El Automático, el café que entre tertulia y bohemia vio surgir a uno de los grandes de la poesía nacional

El Automático, el café que entre tertulia y bohemia vio surgir a uno de los grandes de la poesía nacional

Así será en la Casa La Estrategia el homenaje a Juan Manuel Roca, poeta de los cafés La Soledad y 'El Espantapárrafos'. Sábado 19 de octubre, 3:00 p.m.

Por: Ricardo Rondón Chamorro
octubre 18, 2024
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El Automático, el café que entre tertulia y bohemia vio surgir a uno de los grandes de la poesía nacional
El poeta Juan Manuel Roca en El Espantapárrafos Libros, de puertas abiertas a la tertulia. Foto: David Rondón Arévalo

Por la mañana,
cuando un sol de páramo merodea la ciudad,
las meseras del café
limpian las sobras de una conversación
y las manchas que dejan en el piso
las voces nocturnas. ('En el Café del Mundo', Juan Manuel Roca)

Hubo un tiempo en la Bogotá paramuna del troile y del tranvía, en la que los cafés del centro, que los había por doquier, solo cerraban un par de horas en la madrugada para despertar beodos, cuadrar caja, levantar sillas y hacer aseo. A la 7 de la mañana volvían a rugir las grecas, y en el transcurso del día vivían atestados de parroquianos de sombrero, arropados por sábanas de periódicos, entre fumarolas de chicotes y pipas.

En sus mesas se cerraban negocios y contratos de palabra, y se oía el repiqueteo de las máquinas de escribir de los tinterillos en su oficio de trámites de minutas, edictos y memoriales. Se servían tintos, infusiones y capuchinos en pocillos de loza, y las azucareras pasaban de mano en mano. El café era fuente de ingreso de loteros, lustrabotas, voceadores de prensa, y de vendedores de cortaúñas, pañuelos, peinillas y cuchillas de afeitar, en ese entonces, elementos imprescindibles en la higiene y la presentación personal. 

Las meseras eran portadoras, no solo de la cordial atención, sino del correo confiable de la clientela a la hora de programar una cita, dejar algún recado, o guardar un secreto de por vida. Fieles y condescendientes como Bertha Morales, del Café Pasaje, que corrió a llevarle un vaso de agua a Jorge Eliécer Gaitán, ya en los estertores de la muerte, aquella tarde cruenta del 9 de abril de 1948; o Herminia Olaya, que no volvió a ser la misma cuando avanzaba la mañana del 28 de octubre de 1931, y un impacto de revólver la remitió en volandas a una de las mesas del Café La Gran Vía, donde yacía el cuerpo del célebre caricaturista Ricardo Rendón, a quien ella había despachado una cerveza Germania. Sobre la mesa, el dibujante antioqueño dejó un recorte de papel que decía: "Suplico que no me lleven a casa". 

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El Automático, café literario, que entre la bohemia y la tertulia, vio surgir la obra poética de Juan Manuel Roca

De cafés bogotanos como El Cisne, El Café de los Poetas y El Automático, entre otros, hace tiempo desaparecidos, se licenciaron literatos, rapsodas y cronistas, y artistas del aguafuerte y el pincel. En el Cisne se incubaron los primeros huevos del Nadaísmo, y el café funcionó hasta que la maquinaria pesada le pasó por encima para levantar como palma delirante la Torre Colpatria: plata mata tinto y poesía.

El Café de los Poetas no era propiamente el escenario de los vates para comulgar alrededor del verso, sino para festejar con los pitos y tamboras de Los Gaiteros de San Jacinto, al tiempo que se podaban entre claves secretas las primeras hojas panfletarias de la izquierda, inspirada en la Revolución Cultural de Mao Zedong y en las certeras bofetadas ("en la cara del gusto del público") de Vladimir Mayakovski.

El Automático 

Furmívoros y cafeístas 

Y bebedores musagetas,

Grandilocuentes camorristas, 

Crispines de elásticas tretas,

Inconsolables optimistas.

Proclamaba el poeta León de Greiff entre caladas de cigarros con boquilla y sorbos de aguardiente en la cabecera del Café Automático, del que nunca se supo si el nombre del establecimiento derivaba de la inmediatez en el servicio, o en el cobro de las cuentas, antes de que el licor inflamara las nebulosas de la ebriedad y el olvido.

