La dimensión catastrófica de la devaluación que hoy padecemos queda completamente en evidencia cuando se compara la cotización de 5.000 por dólar de nuestro peso con las del resto de los países de América Latina. A fecha del 31 de octubre el dólar costaba 5, 29 reales brasileños, 19,78 pesos mexicanos, 156, 01 pesos argentinos, 3,96 soles peruanos y 40,77 pesos uruguayos. Chile rompía la tendencia con sus 942,30 pesos, pero manteniéndose aún muy lejos de nuestro funesto récord que solo era superado por Paraguay que nos aventajaba con sus 7. 321 guaraníes por dólar.
El desplome de nuestra divisa no puede ser achacada en exclusiva a las consecuencias de las draconianas sanciones económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión a Europea a Rusia por la invasión de Ucrania ni a la elevación de las tasas de interés por la Reserva Federal que ha encarecido el dólar. Estos factores adversos han afectado por igual al resto de las economías latinoamericanas, por lo que cabe deducir que si en la mayoría de ellas la devaluación de sus divisas no ha sido catastrófica es porque los respectivos bancos emisores han adoptado o mantenido políticas monetarias mejores, por más realistas o prudentes. Y concluir que el responsable de la traumática devaluación del peso colombiano es el Banco de la República, que no puede echarle la culpa ni a este gobierno, y ni siquiera a los gobiernos de Duque o de Santos, porque desde la Constitución de 1991 goza de completa independencia política. Es por lo tanto obligación de su junta directiva ofrecer explicaciones públicas a unos resultados cuyas consecuencias negativas se ven agravadas por la coyuntura económica nacional sacudida por una prolongada temporada de lluvias torrenciales que tiene al borde del colapso a cerca de 300 municipios del país y afectado seriamente a otros 600. Y desde luego por el encarecimiento del servicio de la deuda externa debido al alza antes mencionada de las tasas de interés decretada por la Reserva Federal.
Cabe sin embargo dudar que la Junta del Banco ofrezca dichas explicaciones y que sea capaz de obrar en consecuencia corrigiendo su política monetaria. De hecho, no ha tenido mejor idea que la de subir las tasas de interés, una medida claramente recesiva, dictada en el momento en que la economía colombiana está amenazada seriamente por la recesión.
Por lo que al presidente Petro le toca hacerse cargo del problema y tomar cartas en el asunto. Y la primera medida, la más urgente, tiene actuar sobre la disponibilidad a corto plazo de dólares para comprar en el extranjero los alimentos que cubran el déficit de producción nacional de los mismos agravado por las cosechas perdidas por la crudeza del invierno. Disponibilidad que puede conseguirse prohibiendo por decreto - en el marco de las facultades extraordinarias de las que el Ejecutivo dispone gracias a la declaratoria de Desastre nacional – la repatriación de capitales y la exportación de beneficios empresariales por seis meses, prorrogables por una vez. Hoy como nunca la alimentación del pueblo colombiano debe primar sobre los beneficios empresariales.
Otra medida es la creación inmediata de una empresa de transportes públicos de carácter nacional que se encargue de gestionar la construcción de grandes obras de infraestructura, como el ferrocarril Barranquilla/Buenaventura, los metros de Barranquilla y de Cali y la construcción de una segunda fase de los metros de Medellín y Bogotá. Obras que de realizarse en régimen de colaboración publica/ privada atraerían importantes volúmenes de inversión extranjera. Y que desde luego son mejor alternativa que la de autorizar nuevas explotaciones de petróleo, vender Ecopetrol o incrementar aún mas la deuda externa.