Intransitable hace doce años, cuando secuestraron a Ingrid Betancourt, hoy la carretera de Florencia a San Vicente del Caguán tiene un buen tráfico. Es posible salir a cualquier hora en taxis a 26 mil pesos o en “mixtos”, carros que son de carga y personas. Paralela a la cordillera, la vía pasa por el río Orteguaza. Aunque la naturaleza ha sido amansada para potreros, de vez en cuando brotan oasis de exuberancia verde y húmeda. Viajo con la bióloga indígena Oriana Ossa y dos periodistas brasileros, Gustavo Faleiros y Giovanny Vera, periodistas del portal InfoAmazonía que contiene análisis, reportajes, datos y mapas de toda la Amazonía.
Hay algunas paradas obligatorias. La de los retenes militares y la infaltable de nuestro conductor. Es un pequeño rancho donde se cocina a fuego una ollada de cremoso arroz con leche. Este plato en una región amazónica revela la mayor causa de deforestación y la principal actividad económica de la región. El tamaño de San Vicente del Caguán, por cuenta de que se convirtió en un epicentro nacional ganadero, se ha multiplicado desde la zona de distensión por nueve. Hoy tiene más de 60 mil habitantes y la vida se ha normalizado tal como cuenta Gustavo Faleiros: llegamos a San Vicente un sábado de mañana. Todo parecía un típico fin de semana de una ciudad del interior: un día de compras, fiestas y ferias. El centro estaba lleno de hombres que usaban sombreros de vaquero en las plazas y los bares. De las tiendas de ropa salía música a todo volumen y con altavoces se anunciaban promociones. En algunos momentos, el tránsito de camiones, carros y muchas motos paralizaban las calles por completo. Con 62 mil habitantes, San Vicente vive lo que llaman sus habitantes “el estigma” de la zona de distensión. La propia presencia del ejército demuestra que la tensión continúa. En un puesto de control en la puerta de la ciudad, hay enormes pancartas con la bandera que comunican con letras grandes: “Guerrillero, vuelva a vivir, desmovilízece”. Un hombre vestido de Mickey, como los que animan fiestas infantiles, pasó panfletos instando a los residentes a no dar dinero a la guerrilla.
El Ejército hace una campaña intensa para deslegitimar a las Farc en la región
El que no paga impuestos a la guerrilla no está en San Vicente, nos comenta el director del Comité Municipal de Ganaderos del Caguán, que reúne 4321 ganaderos y tiene más de 650 mil vacas registradas, aunque es posible que en el municipio haya cerca de un millón. La guerrilla tiene las mejores, agrega. Mi nombre es Luis Eduardo López Godoy, no me quite el Godoy porque la mamá es la que lo parió a uno. Así se presenta este veterinario que abraza efusivo a todos los perros que encuentra en la calle.
Es un hombre bajo con una barriga evidente. Se seca el rostro sudoroso con el poncho, un paño de algodón con franjas amarillas, azules y rojas, los colores de Colombia, que los hombres en esta región llevan sobre los hombres. Avanzado en la sexta década de vida, sus cabellos grises prueban que vivió los momentos más críticos de la guerrilla en la región. “Después de las negociaciones de paz, vinieron los asesinatos más horribles. Lo sé porque tuve ver a un compañero descuartizado en el río”. Como líder de los ganaderos, su alineación política es poco probable. Habla sin vacilación de las ventajas bajo el mandato de las FARC. Según él, nadie se robaba ganado ni se podía deforestar, además de otros beneficios morales en la presencia de la guerrilla: “nunca vi a ninguno fumar o beber”, asegura. Este entusiasmo le valió el apodo de veterinario de la guerrilla, algo que claramente no le agrada. “Nunca le he prestado un servicio a las FARC”.
Mapa de la deforestación en el Caquetá. Mapa Infoamazonia.org
Según él, si no hubiera guerrilla, no existiría fauna silvestre. Si la guerrilla es ambientalista o no es objeto de discusión. Para algunos, prohibir la deforestación en algunas zonas es una estrategia militar para tener escondites, porque de preocuparle mucho el tema, no promovería minería ilegal en el río Caquetá. Pero la mayoría coincide en que el fin de la guerra en la región sea al mismo tiempo la declaración de los conflictos por la tierra y los recursos naturales.
