Yo aprendí a disfrutar de las pequeños cosas de la vida, como las lentejas o lo divertido que puede ser sacarse las horquillas del pelo durante horas. También aprendí que todo es más fácil si estás borracho, que los bares son las almas de las ciudades. Que pegarse un solo tiro es de tacaños o de suicidas primerizos. ¿Qué hace a un hombre feliz? ¿Qué cosa, entre tantas cosas y sentimientos y placeres ocultos puede develar eso que se esconde bajo la piel de todos los hombres? El bar de las grandes esperanzas, la reciente novela del premio Pulitzer J. R. Moehringer, busca responder estas preguntas desde adentro, desde el tufo que destila alguien que bebe y camina y ama. Este es un libro sobre hombres y bares. Sobre amistad, borracheras, y resacas. Es un libro sobre la tristeza y la rabia, sobre la lucha diaria de todos nosotros para superar el dolor. Una novela que habla de familias, sobre el amor, la locura, las ganas de dejarlo todo. Pero sobre todo es un libro que habla sobre hombres y bares.
Todo ocurre en un bar, el Dickens en Nueva York, un tugurio oscuro “famoso por dos cosas: el lacrosse y el alcohol”. Ese bar es la trinchera diaria de un hombre: JR, que en nuestro caso sería el mismo J. R. Moehringer, porque este es, ante todo, la biografía de un hombre. Cuenta algo que sucedió en la realidad, aunque navegue en la ficciónde forma maravillosa y contundente. El bar de las grandes esperanzas es una forma poética de atisbar la vida, de arrebatarle la sobriedad y la cordura, un mito fatalista de un hombre que se tambalea, vomita y vive. Los recuerdos de unos cuantos dipsómanos estrafalarios con el culo pegado a la silla de un bar. Este es un libro sobre la vida y la vida como toda buena borrachera deja estragos, cicatrices que se arrastrarán por el resto de nuestras vidas. No es que Moehringer no diga la verdad, es solo que el autor, como decían de NikCohn, “nunca deja que la verdad estropee una buena historia”.
El libro cuenta la historia de JR, un niño neurótico y sensible, sin padre con una madre aburrida, apabullada por la vida. Una caótica familia. Un apellido raro del que todos se burlaban. Ese niño anda desesperado por encontrar una familia, un hogar, “y hombres. Sobre todo hombres. Los necesitaba para que me sirvieran de mentores, de héroes, de modelos a seguir”. JR halla a todos esos hombres en el Dickens: a su tío Charlie; al ente-casi-divinizado que es el dueño, Steve, y también a Colt, Joey D, Bobo, Cager y Poli Bob y los demás.JR narra el paso de púber adoptado por una pandilla de borrachines a borrachín consagrado, el descubrimiento de que su padre (locutor de radio) es un hombre violento y horripilante, la relación con su madre, los líos sentimentales, su extraño paso por The New York Times y, sobre todo, cómo aquel niño triste va haciéndose hombre. Moehringer relata todo ello con emoción, humor, y un prodigioso oído para el diálogo de bar. Además de un palpable amor por todos aquellos charlatanes sedientos con almas amoratadas que se aferran a muerte a sus alcohólicos ritos, vínculos y chanzas. Porque, como dijo Harry Crews, todo aquello “era la forma que tenía un hombre de recordarles a los demás hombres quiénes eran”. Tipos incapaces de decirse que se quieren los unos a los otros, pues, afirma categóricamente Moehringer, “entre hombres, aquellas cosas solo podían decirse en un bar”.
El bar de las grandes esperanzas es un libro que les emocionará hasta embriagarlos de placer, un libro hermoso que sin duda nos dará un golpe a la cabeza. Un libro que nos enseñará que la vida es preciosa si estás un poco ebrio. Siempre.