La cotización del dólar a 4.684 pesos colombianos es una auténtica catástrofe porque nos genera graves problemas para el pago de la deuda externa y porque afecta, además, nuestra capacidad de importar alimentos y toda clase de vitales insumos extranjeros. Una catástrofe que no ha caído como un rayo en un cielo despejado, sino que es por el contrario el producto de una decisión ciertamente histórica y de unas políticas monetarias de largo plazo a las que hay que calificar de ruinosas. La decisión la tomaron los miembros de la Asamblea Constituyente que, entre los artículos de la Constitución política de 1991, incluyeron aquel que consagra la completa independencia de la junta directiva del Banco de la República con respecto al poder ejecutivo, privando así a este último de la capacidad de manejar la política monetaria del país.
Una independencia que venía siendo exigida insistentemente por los neoliberales de aquella época, con el argumento de que la “injerencia” del Ejecutivo en la orientación de la política monetaria tenía inevitablemente consecuencias nefastas, entre las que sobresalía la de causar inflación por exceso de oferta monetaria. Daban por descontado que todo presidente de la república por el solo hecho de serlo era irresponsable en política monetaria. Como aplicados discípulos de Milton Friedman y su Escuela de Chicago creían que la primera obligación del banco emisor era garantizar la salud del dinero.
Pero no tardaron demasiado en cambiar de bando o en callarse cuando el simpático de Bill Clinton se hizo con la presidencia y Wall Street con el control de la política monetaria de los Estados Unidos de América. La Reserva Federal se dedicó entonces a hacer lo que jamás había hecho el presidente Carlos Lleras Restrepo: imprimir dinero a lo loco, en tal cantidad y con tal rapidez que Friedman acuñó la imagen de un Ben Bernanke – entonces presidente de la FED – subido a un helicóptero arrojando desde allí billete a la multitud so pretexto de combatir la recesión. En la puesta en práctica de un keynesianismo cojo sin programas masivos de inversión pública ni subidas de impuestos a las grandes fortunas para financiarlos. Todo lo contrario.
La verdad es que me gustaría ver la cara de los monetaristas de entonces, si es que queda alguno, enfrentados al hecho de que la tan deseada independencia de la junta directiva del Banco de la República nos arroja hoy como resultado la más catastrófica devaluación del peso colombiano de la que tengamos noticia. Ni el presidente ni el Congreso de la república más manirrotos que ellos podrían haber imaginado habría conseguido tan ruinoso resultado. Y que los defensores a ultranza de dicha independencia que no nos vengan ahora con el cuento de que si tal devaluación del peso colombiano se ha producido es por obra de factores externos de muy difícil o imposible control.
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Prácticamente todos los países del mundo han sufrido los mismos trastornos, pero la valoración de sus respectivas divisas no ha caído tan bajo como la nuestra
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O sea, los subsidios masivos durante la pandemia - concedidos por el gobierno con manga ancha a las multinacionales y las grandes empresas y con cuentagotas a la ciudadanía -, y la inflación a escala internacional debida a la ruptura de la cadena de suministros causadas por la guerra comercial con China y las sanciones impuestas a Rusia por la guerra de Ucrania. Prácticamente todos los países del mundo han sufrido estos trastornos, pero la valoración de sus respectivas divisas no ha caído tan bajo como ha caído la nuestra. Para referirnos solo a los países de América Latina fíjense en estas comparaciones. Al día de ayer el dólar se cotizaba a 18, 8 pesos mexicanos, a 182, 15 pesos argentinos y a 5, 12 reales brasileños. E inclusive en Cuba, sometida como todo el mundo sabe a un duro bloqueo, el dólar se cotizaba a 183 pesos cubanos.
Por lo que cabe más que concluir que la catastrófica devaluación del peso colombiano se debe tanto al cheque en blanco que los constituyentes del 91 le extendieron a la junta del Banco de la república, como las decisiones en materia de política monetaria adoptadas por la junta desde entonces. Si sus actuales integrantes tuvieran algo de vergüenza deberían renunciar de inmediato, no sin antes solicitar al Congreso el nombramiento de una comisión que investigue las mencionadas decisiones y proponga una reforma sustancial del estatuto legal de la junta.