Pero ese sí que era el café de los poetas, a la sombra tutelar del panida mayor, y de su pléyade de aedos, entre los que se contaban Arturo Camacho Ramírez, Jorge Zalamea, Luis Vidales, Rogelio Echavarría (El Transeúnte), entre otros, mientras que en otras mesas Boris de Greiff, hijo del poeta, daba cátedra de ajedrez, y  Alejandro Obregón, Omar Rayo, Enrique Grau, Ignacio Gómez Jaramillo, Augusto Rivera y Jaime Iregui, pintor, docente y promotor artístico, convencían al propietario Fernando Jaramillo Botero para que fundara una galería en El Automático.

En el despertar de los años 70, un joven circunspecto, recién llegado de Medellín, quien respondía al nombre de Juan Manuel Roca Vidales, sobrino del autor de 'Suenan timbres', arribó a El Automático de la 18 con Séptima (tercera sede del café). Venía de leerse la biblioteca de su padre, y por su padre, el periodista, escritor y diplomático Juan Roca Lemus 'Rubayata', descubrió en París a los poetas franceses, de Rimbaud a Baudelaire. Vivió en la casa de su tío Luis Vidales, ubicada en el barrio Santa Fe, donde también residía León De Greiff, cuando el sector distaba de ser el arrabal prostibulario y tenebroso en que se convirtió después.

A Roca lo marcó El Automático, y por esa hermandad de amigos y cómplices letrados, resolvió que el santo oficio de la poesía señalaba su camino. Pero también fue visitante de otros cafés como el legendario San Moritz, donde conoció a Mario Rivero, y el Café Victoria, en Chapinero, que frecuentaba Aurelio Arturo, obra inspiradora para el bardo rocacielista, como también fue la del peruano César Vallejo. En 1973 publicó 'Memoria del Agua', su primer libro. Al año siguiente falleció el vate de 'Morada al sur', y Juan Manuel Roca continuó firmando las páginas de lo que hoy se consolida como una de las obras cumbres de la poesía colombiana.

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Roca junto a un monumental óleo de Leonel Góngora, en la galería del pintor y comerciante de arte Pedro Ramírez Castaño

El Espantapárrafos 

"La poesía está en todas partes, incluso en los poemas, en donde muchas veces menos está, cuando se vuelve una acumulación de palabras que la distancia de la gente. La poesía es una forma de respirar, de andar por el mundo, de pensar al otro. Donde no hay poesía, no hay arte, porque la poesía nutre todas las artes. Es el arte mayor", dice el poeta Juan Manuel Roca (Medellín, 1946), viajero tragaleguas, transgresor de la realidad, una suerte de Ulises que transita a su aire entre la parcela idílica y la esfera sensorial; y entre la fabulación y la ironía de su afinada chispa, espontánea y fascinante. 

Poeta, narrador, ensayista, crítico de arte, periodista cultural entre 1988 y 1999, por su vigorosa presencia en el Magazín Dominical de El Espectador, dirigido por Marisol Cano Busquets, que conquistó el hábito de una generación, y del que hoy se encuentran colecciones empastadas de sus cuadernillos en antiguos talleres de encuadernación y en algunas librerías de viejo. 

A la orilla de sus provechosos años, Roca no ha cesado de oficiar y viajar en la palabra, no solo en los libros que ha publicado, sino como orientador en las maestrías de escritura creativa; en los festivales y congresos de poesía a los que ha sido invitado alrededor del mundo; en las tertulias de 'El Espantapárrafos', su acogedora librería de Teusaquillo (calle 45#25A-66), en sociedad con Rocío Gutiérrez; en la galería de su amigo, el chef, pintor y marchand Pedro Ramírez; en los cafés que frecuenta, o en cualquier tiendita esquinera de La Soledad, sector bogotano que habita y que lo habita, rodeado de amigos y admiradores, en especial de jóvenes.

