El burro, asno, jumento, borrico o pollino (Equus africanus asinus) es un animal doméstico de la familia de los équidos.
Los ancestros silvestres africanos de los burros fueron domesticados por primera vez a principios del V milenio a. C.,prácticamente al mismo tiempo que los caballos de Eurasia, y desde entonces han sido utilizados por el ser humano como animales de carga y como cabalgadura. La aparición de la maquinaria agrícola ha supuesto un descenso considerable en sus poblaciones.
A esto se le suman todas las aberraciones inimaginables que existen en el extraño imaginario del ser humano, mentes perversas que se aprovechan sin sentido de seres indefensos como los burros.
En Colombia en general existe una errada cultura y pensamiento que aparta y olvida las necesidades de dichos animales, reduciéndolos para ser usados desmedidamente llegando hasta la muerte segura que tienen por no contar con ningún cuidado para ellos, cayendo en manos inescrupulosas que los desechan como basura cuando ya no pueden seguir utilizándolos para todos los fines de “trabajo” forzoso a los que son destinados.
Los burros y mulas hacen parte de la historia cultural de América Latina desde la época de la independencia. Son símbolos de trabajo y fuerza.
No obstante, estos animales podrían desaparecer en los próximos años a causa de su explotación, los efectos de la modernización y la falta de interés por reproducir estas especies.
En el mundo solo quedan alrededor de 40 millones de burros y mulas; en países como México su población se ha reducido de un millón y medio de ejemplares registrados en 1991 a 300.000 en la actualidad. Ante esta situación en ese país existe un santuario encargado de protegerlos, al igual que en Inglaterra, España y Suiza.
En Colombia, aún no se conocen estudios recientes que hablen sobre esta población, y tampoco existen entidades ni grupos de conservación sobre estas especies.
No obstante y a pesar de los nuevos vehículos automotores que ayudan a la labranza de la tierra, cientos de campesinos colombianos continúan utilizando sus burros y mulas como animales que impulsan su desarrollo y crecimiento.
En el año 2020 en el municipio de Subachoque en Cundinamarca se celebró el primer festival del animal de carga.
Para enaltecer la labor de burros y mulas y su papel en nuestro país, se ha creado en Colombia el Primer Festival Internacional del Animal de Carga en el marco de la campaña “VOLVAMOS AL BURRO”, iniciativa de COATI KITE, una empresa privada que busca incentivar el cuidado, protección y conservación de estos animales en el país.
La primera entrega de este festival se realizó el pasado 7 de marzo de 2020 en la plaza ganadera del municipio de Subachoque, Cundinamarca y para su realización se cuenta con diversas alianzas estratégicas que apoyarán el objetivo de este festival.
Médicos veterinarios de la Universidad de la Salle estuvieron realizando valoraciones gratuitas, vacunación y pruebas de anemia infecciosa equina a los más 30 burros y mulas de la región que hicieron parte de este encuentro.
Además, se entregó alrededor de $1.000.000 de pesos en efectivo entre los dueños de burros y mulas que asistieron con sus animales representando de la mejor manera a los antiguos arrieros de Cundinamarca.
En la costa caribe colombiana los burros se usan para todo, hasta para tener sexo, es una total aberración “cultural” que pasan de generación en generación olvidando que estan usando a un animal para satisfacer sus bajas y perversas necesidades sexuales, es una parafilia llamada zoofilia que consiste en la atracción sexual por parte del ser humano hacia los animales, una desviación que solo muestra la falta de educación e ignorancia ante este hecho.
Las personas en su mayoría no tienen conciencia acerca de este flagelo ya que siempre que escuchan hablar del tema se ríen o lo toman de manera jocosa escondiendo el verdadero significado de tal conducta que casi siempre proviene del sexo masculino.
Abordar el tema de burros actualmente involucra dos connotaciones, una muy alegre que tiene que ver con cría y mejoramiento genético, la otra es macabra, la extinción de asnos para suplir la demanda china de cuero de donde sale el espeluznante ejiao, una medicina gelatinosa obtenida a partir de la epidermis del cuadrúpedo, a la cual le suman incontables beneficios como el potenciamiento sexual, suplemento para atacar la anemia, retraso del envejecimiento y otros favores medicinales entre los que se adicionan el paliar los efectos de los tratamientos contra el cáncer, ya que hace llevable la quimioterapia.
La demanda es tan grande que se hace necesario suplir el mercado del ejiao con por lo menos 4.8 o 5 millones de pieles anuales. A tal grado llegó a crecer el mercado que hubo países en donde fueron autorizados mataderos para exportar asnos con sus respectivos derivados, una víctima más de la medicina china y unas creencias que se llevan por delante fauna y flora sin recato alguno.
Colombia no es ajena al problema y por ello en la Costa Norte en donde está la base genética asnal, la disminución de asnos es preocupante porque los han matado para vender su carne y claro está, su apreciada y cotizada piel.
El experto y juez nacional de equinos muy conocedor del tema animal Luis Horacio Vélez dijo que el burro costeño tiene sus raíces en Italia, más exactamente en Nápoles en el sur del país europeo.
Esos équidos, añadió Horacio, son de una rusticidad admirable sin dejar apartar su increíble capacidad de carga y trabajo. Es un acompañante ideal, apuntó, aguanta hambre con el dueño y están siempre en las buenas y en las malas. El burro costeño es el verdadero burro criollo colombiano con cédula napolitana en sus inicios, totalmente lleno de nobleza y mansedumbre.
Asmurales, asociación colombiana de criadores de asnales y mulares aseguró que más del 90 por ciento de los tenedores de asnales y mulares son personas de estratos muy bajos y por ello se busca rescatar unas cualidades sintetizadas en burros. El trabajo es todo, pero la asociación busca concientizar a la gente para que no sacrifique estos ejemplares destinados a la fabricación de embutidos o para vender su piel a China, se trata de un patrimonio nacional que no puede desaparecer.
Ni la tecnología ni las motos han acabado con el burro, hay zonas alejadas con terrenos extremadamente escarpados en donde solamente llegan burros y mulas como pasa con los pueblos de las montañas de Boyacá y Santander, por citar algunas regiones.
En este caso los campesinos de esas regiones del país cuidan a estos ejemplares ya que son conscientes de su increíble ayuda en las labores del campo. Los mantienen bien cuidados así como si fuese un perro domesticado.
No existe diferencia alguna entre el trato que deben darle a los animales, más aún cuando diariamente aportan calidad de vida asegurada para los habitantes de zonas de difícil acceso, siendo los burros sus aliados en la obtención del sustento diario.
Asmulares reconoce que su filosofía es animalista y en defensa de los equinos, asnales y mulares, por cuanto considera que estos semovientes al servicio del hombre deben ser tratados de manera racional y con el mayor respeto, un vínculo que dignifique la vida de unos cuadrúpedos que han estado desde siempre construyendo pueblos, economías y sociedad.
Hay familias que dependen para su supervivencia del siempre dispuesto lomo de la mula.
Es necesario por parte del gobierno actual que se de prevención absoluta a favor de los burros, puesto que con el uso desmesurado está acabando silenciosamente con la vida de éstos. No más abandono, no más maltrato, no más crónicas de una muerte anunciada.
Es momento de alzar la voz por estos inteligentes animales de los cuales se tiene una idea errónea globalizada sobre su inteligencia, en este caso es mejor pensar que los seres humanos somos más burros que los propios burros por el pensamiento retrógrado que no los deja progresar.