No es fábula, es real, en Bello Juego de Tronos se quedó pequeño, es una serie de viñetas de la imaginación de un principiante. Me disculpan los y las fans de la exitosa serie escrita por el estadounidense George R. R. Martin en 1996 y filmada gran parte en Irlanda. Bello vive una “Larga Noche”, pues el último incidente grave en esta localidad (29/07/2019) lo produjo una de las “casas” del crimen en el municipio a causa de los enfrentamientos por el trono —entre las 5 bandas rivales— y dejó dos personas asesinadas y un niño de 5 años herido por una bala pérdida en un acto de salvajismo.
Los llamados también combos de Bello en su feroz enfrentamiento por el trono de la ilegalidad son una suerte de bestiario criollo, sin escudos, ni banderas, ni animales mitológicos y menos sin dioses, ni horizonte. Son producto de esta sociedad que parte de ella les legítima. Hemos creado unas bestias, que en sí mismas, constituyen una especie única y feroz; y no solo porque usan la violencia directa, ¡no!, también usan la política y el Estado (mismo) para alimentarse y alimentar otras especies.
No es tan desproporcionado lo que escribo, porque hay decenas de casos que pudieran ilustrar esta idea en el país. Por ejemplo, en Bello, tenemos un exalcalde, excongresista de una de las “casas” políticas más representativas del municipio que es prófugo de la justicia. Este poderoso reyezuelo fue financiado por dineros de la delincuencia y mantenido en el poder por otras “casas” a las que nada les importaba el crimen si era para mantener el poder. Esa casa es, en gran parte, responsable del problema actual de violencia y de la lucha del trono delincuencial en Bello. Aquí no están los dragones de la Casa de Targaryen para defendernos y no tenemos cómo hacer frente a los ataques de “los caminantes blancos” que traen muerte a las calles del municipio no en la noche.
No hay que ver mucha televisión para enterarse que en Bello, nos están arrodillando las bandas delincuenciales, los señores de la guerra como en una obra maestra de desgracia y crueldad, mientras los políticos que gobiernan el municipio no les alcanza el día para ser ellos los primeros en arrodillarse y quedarse inmóviles ante la delincuencia organizada. Todos y todas estaremos de acuerdo que en Bello hace falta la autoridad y no solo la de los fusiles de la Policía ni el Ejército, sino la autoridad de la sociedad civil que reclame la paz. Primero, porque se ha gestado una guerra por el trono en Bello entre las bandas en la que los y las bellanitas somos audiencia muda y desprotegida de dicho conflicto urbano armado porque la ciudadanía está siendo víctima y nada pasa, nadie hace nada.
Segundo, un “nuevo actor”, las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, ha irrumpido en escena con un comunicado sin fecha —pero expandido la última semana de julio (anexo 1 Comunicado AGC)— amenazando a 19 personas: jefes de bandas, funcionarios públicos, comerciantes y para sorpresa de la opinión pública a dos gamonales políticos de Bello. Mi interpretación es sencilla. No entiendo como la derecha amenaza a la derecha, y peor aún, la ultraderecha amenaza la ultraderecha. ¿Rodrigo Arango amenazado? ¿William Ortega? Juzguen ustedes. No obstante, no podemos legitimar ninguna violencia, venga de donde venga.
En tercer lugar, es que los jefes de bandas, en sus propósitos bestiales, en otro comunicado amenazante tienen la enorme desfachatez de pedir perdón si “cae alguien inocente” (ver anexo 2 segundo comunicado). ¡Díganselo a la mamá del niño de 5 años que recibió el impacto de una bala perdida! O a toda la gente que corrió en medio de la balacera y porque esto crea más miedo y pésima imagen para Bello.
En cuarto lugar, sé que es injusto y violatorio de los derechos humanos denigrar de una persona al considerarla una bestia, pero es que con la violencia de Bello, ya uno no sabe qué límites cruza con el lenguaje por causa de la indignación, de la falta de solidaridad, por este silencio tan evidente de la sociedad y por la inoperancia del Estado: local, nacional y departamental, por la pantomima de las fuerzas armadas y de policía, que antes sus estrategia nada se resuelve y ante sus ojos los delincuentes se campean como si nada.
En quinto lugar, ¡y peor! una ciudadanía elocuentemente callada y cómplice. En los barrios estas “casas delincuenciales” siguen extorsionando con sus pillastres, aprendices y párvulos de bestias que tocan las puertas de las casas en los barrios, los domingos en las tardes, con sus garras y con sus voces de neas nos dicen: “la vigilancia madrecita”, “la vigilancia cucho” y a menos de 50 metros están los Centros de Atención Inmediata, CAI, de la policía. Aquí con todas las ganas quisiéramos tener lobos huargos. Y ante esta escena uno piensa: la Policía convive con ellos y con nosotros, saben quiénes son esas bestias y no hacen nada. Por este arrodillamiento y soledad a la que nos están condenando estos guerreros y pequeñas bestias que luchan por el trono delincuencial de Bello, me pregunto: ¿cuánto más tenemos que esperar para salir a la calle y decirles a los violentos que ni un muerto más en Bello? Porque la verdad sea dicha, yo no quisiera ser descendiente de los hombres piedra que viven en la ciudad de Los Pesares y ni engendrar, ni alimentar este bestiario que arrodilló al Estado.