Su reveladora y profunda obra poética  premiada y traducida, entre otras lenguas al inglés, francés, italiano, árabe, alemán, portugués, sueco y japonés, da cuenta de libros como: 'Memoria del agua' (1973), 'Luna de ciegos' (1975), 'Los ladrones nocturnos' (1977), 'Señal de cuervos' (1979), 'Mester de caballería' -con Augusto Rendón- (1979); 'Fabulario real' (1980), 'Antología poética (1983), 'País secreto' (1987), 'Ciudadano de la noche' (1989), 'Tríptico de Comala' -con Antonio Samudio- (1989); 'Pavana con el diablo' (1990), 'Del lunario circense' -con Fabián Rendón- (1990); 'Monólogos' (1994), 'Memoria de encuentros' (1995), 'La farmacia del ángel' (1995), 'Tertulia de ausentes' (1998), 'Lugar de apariciones' (2000), 'Los cinco entierros de Pessoa' (2001) -llevada al teatro por Juan Carlos Moyano-; ‘Arenga del que sueña' (2002), 'Teatro de sombras con César Vallejo' (2002), 'Un violín para Chagall' (2003), 'Las hipótesis de Nadie' (2005), 'El ángel sitiado y otros poemas' (2006), 'Testamentos' (2008), 'Biblia de pobres' (2009), 'Pasaporte del apátrida' (2012), 'Tres caras de la luna' (2013), 'Silabario del camino' -poesía reunida (1973, 2014 y 2015), 'Antología personal' (2020), 'Mulieribus' (2022).

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Juan Manuel Roca, inagotable en su recorrido por el mundo, en festivales y congresos de poesía

Homenaje 

"La poesía de Juan Manuel Roca está poblada de parábolas de una transparencia de cielo estival. En sus versos abandera las referencias de seres humildes, de circunstancias cotidianas. Vemos en ellos cómo inunda el alba una alcoba familiar, o cómo los niños ciegos reemplazan el balón por una caja de lata; cómo 'fantasmas olorosos a hierba llegan por geografías de miedos ancestrales'. El poeta se ha forjado un universo que no es el hermético que nos propusieron las primeras vanguardias, sino algo que nos transmite suavemente, que nos recala saludable como un viento terso", escribió de Roca su amigo, el recordado escritor cartagenero Germán Espinosa.

De Juan Manuel llevo por devocionario 'Tres orillas en busca de un río', libro de bolsillo de la colección 'Palabras rodantes', que patrocina Comfama y el Metro de Medellín, y que pasa de mano en mano, hasta que alguien como yo, seducido de muchos años por la obra rocacielista, terminó apropiando, y que en la soledad de mis días acompaño con un café o una cerveza el desfilar, entre párrafos, de sus estatuas y retratos de pintores, y de ese Nadie homérico que, como nadie, me representa. El poeta me lo firmó con una dedicatoria que dice: "Para Ricardo estos poemas sin RIMA pero con METRO. De Medellín y de mi afecto".

En un país como Colombia que destila poesía en su esplendor y tragedia, los poetas trascienden invisibles como los fantasmas que pueblan sus poemarios. Muy de vez en cuando los editores se acuerdan de ellos, y es una rareza ver sus obras exhibidas en las vitrinas de las librerías.

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Homenaje a su Vida y Obra en Casa La Estrategia, Laboratorio de Artes, Pensamiento y Patrimonio

Un poeta tendría que morirse de inanición para que genere noticia en los medios, y no pasará de una reseña lánguida en las últimas páginas de los diarios. Un poeta sería tendencia en redes sociales si asaltara un banco o se arrojara con una piedra atada al cuello, al Salto del Tequendama.

La Casa de Poesía Silva dejó de ser la morada de los poetas desde que María Mercedes Carranza decidió poner fin a su vida. Entonces se convirtió en la casa de Pedro Alejo Gómez, cuando se empezó a marchitar hasta el jardín que la poeta sembró y cuidó con tanto esmero. Con ella murieron los últimos pensamientos y se apagó el candil que alumbraba los 'Nocturnos' de José Asunción.

¿Cómo no reconocer la obra de aquellos iluminados de la palabra, traductores de sí mismos, de la humanidad y de las durezas de la vida, esa "feroz bancarrota" -como cita el poeta Roca-, cuando nos hacen el favor de ilustrarnos con belleza la insatisfacción del mundo interior, y el de afuera, en el pedregoso transitar de la existencia?

Casa La Estrategia (donde se filmó 'La Estrategia del Caracol', de Sergio Cabrera), Laboratorio de Artes, Pensamiento y Patrimonio, reconoce con creces la vida y obra del poeta Juan Manuel Roca, y extiende invitación a celebrarlo con alegría y poesía este sábado 19 de octubre, a partir de las 3 de la tarde, en su sede de la calle 8#8-40, vecina de Casa de Nariño. Canelazo al ingreso, tertulia con el poeta, sorteo de sus libros, y azote de baldosa con rumba afroantillana del grupo Son Clandestino. El aporte cultural por persona es solo de 20.000 pesos.

Celebremos la poesía, reina de todas las artes, que es una forma digna y honesta de celebrar el arte y la vida.

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