“¿Pude haber hecho más?” se pregunta generalmente Luis Marulanda en las entrevistas. De pronto, porque por prestarse a atender el peor episodio de terror que ha vivido los Estados Unidos en su historia más reciente, terminó castigado por las leyes migratorias gringas.
Han pasado 20 años, pero al experto en rescates aún se le entrecorta la voz al recordar sus días en la montaña de escombros del World Trade Center (WTC) tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Foto: Archivo
El día de los ataques a las torres gemelas, Marulanda amaneció en un hotel en Queens de pura casualidad. Estaba de visita en Nueva York por un curso para instructores de bomberos. Antes de que la primera torre colapsara, él y todos sus compañeros ya estaban en la primera línea de voluntarios para las brigadas de rescate.
De la tarde del atentado, Luis recuerda su llegada a las escaleras de la torre norte que tiene 110 pisos: "Alcanzamos a subir cinco escalones, nada más. El caos era tremendo, la gente se lanzaba una encima de la otra. Era imposible subir, había una turba humana. Gracias a Dios no nos dejaron subir, porque hubiéramos perecido en el colapso". Al menos 300 bomberos morirían ese día.
El bogotano pasó en la Zona Cero tres meses, primero buscando sobrevivientes, durmiendo un par de horas junto a otros rescatistas en oficinas cercanas desiertas, y luego recogiendo evidencia de todo tipo.
"Vi miembros sueltos, troncos sueltos (...) Vi muchos, muchos cuerpos calcinados que quedaron muy pequeños, reducidos, imposibles de identificar", en medio de un fuerte olor "a pura carne asada", en su primera entrevista que dio el 14 de septiembre, después de cumplir un turno de 40 horas seguidas, entre los escombros en condiciones infernales. "Me tocó encontrar dedos, y un manojo de pelo largo, digo yo que era de una mujer. De ahí sacaban el ADN. Camisas, un brazo, una mano aplastada...", recuerda.
"Vi a una familia mexicana a la cual le entregaron un par de zapatos para enterrar, recuerdo su cara, el traductor les hablaba y la mujer decía: '¿Y usted quiere que me lleve esto?'".
El impacto del colapso de las torres fue tan tremendo que nunca se hallaron los restos -ni siquiera rastros de ADN- de cientos de víctimas. Muchas familias nunca pudieron enterrar a sus muertos. Esta es una de las cosas que más lo perturban todavía, con el recuerdo de las familias de inmigrantes ilegales que, por miedo a ser deportados, no buscaban a sus desaparecidos.
De las Torres Gemelas, le conmocionó "la destrucción gigante, muy, muy gigante, y en un espacio muy reducido". Y el recuerdo de muchos inmigrantes sin papeles que no osaban ni siquiera pedir los restos de familiares desaparecidos por temor a ser deportados. Y de dicho capitulo quedarían secuelas muy fuertes en Luis Marulanda y su familia que requirieron asistencia psicológica profesional.
Además, según ha contado, al no haber requerido una extensión de su visa en los tres meses en que duró su misión de voluntario en Zona Cero tuvo problemas al momento de regresar a Colombia: lo llevaron ante un juez migratorio. "Me quería deportar, decía que yo era un irresponsable, un abusivo. Me prohibió regresar a Estados Unidos durante siete años".
Sin embargo, el 9/11 solo reafirmó la vocación del servicio a la vida que tiene el Marulanda, hoy de 57 años ha sido un héroe incognito en catástrofes en Colombia, Ecuador, Perú, México, Haití y Nueva Zelanda.
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