La pregunta parecía sencilla. Estaba dirigida a un grupo de 247 estudiantes de bachillerato de la población de Guapi: ¿Cuántos están contentos de vivir aquí? Solo unos pocos levantaron la mano. El resto se miraba y los gestos en sus rostros decían más que las manos alzadas.
Guapi, Cauca, es un pueblo ubicado al suroeste del país, al que se llega por el océano Pacífico desde Buenaventura, o vía aeropuerto de Palmira, Valle, cruzando por aire las selvas de la cordillera occidental. Guapi no es un lugar rodeado de agua por todos lados, pero las condiciones de acceso lo convierten en una isla especial, características que comparte con otros pueblos de Colombia donde el Gobierno ejerce sistemáticas estrategias de aislamiento y olvido.
Guapi no tiene alcantarillado, posee un precario servicio de agua, cuya potabilidad genera dudas; una energía que se va cada vez que el combustible escasea o mientras llega la siguiente embarcación con ACPM de Buenaventura. En ciertas calles, se mezclan olores de cocidos de comida con una variedad de pestilencias. En esas condiciones pasa la vida en Guapi.
Al músico y compositor Hugo Candelario le escuché decir que las músicas reproducen la tranquilidad del paso del río Guapi por las orillas de ese pueblo donde él nació y creció.
Al ver los rostros de aquellos jóvenes que no levantaron la mano, entendí que en aquellos rostros desconcertados, se insinuaba la idea de salir, de buscar en otro espacio lo que ni Guapi ni el Pacífico han podido ofrecerles.
Muchos de esos jóvenes piensan que el camino para cruzar la cordillera o atravesar el Pacífico es la fuerza de sus músicas y su cultura, tal como lo hizo Hugo Candelario hace más de dos décadas, como lo hizo la cantadora Benigna Solís a comienzos de los 80. Como lo decidió el viejo Gualajo, el rey de la marimba, hace un par de años. También lo hizo Máximo Torres, una voz diáfana y versátil que acompaña a Hugo Candelario en sus giras y conciertos.
Las oportunidades en Guapi son pocas para esos jóvenes con sueños. En el desespero por alcanzarlos, es posible que la ruta los lleve por caminos degradantes o ilegales.
Las tropas del Ejército que patrullan las calles generan una atmósfera tensa. Hay presencia de guerrilla y bandas criminales, pero el rio sigue pasando sereno frente al pueblo.
Andrés es un joven nacido en Guapi. Toca la marimba hace más de cinco años. En la pasada versión del Festival Petronio Álvarez obtuvo el segundo lugar como mejor intérprete de su instrumento. Terminó bachillerato en 2013 y aunque sueña con estudiar música, sabe que Guapi no le ofrecerá esa oportunidad. En las mismas condiciones están músicos amigos como Yeiner y Yener, quienes también tocan con habilidad la marimba de chonta.
Hugo Candelario al investigar los contextos donde surge la música del Pacífico, desarrolló la teoría que el golpe que se repite en el bombo del currulao, que describe como la quinta corchea, no es otra cosa que el anhelo de libertad de su gente, la que lucha contras las duras condiciones del lugar.
Mientras el Gobierno programa una nueva brigada de salud, una campaña de vacunación para perros y gatos, el envío de agua potable o nuevos suministros de ACPM para que la luz no se vaya, el bombo del currulao suena y suena para enseñar a otros que la cultura es el camino de las esperanzas.