Un día de junio Jota Mario Valencia sintió que habían sido suficientes 40 años estando al frente de los televisores del país. Su ciclo en Muy buenos días, el programa que presenta desde el 2002, el año que regresó de Estados Unidos después de haber permanecido allí más de un año, huyendo de unos chantajistas, había terminado. El bajo rating y el cansancio de sus sesenta años, empezaron a hacerle mella. El coordinador de programación de entretenimiento en RCN, Iván Lalinde entendió que sin Jota Mario el programa no tenía ningún sentido.
Los tropezones en la vida no le faltaron nunca. Tenía nueve años y quería ser bacteriólogo por una sola razón: mirar a través de un microscopio. Una tarde de 1965 su hermano le pidió un favor, ayudar a desamarrar un nudo que se le había incrustado en su zapato. El niño Jorge Mario Valencia Yepes tomó unas tijeras para ayudarse. Tiró con fuerza de una de las puntas de la tijera. Su hermano vio como las tijeras se incrustaban en su ojo izquierdo. La reacción de Jota fue tirar de ellas. Espantado vio como el nervio óptico se salía de su cuenca y le colgaba. Su papá, en medio del horror, lo recupero y salió con el niño para el hospital donde después de doce cirugías recuperó el 15% de la visión.
Jota a los 15 años con tres de sus cuatro hermanos y vistiendo unos imposibles pantalones botacampana a cuadros. Ya trabajaba en radio protagonizando radionovelas
Sufrió. Todos sus sueños se desplomaban. El único consuelo era la radio que escuchó día y noche en el año que duró tendido en una cama recuperándose. La escuelita de Doña Rita, Montecristo, Kaliman, a Jota no le interesaba tanto la trama sino saber cómo se conseguía la magia, cómo funcionaba la radio. De regreso, en el colegio lo esperaba el matoneo.
Le decían el Tuerto Valencia y le restregaban que su familia pasaba por un mal momento después de haber tenido un acomodado abuelo materno fundador de almacenes Ley. Sus papás hacían maromas para mantener a 10 hermanos y Jota Mario tuvo que vender bufandas en el centro de Medellín para ayudarse. A los doce años pasó al Liceo Salazar Guerrero donde la pasó mejor. Pero su mejor momento era al terminar el día cuando pasaba por las oficinas de Caracol Radio en Medellín y veía a los locutores detrás de un vidrio grueso. Se deleitaba frente a uno de sus ídolos, Jaime Barona Home.
Una tarde, en pleno aguacero, el locutor conmovido por el niño que se mojaba inclemente, lo hizo pasar a la cabina. Empezaba una larga y exitosa carrera en los medios nacionales. Comenzó por imitar la voz de un niño en una radio novela y luego un papel menor en la serie La ley y el hampa. A principios de los setenta dio el saltó a la televisión. Jota soñaba con Animalandia el programa infantil que conducía Pacheco. Una tarde se ganó una tunda de su mamá cuando lo descubrió desarmando el televisor porque quería meterse adentro del programa. Una locura que revelaba una determinación y una obsesión que vivir en provincia no se lo iba a impedir.
Con 22 años viajó a Bogotá. Se matriculó en Comunicación social en la Universidad de la Sabana y tuvo su primer chance de aparecer en televisión en 1979, en una entrevista callejera al poeta Mario Rivero
Se estrenó luego como presentador del noticiero de la programadora Promec y luego pasó a dirigir el noticiero con un sueldo de $ 7.500 con el que ayudaba a sus hermanos en Medellín. Cuando vio la oportunidad los invitó a Bogotá a conocer Inravisión, entonces en la carrera 7 con calle 24 en pleno centro.
Pacheco seguía brillando y su programa concurso Cabeza y Cola barría en audiencia. Los días no eran fáciles para Jota Mario, a quien aún no lo reconocían en el medio, así que terminó sentado en el público junto a su mamá. Por un golpe de suerte el negro Mina, uno de los camarógrafos más legendarios de la televisión nacional, giró con brusquedad y lo enfocó. Jota Mario, cuatro décadas después, aún no olvida las palabras de Pacheco, su maestro y amigo: “Con nosotros está el joven Jota Mario Valencia, director del programa Valores humanos, es un muchacho que me recuerda a mí cuando empecé”. Las lágrimas se le escurrieron a su mamá y luego vino el abrazo. Nacía una de las sociedades más recordadas que se convirtió en tripleta en 1988 cuando se unieron a Gloria Valencia de Castaño para realizar Los tres a las seis
Admirado y odiado casi que, con igual proporción, Jota Mario forma parte del imaginario cultural colombiano. A finales de los 80 creó un programa llamado Dominguísimo. El fuerte era una sección llamada Solteros sin compromiso, un formato que copiaron en todo el continente
Padre de dos hijos de su primer matrimonio, María José, una sicóloga que vive en Richmond Estados Unidos y Simón, cineasta radicado en la Florida, Jota volvió a enamorarse hace diez años. Por cuenta de la telenovela Amor a mil, entró en su vida Gineth Fuentes. Un amor que se impuso a pesar de los 30 años de diferencia y la oposición inicial del suegro.
Los últimos 16 años han estado marcados por el programa en el que se despide de RCN: Muy buenos días. Fue el rey de la mañana hasta hace tres años cuando el matoneo en redes lo empezó a amargar. Inmune a la crítica no resistió, los memes, las burlas. Y la inexplicable asociación con el Uribismo. Jota se cansó.
Lo espera su casa en las afueras de Bogotá, la sazón picante de sus sartenes y los ángeles que lo inspiran para escribir. Su loa las Cosas inútiles se convirtió en una enciclopedia que ya va en el tercer tomo. Probablemente no volverá a encender un televisor.