Visitamos un lugar que pronostica esta situación. Se trata de la que fue la sede de los diálogos de Pastrana con las Farc entre 1998 y 2002 y que hoy es una pequeña escuela junto a la única explotación petrolera en San Vicente. Estamos en el Centro Educativo Los Pozos, el patio vacío, amplio y abierto como muchas escuelas rurales de la Amazonia. Murales pintados por los alumnos exhiben mensajes como “Paz”, “Tolerancia”, “Respeto”. Hay un campo de fútbol y pequeñas casas con muros verdes carcomidas poco a poco por el óxido. “Allí era donde los líderes de las FARC se reunían antes de la llegada de los hombres del gobierno” cuenta el médico veterinario señalando las taperas. Pero en el desolado Centro Educativo los pozos no había, con excepción de las pinturas intangibles, cualquier referencia al pasado. Allí esperaba por lo menos encontrar una placa o monumento, tal vez algo como “aquí ocurrieron las mesas de negociación de paz entre guerrilleros y el gobierno”. Por otro lado, no sería sorprendente leer algo como “aquí las FARC dejaron a Pastrana plantado”.
A pocos kilómetros se ven tanques de armamento y explotación de la Emerald, petrolera británica, comprada hace poco por la estatal china Sinochen. Los Pozos no niega su nombre. Unas pocas casas y moradores fueron atraídos por las promesas de la industria de petróleo. La Shell fue la primera en llegar ahí en 1917 y desde entonces las tentativas de sacar oro negro no han parado. Pero fue apenas en 2010 que la explotación comenzó.
Caquetá y Córdoba son los departamentos más ganaderos del país. Pero lo que en la costa es impensable, ocurre en San Vicente. Ganaderos, campesinos, indígenas, ambientalistas y jóvenes comunicadores juegan en el mismo bando. Dirigentes de todos los sectores hacen parte de la organización UNIOS y diseñan estrategias contra el petróleo, cuya arremetida está esperando a que haya paz.
O queremos plata o queremos agua, dicen unos. Hay quienes temen el desplazamiento de la gente por megaproyectos. El segundo desplazamiento, porque muchos caqueteños se amañaron en su nueva tierra luego de huir de la violencia del interior del país, especialmente del Huila y del Tolima. La mayoría de habitantes son colonos, pero en el Caquetá hay indígenas embera chamí, nasa, pijao, tucano y pirratapayo. Para ellos, como cuenta el cabildo embera Alciluades Tascón González, el petróleo es un espíritu que no hay que despertar para que no genere enfermedades.
A pesar de la resistencia local, tanto el gobierno de Uribe como el de Santos han acelerado las concesiones y licencias para la exploración minera y petrolera. De acuerdo con el Atlas de Amazonía bajo Presión de la Red Amazónica de Información Socioambiental georreferenciada (RAISG), Colombia es el segundo país de América del Sur con mayor extensión de lotes petroleros en la Amazonía, apenas después de Perú. Son 193.400 km2 que representan el 40% de toda la superficie de bosques tropicales del país. Solo una pequeña parte -23400 km2- está en funcionamiento, pero es el potencial de perforación de nuevos pozos lo que genera controversia. Actualmente existen en Colombia 418 campos de exploración de petróleo y la extracción promedio es de 987 mil barriles diarios, la mayor cifra en 15 años, pero siegue siendo baja para el potencial. La meta establecida por el gobierno de Santos es mantener una producción mayor a un millón de barriles diarios. Pero solo con las reservas descubiertas, al ritmo actual de producción, el crudo se habrá acabado en poco más de seis años. Por eso la carrera para descubrir nuevos yacimientos de petróleo en la Amazonía.
Hasta ahora, Emerald Energy es la única empresa que saca petróleo, pero la estatal Ecopetrol firmó en el año 2013 un acuerdo para obtener el 50% de los contratos en la región y acelerar la prospección para abrir nuevas zonas de producción. Los nuevos bloques de prospección –Nogal y Manzano- están localizados en un ecosistema amazónico conocido como piedemonte. La empresa que trabaja junto a Emerald pretende hacer prospección en un territorio de 70 mil hectáreas, usando explosivos dentro de 2 km de profundidad y creando un riesgo de contaminación y sedimentación.
Ángel Medina, presidente de UNIOS, refuerza el argumento de que atraer la industrial del petróleo va en contra de la vocación rural de la economía de San Vicente. “Para nosotros, los dirigentes sociales hay mucha incertidumbre. En cuanto en la Habana se habla sobre democratización de la tierra como parte del proceso de paz, las políticas del gobierno van en la dirección contraria al promover más conflicto a través del aumento de la exploración de recursos naturales”.
Por ahora, la gente no ha conocido las bondades que promete el petróleo. La vía de San Vicente a Los Pozos está sin pavimentar, salvo algunos tramos de cincuenta o cien metros que la empresa asfaltó en frente de las casas para que el polvo levantado por las tanquetas de crudo no molestara a los habitantes. De regreso, el ejército nos retuvo en la vía para pedirnos información sobre nuestra visita y un comandante expresó el riesgo de que la guerrilla nos abordara en una curva y nos pusiera a caminar monte arriba. Ante la petición de que nos dejara volver a San Vicente antes de que anocheciera, el comandante a cargo no aceleró el trámite. Encontramos a San Vicente preparándose para la fiesta.