Las encuestas no se equivocaron. Luego de dejar atrás a los otros candidatos, Duque y Petro disputarán la carrera final hacia la Casa de Nariño. Entre sus seguidores se vislumbra un panorama intenso, agobiante: más insultos, estigmas y miedo. Al parecer será un enfrentamiento fulminante entre dos extremos: Derecha VS Izquierda. No obstante, el candidato de Uribe parte con una amplia ventaja sobre su rival: 14 puntos de diferencia, unos 2.718.439 votos.
Ya empezó el baile de las alianzas políticas: Cambio Radical, la U, un sector del Partido Liberal y la porción del Partido Conservador que hacía falta, se adhirieron a Duque. En esa foto salen juntos Uribe, Pastrana, Gaviria, Vargas Lleras, Ordoñez, entre otros viejitos. Es la imagen del pasado, los de siempre están unidos. Mientras tanto, varios miembros del Polo y del Verde arribaron a la campaña de Petro, quien hasta ahora está confirmando aquello que muchos advirtieron: no crea el suficiente consenso para convertirse en una opción real de poder.
Fajardo y De la Calle anunciaron que van votar en blanco. Ahora el centro se ha convertido en un sector flotante al que todos quieren seducir. Tal vez Duque y Petro intenten moderar sus discursos para obtener nuevos votos, pero será una conquista de lo más espinosa, hay mucha gente que asiste a las urnas de manera libre y que no anhela ver a Colombia ahorcándose en la polarización, el radicalismo. Bueno, a decir verdad, Petro está más necesitado que Duque, por eso él debe serenarse aún más.
De Petro no debe asustar su propuesta económica, que en realidad no es socialista, sino que más bien es socialdemócrata. Por ejemplo, el impuesto a las tierras improductivas también fue propuesto en el 2008 por el gobierno de Uribe, refiriéndose incluso a la expropiación: “…en la Ley de Desarrollo Rural aprobada en 2007 se incluyó una figura que le permite al gobierno expropiar grandes extensiones de tierras ociosas en defensa del bien común, las cuales serían pagadas a su valor catastral”, expresó para la revista Semana, Andrés Felipe Arias, “Uribito”, entonces Ministro de Agricultura.
Sin embargo, Petro tiene poca capacidad de convocatoria entre los diferentes líderes políticos, sean de izquierda, centro o derecha. Le cuesta mucho trabajar en grupo porque tiene una actitud mesiánica, caudillista. Ni siquiera dio para concretar los apoyos de Fajardo, De la Calle y Robledo entorno al proceso de paz. Asimismo, su discurso de confrontación social espanta a muchos, no genera consenso. Petro, más allá de su ideario político y económico, que es más liberal que socialista, tiene un problema peor: un talente autoritario parecido al de Uribe.
A diferencia de Petro, Duque tiene un carácter dócil, obediente y plástico que conlleva a pensar que será un presidente de fácil manejo para Uribe, su indiscutible inventor. A pesar de su juventud, Duque representa el pasado, a los viejitos que han estado siempre anclados al poder. Es la continuidad de la inmutable historia política del país. Las causas que defiende son conservadoras: no al matrimonio igualitario, ni a la adopción igualitaria, ni a la eutanasia, ni a la dosis mínima. Aunque esto hace parte del ordenamiento constitucional colombiano, a Duque, a su jefe y a la mayoría de sus copartidarios, les producen tirria.
Como señaló un amigo, con Duque habrá un gobierno de asamblea de facto, pues Uribe asumirá el mando desde el legislativo. Además, aunque el candidato del CD ha dicho que será una decisión consensuada, causa preocupación la propuesta de creación de una Súpercorte. No conforme con que tendrán ejecutivo y legislativo, quieren crear una nueva corte que agruparía a todas las que existen en actualidad. Esto podría ocasionar una peligrosa concentración de poderes públicos, tal como sucede en Venezuela.
Un Petro especialista en la confrontación, pero inútil para crear consenso. Un Petro cuyo ego lo condujo a la Casa de Nariño sin ganar las elecciones, un mesías criollo que se pelea hasta con sus apóstoles. Un Duque sin historia propia que está a punto de ser presidente. Un Duque que nos va a regresar al pasado de sus viejitos: Uribe, Pastrana, Gaviria… Un pobre muchacho que necesitará más que un discurso preformateado para gobernar.
Esta es la penosa realidad de Colombia. Por eso hoy, más que nunca, vale la pena repasar esa bella novela de José Saramago que se titula Ensayo sobre la lucidez.