Una de las luchas más arduas del feminismo está en la transformación de los estereotipos de género, que se reproducen y naturalizan en la cotidianidad. Influenciándonos, entre otras cosas, a través de la televisión, estos estereotipos ocasionan violencias simbólicas y físicas.
Hablaré de la televisión que, amparándose en el regazo de los contenidos de ficción, caso serie El Bronx de Caracol Televisión, nos representa a la mujer como objeto sexual, como un ser débil, menos capaz e inferior al hombre. Me refiero de manera específica, al paralelo que realiza la serie entre la figura del varón y la mujer policía:
De un lado, los policías hombres, representados en los personajes del mayor Tovar y el teniente Neira: efectivos, inteligentes, valientes oficiales que durante años realizaron una labor de preparación mental, física, emocional y hasta artística para ejecutar una importante misión de infiltración en la calle El Bronx. De otro lado, la policía mujer, representada en la Capitán Andrade, a quien aparentemente muestran como una heroína, mujer fuerte y eficaz, pero que para realizar la misma labor de infiltración que sus compañeros, la salida que encuentra es seducir y acostarse con el jefe de la red de criminales de El Bronx (capítulo 43 de la serie).
Es innegable que la televisión es un medio de identificación. Por ello, en un país donde los reportes de Medicina Legal muestran 1724 mujeres asesinadas en los últimos 2 años y donde en enero de este año, el Dane no solo revelaba un aumento en la tasa de desempleo sino en la brecha de género, considero importante la regulación de contenidos de ficción cuando se haga referencia a la mujer. Las historias deben ser contadas desde la orilla de los derechos de las mujeres y consolidar representaciones de la mujer con garantía de derechos, así como sucede hoy en día con los contenidos regulados sobre la infancia y la adolescencia. Por eso sería complejo mostrar a algún niño “echando vicio” en El Bronx y más complejo aún, mostrarlo en esa situación sin que se haga alguna reflexión o cuestionamiento al respecto.
Se me refutará, como lo hizo Amparo Pérez en su respuesta a mi queja ante la Defensoría del Televidente que en la serie no hay discriminación porque “la Capitana Andrade fue finalmente la que lideró la recuperación y liberación de algunos de los secuestrados” o que “como la vida misma todos los personajes atraviesan momentos difíciles y no por eso podemos comparar la ficción con la realidad”. Esto es cierto, pero lo cuestionable no es en sí la relación sexual que mantuvo ella, lo cuestionable es que lo hagan parecer, naturalmente, como parte de su oficio policial sin existir reflexión sobre el accionar del personaje. Por el contrario, en el capítulo 68, cuando se le interpela a la Capitán la posibilidad de que su embarazo sea producto de esa “noche de pasión”, ella dice textualmente “lo de alias Manolo fue todo un operativo y como mujer que soy y profesional tomé todas las precauciones”. ¿No reafirma con esto el guion un mensaje de que la mujer en su ejercicio profesional es objeto sexual?, ¿acaso a las policías solo les queda seducir y acostarse con criminales?
Insisto, la parte “heroica” que se le adjudica al personaje es solo apariencia. Lo claro es la violencia simbólica ejercida contra la mujer, normalizando comportamientos que refuerzan prejuicios en torno a los medios que tenemos las mujeres para conseguir fines. Más aún, teniendo en cuenta que se habla de un campo profesional tradicionalmente masculinizado y hasta hace poco conquistado por mujeres, ¿no podía simplemente optar ella, desde un inicio, por una labor de inteligencia policial sin tenerse que llevar a la cama al delincuente?
Con esta serie no solo se deja de representar la labor de mujeres que trabajan en esta institución y similares, posiblemente también se desprestigia el trabajo que en la vida real realizan personas como la Brigadier General Juliette Kure, primera mujer en dirigir la escuela “General Santander”, o de la Coronel María Emma Caro Robles, primera jefe de Contrainteligencia en la Policía de Colombia. Historias como la de El Bronx seguramente alimentan la imaginación de más de un macho que piensa, de manera sarcástica y morbosa, sobre las oficiales en la vida real, “pero ¿cómo habrán conseguido su ascenso?”
Escribí a la Policía Nacional y a la Brigadier Kure para que se pronuncien públicamente sobre la personificación hecha en la serie. Es deber de la institución policial exigir una representación televisiva digna del trabajo que realizan las mujeres en ella, que lejos está de ser como el de la Capitán Andrade en la serie. Aún espero este pronunciamiento.
Es necesario que la lucha por la igualdad de género se dé desde diferentes frentes e instituciones. Por ejemplo, en España y Argentina, aunque de reciente conformación, ya existen organizaciones de mujeres con perspectiva de género dentro de la fuerza pública (Policía y Ejército) que empiezan a pelearse sus derechos, tanto dentro de sus medios laborales como fuera de ellos, sumándose a demandas más generales de derechos para la equidad.
Como ciudadana y mujer exijo un esfuerzo de la televisión para orientar sus contenidos respetando nuestros derechos. Esto implica dejar de reducirnos irreflexivamente a objetos y productos de consumo, menospreciando las capacidades de la mujer en relación con las del hombre. Ese tipo de situaciones en la pantalla chica, no contribuyen con la prevención de la violencia y sí, en cambio, con el aprendizaje de estereotipos de género que reproducirán la violencia y la falta de oportunidades para las mujeres en el futuro.
Invito a sumarse a mi exigencia a la institución policial, a la brigadier y demás mujeres de la fuerza pública, a las organizaciones de mujeres, a la ciudadanía en general y a los medios de comunicación. Porque desde diferentes frentes tenemos que luchar para eliminar la inequidad de géneros que tantas vidas nos cobra en pleno siglo XXI.