El avión de las vacunas aterriza en el palacio

El avión de las vacunas aterriza en el palacio

Una perspectiva de la situación actual del país a la luz de Estados Unidos

Por: Carlos Tamara
mayo 04, 2021
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El avión de las vacunas aterriza en el palacio
Foto: Twitter @infopresidencia

Analizaré aquí algunas enseñanzas que nos vienen de Estados Unidos. Daré un rodeo por la situación del país:

La reunión del residente Duque con su bancada, como viniendo falso positivamente en representación de la oposición (esa sí real que invade las calles), es uno de los actos sacrosantamente más ridículos de la historia de Colombia. Y más que ridículo, de una cursilería estrambótica. Podría ser una reunión de señoritas quedadas salidas de un carnaval grotesco que se reúnen a ver cómo consiguen novio, el novio perdido tras desconectarse de la opinión pública.

Nos ocultan que podría ser también una representación fallida, en pleno siglo XXI, del mito bíblico del hijo pródigo, que vuelve al redil, donde lo único que no regresa es que la mamá le dé la teta, en este caso un tazón de mermelada presupuestal que el gobierno no ha sido capaz de regalarles en reciprocidad o con ocasión de que le dieron el gobierno que nunca pudo haber conquistado con sus propios votos, en aras de que recogiera para todos pasando el sombrero. Es tan inepto que ni siquiera pudo usar la pandemia como pretexto.

Estupefacto cualquiera divierte que es la misma representación cinematográfica de aquella llegada de las cincuenta mil vacunitas. Cincuenta mil vacunitas montadas en una cajita climatizada trasportada por un enorme avión de carga. Ahora no llega el avión. No hay avión que pueda con esta carga. El esperpento es una bancada que viene de la selva donde ha dejado perdido a su líder, ya depuesto de su cargo de senador. Es el encuentro de dos derrotados, por eso es tan esperpéntica pues afuera atruena el ruido de los vencedores: el pueblo colombiano.

Pero el país esta vez no está para representaciones cinematográficas de escenas ridículas y, menos cursis. Aquella cursilería de un candidato encaneciéndose para engatusar al pueblo simulando por vía de imagen una experiencia inexistente, ahora sale a flote, no como metáfora sino como una realidad sangrienta.

La añagaza les sale por la culata. El trasunto de todos es que ahora se reúne la bancada toda para decirse entre ellos: nosotros somos los culpables, aquí estamos reunidos para que nos vean. Se nos muestran diciendo a la vista de todos: nosotros somos el problema. No nos elijan en las próximas elecciones.

Y es que, no hay duda de ello: tras la partida del senador de marras del congreso por razones de quedar sub judice, ha empezado un desiderátum prueba irrefutable de que las horas del caudillo están contadas y con ello la desbandada general. No hay argumento contrario alguno capaz de refutar que el Centro Democrático sabe y además reconoce que no solo ha perdido el poder, sino que ha perdido a su líder. Líder que, por supuesto, se ha autoinmolado víctima de sus propias mentiras y tras intentar engañar a la Corte: un falso positivo jurídico que fue su perdición pues intentaba enseñarle a su mamá a hacer galletas. Su líder va rumbo, riada abajo, a la Laguna de Estigia. Un perro lo espera: Cancerbero. Eso mientras su bancada hace el gesto que inauguraría Hércules, de vencer a la muerte caminando de para atrás, pero sin advertir que eso se puede mimetizar en el lodo, pero en la historia eso es imposible.

En el medio, la jugada aquella de improvisar una nueva jefatura en la persona de uno de sus hijos, ardid, supuestamente de lujo, para que Duque no heredara la jefatura natural al dejar la presidencia, ha roto su estantería. Los vidrios aparecen por doquier. No ha cuajado. Ni cuajará nunca. No puede improvisar nuevamente las canas; ese subterfugio ahora en una persona muchos años menor.

Pero ofreceré un contraste fuerte que nos aclarará aún más el asunto. Precisamente ante la misma situación leamos: “El miércoles por la noche, nonagésimo noveno de su presidencia, Biden ofreció una impactante visión de un país renovado por un gobierno activista. Recordando el liberalismo de principios del siglo XX de los antepasados de su partido, Biden imaginó una nueva era de inversiones federales "una vez en una generación" en todo, desde cuidado infantil hasta autos eléctricos, mientras prometía beneficios tan variados como un colegio comunitario gratuito y un fin al cáncer. Para cualquiera que recordara las primarias demócratas del año pasado, el primer discurso del presidente en una sesión conjunta del Congreso sonaba como si Elizabeth Warren, y no Biden, hubiera ganado”.

