Cómo se le ocurrió semejante pendejada, nadie se lo puede explicar. Lo cierto es que lo hizo en pleno centro de Cali. Esperó que un mensajero entrara a una oficina para entregar correspondencia.
Miró furtivamente a todos lados y, recordando sus épocas de adolescencia, se montó en la bicicleta. Al principio trastabilló, pero al fin lo logró. ¡Se la robó!
Lo vieron pasar pedaleando con afán, como alma que lleva el diablo. Al verlo en el caballito de acero, alguien comentó desprevenido comentó: “Ahí va el reemplazo de Nairo Quintana. Mírele qué empeño le pone al asunto”.
No había terminado de pronunciar su frase alentadora y patriótica, cuando salió el propietario: “Cójanlo, cójanlo. Me acá de robar mi herramienta de trabajo”.
Y como él, otros tantos que se solidarizaron con el parroquiano. En su rostro reflejaba pesar por la pérdida y preocupación por las cartas que llevaba el ratero en su huida.
No avanzó más allá de dos cuadras cuando sonó el estruendoso “tas”. Se dio de frente contra un vehículo de alta gama, en uno de cuyos costados quedó la abolladura de la lámina. A ojo de buen cubero, un millón de pesos en el arreglo y por lo menos una semana en el taller, esperando turno para hacer las reparaciones.
El propietario se bajó furioso y al comprobar que se trataba de una bicicleta se abalanzó contra el autor. Lo hizo porque pensó: “Este de dónde va a poder pagarme”. Y quiso tomar justicia por mano propia.
Detrás venía el propietario de la cicla.
Entre los dos dieron buena cuenta de él al tiempo que un nutrido número de curiosos no sabían qué estaba pasando.
Después de media hora de explicaciones, se dispersó la multitud. Uno que otro espectador envió las imágenes a las redes sociales, que acompañó de comentarios como: “En Cali propietario de vehículo lujoso y cartero enardecido agreden a humilde hombre”.
Para quienes no conocían el contexto, el caco terminó siendo víctima. Para otros, un ciudadano ejemplar que prefería el pedaleo antes que contaminar el ambiente andando en carro.
Dicen que lo vieron con el pequeño vehículo averiado de camino a una estación de policía, mientras murmuraba: “Me salió más caro el caldo que los huevos…”.