La mujer de la taquilla nos pregunta si hablamos español. Aliviados, cansados de pensar en inglés, respiramos y respondemos agradecidos que sí. Pagamos, nos da los tickets y entramos. Al barrio judío de Praga, el mejor conservado de Europa, no se entra gratis. Para ver sus seis sinagogas, su cementerio milenario y sus calles intrincadas hay que pagar.
Así que, después de recibir una kipa que intento ponerme en vano, entramos y vemos el mural. Es una pared de cuatro metros que forma parte de la sinagoga Pinkas, en el corazón del barrio Iosiv, nombre que la comunidad hebrea lE puso al lugar en honor al emperador bohemio que los dejó asentar acá muchos siglos antes de que esto se llamara República checa. Acá todo tiene la importancia de la historia.
Nos emocionamos. En la pared principal del templo están los nombres de los más devastadores campos de concentración instalados por Heyndrich, el consentido de Hitler elegido para poner en práctica el Holocausto. Y alrededor están los nombres de 80 mil caídos. Si uno se concentra bien podrá escuchar el eco ahogado de los gritos espantados de los que eran sacados de sus casas y puestos en trenes atestados de gente que iban a parar a Terezin, Dachau, Treblinka.
Y uno piensa además en Colombia. ¿Eran tan difícil que Doris Salcedo dejara a un lado sus ambiciones artísticas para hacer algo tan concreto, espeluznante y certero como es nombrar a la víctima para que su espíritu no se borre jamás?
No, a ella le pareció mejor fundir las armas de las Farc y hacer un piso con ellas. Otra oportunidad perdida.
Construir un lugar en donde exponen artistas parecidas a ella. Lejos de los intereses del colombiano promedio quien es el que debe conocer la historia para no olvidar la jamás.
La sinagoga Pinkas con sus 600 años de historia le abre paso al viejo cementerio judío de Praga, construido en el siglo XII y en donde está enterrado Judá León, el mismísimo rabino que con sus manos y su barro construyó el Golem, la criatura mitológica más famosa de Praga.
En esta piedra que es su tumba la gente da moneditas para comprar sus anhelos. La visita, que nos llevó hasta la sinagoga española, ampulosa y soberbia, se retrata en este video: