Ante la noticia de Jovenel Moise, presidente de Haití, presuntamente asesinado por mercenarios colombianos, la mayoría nos agarramos la cabeza y dijimos “qué horror, qué vergüenza, colombianos”.
Sin embargo, pienso en las familias de esos veintiséis colombianos y en todos aquellos que los vieron partir en busca de mejores oportunidades, y siento su dolor. Media Colombia ya los juzgó, los sentenció y, si pudiera, los borraría del mapa.
Su pasado militar ayudará a comprometerlos y muchos lanzarán hipótesis de todo tipo. Amanecerá y veremos quiénes se benefician con la muerte del presidente, qué papel jugaron los mismos haitianos y los que contribuyeron a que el país fuera aún más polarizado y empobrecido para sacar del escenario a quien pidió a la juventud, a los empresarios y a los haitianos residentes en el exterior comprometerse a levantar al país que se encontraba de rodillas.
¡Ojo, Colombia, que cualquier parecido es pura coincidencia!
Ojalá las investigaciones en Haití no terminen en falsos positivos y estos hombres puedan disfrutar del beneficio de la duda.