Empiezo por la fase final. En vez de Duque parecerse más a Petro que es lo que debiera hacer por manes obligatorios de la situación social pandémica que aboca y que justificaría el timonazo, insiste en imitar precisamente el peor gobierno de los Estados Unidos, el de Trump.

Lo segundo, Biden hace méritos liberales, saga democrático burguesa, de aquel inicio poético que antecede a su discurso. Poesía de una verseadora negra. Ofrece un Estados Unidos renovado. Aquí en Colombia, Duque no ha podido entender, ni lo hará su bancada jamás, que Santos les dejó un regalo: la oportunidad de subirse a la construcción de la paz, inaugurar una nueva visión de país. Pero a su caverna de Platón todavía no le ha llegado la luz; es decir apenas, con su propio desastre y las protuberantes grietas, están empezando a columbrar la dimensión de su obnubiladora sombra. Sombra que los demás detestan.

Hay un meme que los representa: una esfera viral donde el COVID-19 advierte que este gobierno es peor que la pandemia que padecemos. Desde ya se está pidiendo un cambio de gobierno. Tienen las elecciones perdidas.

Es evidente que la desesperación del Centro Democrático reunido en Palacio consiste en no dejar colar la percepción ante su propia clase oligárquica de que le entregaron un país y devolverá uno hecho jirones. Tal cual Trump. Ni más ni menos. Lo único que falta es que organicen un cierre del congreso y declaren el aplazamiento de las elecciones: la dictadura. Dictadura que desearían anticipar, evidente al derogar la vigencia institucional, el derrocamiento menchevique de muchos alcaldes.

Sigo leyendo: “En muchos sentidos, hubo una convergencia notable en la forma en que demócratas y republicanos vieron el discurso de Biden: como un conjunto de propuestas asombrosamente ambiciosas para usar al gobierno como un instrumento de transformación social y económica, una plataforma progresista descarada que no había visto un presidente en mi vida”.

¡Qué tal! Solo bastaría leer la prensa internacional. Sugerencia tan original antecede solo al descubrimiento del agua tibia. Y sin embargo el Centro Democrático hace mutis por el foro. No le interesa ni siquiera dialogar con el resto de la oposición que no está en las calles, pero podría irse hasta allí. En un acto solipsista se introduce en bancada en los inodoros del palacio de gobierno.

No se crea que la gente no esté leyendo la situación. El Centro Democrático ya sin su líder, perdido y ahogado en alguna ciénaga de Los Mimbres, cual Estigia cordobesa, agoniza pero en el mismo centro del país. Y obra en consecuencia. ¡Ni sueñen que se va a enterrar con ellos!

Afuera, las tractomulas, ya sitiado el país, que no tienen que transportar pues las calles están invadidas, esperan para cargar los catafalcos que salgan de Palacio. Si no salen catafalcos saldrán zombies a tratar de convencer a Gaviria y Vargas Lleras fungiendo ambos de general Rook.

Aquel artículo que comento dice en alguna parte: “(…) los dos George Bush y Trump, eran republicanos, y cada uno recurrió, en varias ocasiones, a la fórmula de Reagan al hablar sobre el papel del gobierno federal como el problema, y definitivamente no como la solución a lo que afligía al país”.

La prensa norteamericana devela un asunto trascendental. He aquí un contraste sorprendentemente explícito sobre al papel del gobierno, y del Estado, que está haciéndose evidente ante los efectos pandémicos colaterales, por demás exquisitos para algunos que degustamos las aristas cortantes de la Historia. Por un lado para los demócratas, incluso del estilo Santos, el gobierno debe ser parte de la solución. Para los reaccionarios pseudo neoliberales del Centro Democrático, allá republicanos, no solo es parte del problema, es instrumento para agudizar problemas en su afán de quedarse con toda la mermelada. Eso es lo que buscan. ¡No repartir nada! ¡Son solipsistas!

El avión de la bancada ha llegado a Palacio. Esta vez no trae vacunas: trae la infección.

Adenda meme. El esfuerzo de la bancada del Centro Democrático por simular una familia Simpson distópica es un fracaso.

Notas. Los insertos provienen de “El discurso de Biden ofrece una visión alternativa que los demócratas amen”, a propósito de su alocución a los 100 días de su gobierno, tomado de The New Yorker, 29 de abril de 2021.

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