En la campaña presidencial argentina, Lali Espósito, una cantante y actriz con bastante reconocimiento en ese país y en el mundo hispano-hablante, optó por hacer crítica fuerte y mordaz a través de redes en contra del candidato Javier Milei. Los medios de comunicación, como siempre ansiosos por formar la controversia y el ardid corrieron a preguntarle a Milei qué opinaba sobre todo lo que decía Lali en su contra; el candidato les respondió: “¿Y quién es Lali Espósito?” “Perdón pero no la conozco” “a mi háblenme de Rolling Stones o de la Quinta ópera de Verdi” “la verdad soy idóneo en temas de música popular”.
Naturalmente Milei sabía de quien le hablaban, pero prefirió no entrar en controversia con quien no le convenía o tal vez la consideraba una interlocutora inválida en temas políticos.
Uno de los errores más recurrentes que cometemos en redes sociales, es otorgarle la categoría de interlocutor al primer espontáneo que nos critica; logrando con ello darles el realce que no tienen en medio de su frustración. Peor aún, a veces nos sentimos cohibidos de escribir o expresar algo por miedo al rechazo de los “cibernautas” haciendo con ello que nuestra libre expresión se supedite a la validación de cualquier desconocido, tal vez idóneo en todos los temas. Eso sucede siempre, las linternas suelen molestarse cuando las eclipsa el sol.
Camus decía que a aquel que sostiene que escribe para que “nadie lo lea” hay que respetarlo, hay que admirarlo, hay que quererlo; pero no hay que creerle. Hay muchos que nos expresamos en redes, no precisamente para que nos quieran, sino para eso, para producirles roncha y urticaria-siempre con respeto- a quienes con su odio profundo no hacen sino ratificarnos que de nuevo hemos dado en el blanco.