“El Tupí-Nambá conserva su fragancia y su leyenda como no lo conservaría en ninguna parte”.
Es un poco arriesgado hablar sobre la gran nostalgia que siento del Café Tupí Nambá. Nunca estuve allí, no lo conocí, pero las letras que lo nombran me animan a referirme al lugar, además por las ganas que me sobrepasan de conversar con mis amigos y por la delicia de tomar café. Aclaro que no soy tan buena bebedora como Voltaire-François-Marie Arouet, enciclopedista, personaje de la ilustración, ferviente consumidor de café y gracias a él lo conocieron en la corte de Federico de Prusia, por eso su busto sobresalía en el ambiente del Tupí Nambá.
Hay quienes sostienen que los salones de café han sido de cierta manera un rito de iniciación para los varones, y cito a Ida Vitale, escritora uruguaya galardonada con el Premio Cervantes, entre otros, quien cuenta: “Mi marido me decía que hace falta estar en una rueda de café de hombres solos para darte cuenta de que existe el machismo”.
Pero sigamos, era un sitio visitado por Jorge Luis Borges, y dice el autor de una de tantas crónicas que leí sobre el café, que su presencia fue la que lo hizo famoso1. Voy a tomarme una licencia literaria para sentar junto a Borges —aunque no sé si pudo suceder— a China Zorrilla, uruguaya, una artista de teatro muy importante, y quiero hacerlo porque su abuelo Juan Zorrilla de San Martín es el autor del poema épico Tabaré.
El asunto es que en alguna de tantas veces que Borges visitó Uruguay —y esto lo contó China Zorrill—, “estaba en Montevideo con un grupo de muchachos de teatro y críticos de literatura, de esta visita supo ella y fue a saludarlo, los anfitriones la presentaron como la nieta de Juan Zorrilla de San Martín autor de la gran epopeya del Uruguay, entonces Borges recitó de memoria los 4.736 versos de Tabaré”, ante el asombro de todos. Dice la actriz que los aplausos resonaron y “fueron los más grandes que recibió mi abuelo”. Así empieza:
Levantaré la losa de una tumba;
e, internándome en ella,
encenderé en el fondo el pensamiento,
que alumbrará la soledad inmensa…
La actriz española Margarita Xirgu cuyo nombre está escrito en palabras mayores también tenía allí su butaca. Bajo la dirección de Federico García Lorca estrenó muchas de sus piezas teatrales , Mariana Pineda con decorados de Salvador Dalí, La zapatera prodigiosa y Bodas de sangre, por ejemplo. Se exiló en Uruguay durante la dictadura franquista, allí murió.
No era raro ver al frente de una taza de café a Ildefonso Pereda Valdés, impulsor del estudio y de la difusión de la cultura y de las tradiciones afrouruguayas.
La Generación del 900 aporta una lista de importantes autores, José Enrique Rodó, autor de Ariel, un ensayo publicado en 1900, la poeta Delmira Agustini— víctima de feminicidio en 1914—, Horacio Quiroga , María Eugenia Vaz Ferreira y Florencio Sánchez; estos son algunos de los nombres que tuvieron el café como academia, donde además de sostener discusiones y críticas, se leía en voz alta y se escribía, teniendo de marco un decorado al mejor estilo francés, con cristalería, cortinas y rosetones de refinado gusto. Según se dice en la revista Guanín, “fueron los artistas y estudiantes de la escuela de Artes y Oficios fundada por el pintor Pedro Figari los autores de la ornamentación” de este emblemático café.
Son tantas las anécdotas que se desprenden de la vida de aquellos salones que habrá que seleccionarlas, esta me parece digna de presentación: “Unos años después, hasta en el más “serio” Café Tupí-Nambá no era bien visto el ingreso de una mujer, algo que cotidianamente desafió la jovencita Blanca Luz Brum, “la única poetisa que se animaba a entrar sola al Café, siempre mordisqueando un membrillo, y en pos de Parra del Riego, con quien estaba de novia”. Con todo, y si le creemos al narrador—testigo—, la osadía de la poeta no era tanta porque iba en su condición de “mujer de”2. Es relevante agregar que este escritor de nacionalidad peruana es autor de la obra de teatro La verdad de la mentira y exaltó con su pluma la vida del futbolista uruguayo Isabelino Gradín, “llevaba el balón de futbol pegado a sus zapatos y dibujaba goles y deslumbraba con su gambeteo”, según nota de la Revista Atenea (publicada por la Universidad de Concepción de Chile).
Quedaron notables registros fotográficos que solo muestran figuras de los más representativos varones del mundo político, intelectual y artístico, no era extraño ver a Carlos Gardel y su barra de amigos llegar al sitio . Según los cronistas, las mujeres eran escasas.
Ya de salida es justo hacer memoria de Francisco San Román, inmigrante español que abrió el café en 1889. La pátina del tiempo le sumó al café Tupí-Nambá el adjetivo “viejo”, además porque había un gemelo en otra calle. El nombre según San Román, “es un homenaje a los indios Tupí Nambá del norte de Brasil en la provincia de Bahía, guerreros que pelearon unidos por su suelo, hasta que fueron dominados por los portugueses” 3.
Paso a dejar esta nota que es también un lamento “El añejo y clásico café Tupí Nambá, con su amplitud rumorosa, su penumbra coloquial, su condición permanente de microcosmos del diálogo y el Intercambio cultural, cerró sus puertas en 1959, privando para siempre a Montevideo de su café paradigmático, que significaba para esta ciudad lo que el Tortoni para Buenos Aires, la confitería Colombo para Río de Janeiro, el café De la Parroquia para Veracruz, el Florlan para Venecia, o el San Marco para Trieste. Ese atentado a nuestra identidad y a la estética urbana tuvo lugar en los albores del "modernismo carmificante" de los años sesenta, poco tiempo antes que desapareciera también el viejo Mercado Central y gran parte de la tradicional rambla de Pocitos”4.
Con temas aplazados para otro artículo, quienes visitan Montevideo solo pueden acudir al recuerdo de quienes lo vivieron y a la nostalgia de un tiempo que ya no se puede vivir. Quedaron en la memoria los nombres de García Lorca, Clemenceau, Anatole France, Zamacois, Benavente, García Sanchiz, Gómez de la Serna y muchos más; algunos siguen imaginando las ocurrencias del gran dramaturgo Florencio Sánchez que retumbaban en el salón.
(1) Cafe Tupí Nambá - Montevideo Uruguay
(2) Rocca, Pablo. Dos cafés, una cultura urbana (Lugares del “Polo Bamba” y el “Tupí—Nambá”: los hermanos San Román)
(3) Ídem
(4) Alejandro Michelena
Nota. Tabaré es considerada por el autor como una obra producto de su juventud— tenía veinte años— y agrega que ya en su madurez intelectual no lo escribiría.
El poema se menciona porque tiene valor literario de consideración, por la métrica, pues quienes lo han estudiado dicen que recibió influencias de importantes autores de la literatura clásica.