La semana que pasó le dio oxígeno al Gobierno Petro. Las angustias del caso Nicolás, el hijo no pródigo, no se desvanecen porque el caso es, en sí mismo, escandaloso en el contenido y la forma, por ocurrir en el contexto de una plataforma política aguerrida, supuestamente, en contra de la corrupción. Sin embargo, la temperatura ocasionada por el exabrupto del hijo que no se inmola por el padre sí dismimuye un poco.
La lógica es la de “todos en la cama o todos en el suelo”. O todos en el barro: todas las campañas han recibido billete ilegal. Con o sin narco. Así es muy difícil que alguien se atreva a tirar la primera piedra, a atribuirle exclusividad de ilegal a la campaña del actual presidente, aún con los datos del furioso Benedetti. Como en El expreso de Oriente de Agatha Christie, no hubo asesino del asesino: todos fueron los asesinos.
La volada de los topes permitidos en la campaña electoral es un caso generalizado. No es que no lo supiéramos. Ya en la época de la bonanza marimbera, en los años 70, se sabía de los apoyos non sanctos a los políticos.
Gracias a las revelaciones del caso Odebrecht, al pago de un billete grandecito de parte de Corficolombiana en los Estados Unidos por la vía de un acuerdo en el que se difiere acusarla por sobornos a funcionarios colombianos, se abrió al camino para ratificarse, más o menos de forma oficial, que todas las campañas han recibido, ilegalmente, billete de más. Los datos de la Fiscalía son claros: 3.000 millones para unos, Zuluaga y compañía, tres mil y pico para la campaña de su rival, Juan Manuel Santos.
De esta última campaña, la del 2014, ya su gerente, Prieto, ha pagado cárcel. Inhabilitado por la Procuraduría por 12 años, se le acusa, entre otras, de falsificar los datos de ingresos y egresos, es decir, de lo obvio. Las simetrías suelen llegar. En algún momento ocurrirá con Oscar Iván Zuluaga y, quizás, su hijo. Es probable, también, que por los excesos verbales de Benedetti y de doña Daysuris, el presidente actual de Ecopetrol deba entrar al combo de administradores de campañas acusados.
Me duele el palo a Santos porque considero que el proceso de paz, aun con plebiscito que dio ganador al No, vale toda la pena en un país golpeado por décadas de violencia. La carátula del “Nobel de Odebrecht” de la revista Semana es terrible y obedece a la misma lógica: no solo en el Centro Democrático se cuecen habas. Usted también…
Paradójico que el hijo del senador que hizo denuncias de masacres y corrupción, del matrimonio entre políticos y paramilitarismo, sea una muestra más de la cultura de la ostentación y vehículo de la volada de topes en las campañas
Ernesto Samper ya lo ha repetido varias veces en estos días, y no le falta razón: el dinero del narco penetró todas las campañas. La pregunta, la del cardenal, sigue vigente: ¿Nadie vio el elefante? La suma de dirigentes políticos del 8.000 financiados por el narco, muchos de ellos de elites regionales tradicionales, anticipan la declaración, años mas tarde, de Mancuso: “El 35% del Congreso fue elegido en zona de influencia de las AUC”.
El lío con lo de Odebrecht y Corficolombiana es que hablamos de empresariado que se precia de serio. Grupos que, podría decirse, representan la modernidad. La entrevista a José Elías Melo, expresidente de Corficolombiana, genera la imagen contraria: traiciones, chivos expiatorios, cinismo, sobornos, propios de una banana republic de los 50.
Volviendo al gobierno actual, es demasiado paradójico que el hijo del senador que hizo en su momento denuncias de masacres y corrupción, del matrimonio entre políticos y paramilitarismo, sea una muestra más de la cultura del enriquecimiento veloz, de la cultura de la ostentación y vehículo de la volada de topes en las campañas.
Entonces uno se pregunta por qué se dice que Colombia es resiliente. La única respuesta es que la gente colombiana sale adelante porque trabaja con tesón, por emprendedora, en medio de las mayores adversidades, sean las del conflicto, la economía y la inequidad.