No es una hipérbole mencionar que en nuestros días las relaciones interpersonales están determinadas por los sistemas económicos vigentes. El amor, la amistad, el compañerismo, la honestidad entre otros valores, distintas veces sucumben ante intereses netamente monetarios y es así como en términos de justicia, los de ruana son los únicos conocedores de ese concepto. Tal vez debido a lo que entonaba Rolando Laserie en Las cuarenta: “Con mucha plata uno vale mucho más.” Es por esto que un elemento tan sutil, armónico, artístico, apasionado y la cuota inicial para cualquier acto amoroso como el beso, se haya devaluado en estos días, es decir, haya perdido su trascendencia.
El beso dejo de ser protagonista de las canciones. En la actualidad es más desechable y común, se puede comparar con la comida express o enlatada. La palpitante emoción de los besos robados perdió su intriga, ahora es fácil encontrarlo en cualquier noche anónima o anuncio de periódico. Suele ser más un impulso, una “rumbeada” o “entrompada” pero no un lazo sublime, ya no es abismo, sino superficie. Se solía encontrar la dinámica entre vida y muerte a través del beso: “en un beso la vida y en tus labios la muerte.” Pero nuestros tiempos nos demuestran que la rigidez de los valores y las tazas monetarias han hecho del acto de besar un mero intercambio de fluidos orales. Cada ser prefiere tomar el producto-beso, consumirlo, agotarlo pero no caer en lo sublime, a todas estas porque lo sublime, el sello de las relaciones interpersonales implican tiempo, gastos y en muchos casos sufrimiento.
Sin ánimos de entrar a controvertir con el reggaetón, género exclusivamente comercial y light, podemos ver que en estas letras no hay una ponderación al beso como pudiéramos encontrar en elaboraciones líricas previas como la balada, el bolero, el vallenato, el rock, entre otros. Donde el beso, más que representar un mero coito representaba la sublimación del individuo, un estado más allá de lo terrenal. Un beso es una estampa que nos recuerda Juan Luis Guerra en Tus Besos: “Tus besos que me arrullan, me dan la ilusión, bálsamo y perfume pa’ mi corazón”.
Otro ejemplo muy diciente de la importancia del beso lo encontramos en el juego de Cíclopes que nos describe Cortázar en el capítulo siete de Rayuela, esas flores y peces que se intercambian en una sola saliva, han quedado relegados y se han convertido en otra moneda devaluada. Habría que preguntarse quién se preocupa por perfeccionar en nuestros días acelerados el arte de besar. Tal vez una aplicación terminará por separar y hacer más virtual uno de los actos más humanos como el beso. Los últimos humanos seremos vistos como seres prehistóricos que tenían por costumbre intercambiar miles de bacterias mediante una forma grotesca de unir los labios.