Camuflado entre la montaña y la penumbra, Neis Oliverio Lame regresaba todas las tardes a su casa sabiendo que no podía dormir en ella. Su papá Manuel Lame, un líder indígena caucano del municipio de Buenos Aires, había emprendido una lucha en el año 77 contra los hacendados de la región que vivían de la madera y los terrajes, una forma de esclavitud contra los indígenas que cultivaban la tierra a cambio de nada. Amenazado por la rebelión que había provocado junto a 40 familias, querían verlo muerto junto a su familia. Manuel Lame esperaba ansioso la llegada de su hijo para esconderlo entre los matorrales a las orillas del río o debajo las frías piedras, con el cuidado de no dejar ningún rastro en el camino.
Neis Oliverio Lame no tenía otro camino que seguir con la lucha de su papá, de su abuelo Roberto León Lame y de su bisabuelo Manuel Quintín Lame, aquel guerrero indígena paez que organizó una "república chiquita de indios" enfocado en la recuperación de tierras y la negación de volver a pagar el terraje. Quintín Lame luchó por el reconocimiento de los indios en Colombia, por la tierra que les habían arrebatado siglos atrás y todavía seguía en manos de unos pocos que negaban incluso su condición de humanos. Sin embargo, Neis Lame agarró camino a los 11 años convencido que su futuro estaba en el estudio. Se fue para el internado de Buenos Aires, a cinco horas de su casa natal. Sabía que de alguna manera solo podía ganarle a los hacendados si llegaba preparado más allá de la fuerza y una buena estrategia de batalla.
Junto a su papá comenzó un duro proceso de recuperación de tierras contra un hacendado llamado Manuel Marulanda, dueño de la tierra en la que vivían y explotó las montañas del macizo caucano para sacar madera, un negocio que todavía domina la región. Las batallas eran a muerte. Así como los españoles perseguían a los indios de las Américas en sus caballos, Neis Oliverio, que con siete años hacía de campanero, mensajero y guardia, huyó decenas de veces de los carabineros que disparaban y mataban a los indígenas que intentaban ganarles un pedazo de tierra a los patrones.
Neis, un apasionado de la filosofía, continuó con sus estudios. Se fue para la Universidad Pontificia Bolivariana para sacar adelante una licenciatura en Ciencias Sociales. Luego hizo una especialización en Gerencia en la Universidad del Tolima y terminó una maestría en la San Buenaventura de Cali. Cuando estaba listo para hacer su doctorado, el Consejo Regional Indígena del Cauca —CRIC— se le atravesó en el camino. Aunque nunca había abandonado su tierra en el resguardo Las Delicias, en Buenos Aires, su liderazgo había estado centrado en una lucha por sacar los aserríos de la región. Para el 2009 era el gobernador suplente de su resguardo, y tuvo que asumir la titularidad cuando los paramilitares mataron a su amigo Samuel Bernández, entonces gobernador de Las Delicias que fue secuestrado por varios hombres en una camioneta y lo tiraron abaleado en una vereda al lado del camino.
Fue en junio de 2017, en el Congreso Indígena realizado al sur del Cauca en Río Blanco, cuando el CRIC lo escogió como Consejero Mayor de la organización. Asumió la tarea como lo habría hecho su papá, que fue gobernador de Las Delicias en los años 90, o su abuelo, que llegó a la región proveniente de San Isidro; o su bisabuelo, un indígena convertido en héroe.
Sobre sus hombros cayó la vocería de la Minga Indígena y Campesina, que se concentró principalmente en El Pital, corregiemiento de Caldono, y asumió la negociación con el gobierno Duque, que envió a la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez para llegar a un acuerdo en medio de los bloqueos a la Panamericana y los duros enfrentamientos con el ESMAD. De hecho, uno de los primeros heridos fue su hijo de 18 años, perteneciente a la Guardia Indígena, que fue hospitalizado durante tres días en Popayán luego de la guerra que se desató en el paso de La Agustina, unos kilómetros antes de llegar a Mondomo, donde se instaló la mesa de negociación.
Radical en su forma de pensar, Neis Oliverio Lame, quien tiene como libro de cabecera las reflexiones de su bisabuelo, decidió sentarse a dialogar sabiendo que iba a ser dura la puja por el cumplimiento de los acuerdos históricamente incumplidos por los gobiernos. Durante los primeros 25 días no parecía haber ningún avance. La relación con la ministra Gutiérrez no iba más allá de la cordialidad que se tienen los rivales cuando se ven obligados a cruzar palabra. Solo hasta el día 27 el camino se despejó. Lame sabía que su gente podía aguantar un mes más en medio del barro y la lluvia, a pesar del notorio cansancio.
Puso por delante la vida de su gente. Para él la orden había sido abrir la vía a sangre y fuego, y aunque estaban dispuestos a luchar, lo único que quería era ver a los pueblos regresar a sus territorios con algo en las manos. El respaldo de 10.000 indígenas y cientos de campesinos y afros concentrados en las montañas del Cauca le dio la fortaleza de sacar la negociación adelante. Ahora, el heredero de Manuel Quintín Lame está a la espera de la llegada del presidente Duque al departamento en donde lo recibirá con micrófono en mano para debatir y firmar el acuerdo después de un mes de Minga.