Revisando twitter me encontré con esta perla:
Entonces uno se pone a pensar. Rico que Uribe se fuera a su finca en Rionegro, lejos de las intrigas políticas y allí, mirando el verdor de la montaña, mate a caladas profundas, asmáticas, al más suculento y gordo de los porros. Colombia sabe de su seriedad, del odio profundo al caos, al rock, al arte en general. Sabe de su devoción al Niño Jesús de Praga y al trabajo. Por eso, antes de la pandemia, andaba en crocs, porque esa era la única manera de soportar las maratónicas jornadas en donde le daba vuelta, como si de cabezas de ganado se tratara, a sus alfiles en el Centro Democrático.
Uribe ya alcanzó la gloria, fue alcalde, gobernador, senador, presidente, y hasta expresidiario, tiene más de cinco millones de seguidores en Twitter. Si no fuera una fuerza de la naturaleza Álvaro Uribe pensaría en descansar, en retirarse con su escritor fantasma y redactar, en un año, sus espesas memorias. Entre la escritura de los capítulos, debería alejarse al zaguán de la vieja casona de Rionegro, encender y relajarse, quedarse alelado viendo el humo diluirse en el aire y recordar sus años de poeta comunistoide en la Universidad de Antioquia, y enterrar de una buena vez por todos los fantasmas que lo persiguen desde que quiso acaparar todo el poder.
Alguna vez un hippie cantó, junto a su esposa japonesa, que había que darle un chance a la paz. Evidentemente estaba en uno de esos estados mentales que nunca le aceptaría a sus hijos Tomás y Jerónimo. Las gotas que le recomienda su homeópata y que lo mantienen despierto y activo durante días enteros, son la antítesis de los sicotrópicos: no hay contemplación, es pura alteración. Puro choque, puro conflicto. Su médico, si es sabio, debería darle la oportunidad de cambiar las gotas por el humo denso que aspiraba Barba-Jacob, la neblina onírica que se tragaba todos los días León de Greiff, esos paisanos suyos que nunca leyó, esos paisas traidores que nunca supieron lo que era trabajar.
Una Colombia envuelta en una nube de cannabis sería lo único que nos limpiaría de Uribe y su títere. Ahora, que los campos volvieron a teñirse de rojo, que las masacres han dejado de ser noticia, que hasta el invicto Trump ha permitido la legalización de la marihuana recreativa en 15 estados, necesitamos volver a soñar. Mientras el guaro paisa le impulsa a más de uno "el hacha que mis mayores me dejaron por herencia", es necesario hacer una campaña para que Uribe, como tantos otros abuelos, disfrute de la paz de la marihuana. Él también tiene derecho a convertir el Ubérrimo en una Otraparte y caminar descalzo por los pastos. le caerá mejor que el guaro, le apagará todo el odio, todo el rencor, toda la ignorancia. Un Uribe aprovechando las cualidad de la Cannabis es el cambio que necesita el país.