015, el número de ciclones disminuyó. Entre 1880 y 2015, no hay correlación entre su número -que oscila- y el CO2 que aumenta monótona, vertiginosamente.
Hace rato se habla -para concluir- de “justicia climática”. El pasado 29 de marzo, la ONU consultó a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) “sobre las obligaciones legales internacionales de los Estados frente al cambio climático y las consecuencias de su incumplimiento, especialmente, ante los pequeños Estados insulares, particularmente vulnerables y más gravemente afectados, así como ante los pueblos y personas de las generaciones presentes y futuras”.
Opinión -no vinculante- que podría ser principio del desarrollo de una nueva gobernanza climática global. Activismo que dispondrá de “un nuevo argumento que presentar ante las jurisdicciones nacionales (a las que ya ha recurrido los gobiernos para reclamar responsabilidades), y en los foros multilaterales en la “discusión sobre el cambio climático y sobre asuntos como los derechos territoriales de los Estados; los derechos humanos -entre otros-.
Bogotá, D.C., 08 de abril de 2023
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