Era por medio de un cable aéreo, que llegaba cerca a lo que hoy es la carrera séptima con calle 134, como la familia Samper Brush movilizaba el cemento que producía al oriente de La Calera. Era la mitad del siglo XX y la industria cementera estaba en un auge nunca antes visto en Bogotá, precisamente, porque dicha estirpe había iniciado con la historia de Cementos Samper años atrás, y se había encargado de demostrar que la capital iba a ser grande a punta de concreto. Por casi un siglo lo cumplió, construyendo icónicos edificios; pero hoy, su grandeza se resume en unas ruinas conocidas como el pueblo fantasma de La Siberia.
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Los Samper Brush, las cabezas que dieron inicio a la historia de Cementos Samper
La fundación de Cementos Samper fue consecuencia de una situación que sus dueños, los Samper Brush, vivieron con la consolidación de la Compañía de Energía Eléctrica de Bogotá, que habían fundado en 1900. Con la disminución de las aguas del río Bogotá, la hidroeléctrica empezó a presentar problemas en el abastecimiento, lo que llevó a que se ejecutara el proyecto de las Compuertas para la Represa de Alicachín. Para su construcción, se necesitaron grandes cantidades de cemento, pero como no había fábricas que lo produjeran en el país, tuvieron que importarlo sí o sí, gastando un dineral.
Fue entonces cuando los Samper Brush vieron en ese inconveniente una forma de hacer capital, llenando el vacío en la industria, y decidieron ser los primeros en fabricar cemento en Colombia. Para ello, posaron sus ojos en unas minas de piedra caliza cercanas a la capital, en lo que se conoció como Hacienda La Calera, y que eran propiedad de un ingeniero que también había intentado producir cemento, pero sin mucho éxito. Eduardo Jaramillo Portocarrero era su nombre y recibió 10 mil libras esterlinas por parte de los Samper, quienes, casi de inmediato, se pusieron manos a la obra.
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La pionera de la industria cementera en Colombia
La primera fábrica de Cementos Samper se ubicó en la carrera 17, entre calles 15 y 16, muy cerca de la Estación de la Sabana. Inició su construcción en 1909, montando los primeros hornos y recibiendo, tras un extenso viaje desde Inglaterra, las primeras máquinas para la producción del cemento, en un proceso que llevó bastante tiempo, pues para ese entonces, la movilización de la piedra caliza, desde La Calera hasta el centro de la capital, se hacía en mula o carromatos. Aun así, la inauguración de la industria cementera en el país se logró en julio de 1910, comenzando una revolución en la capital.
Y es que los primeros edificios con la firma de Cementos Samper no se hicieron esperar. Para ese mismo año, la empresa decidió hacer parte de la conmemoración del centenario de la independencia y construyó el Pabellón Samper, como una forma de exhibir y exponer las virtudes de su producto. Dicha construcción sigue en pie hasta el día de hoy y es conocida como el Quiosco de La Luz, ubicado en el parque centenario. Después de eso estuvo detrás del Edificio de la Compañía de Molino de la Unión y, en 1918, en el levantamiento del Terraza Pasteur, uno de los edificios insignia del centro bogotano.
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El auge de los Cementos Samper y cómo ayudaron a construir a Bogotá
Con apenas 7 años de funcionamiento, Cementos Samper sufrió un crecimiento exponencial que lo llevó a convertirse en el mandamás de la industria cementera en la capital y Colombia, y que lo llevó a iniciar proyectos propios que se convirtieron en verdaderas obras de la ingeniería colombiana. Por ejemplo, llevó a cabo la construcción del cable aéreo, que agilizó y abarató el transporte de la piedra caliza desde La Calera, además de ser uno de los grandes promotores de la creación del ferrocarril del nordeste, que también facilitó la movilización del material hasta la capital del país.
Sin embargo, la visión de la familia no solo se quedó en proyectos para el crecimiento de la compañía, sino también para el crecimiento de la capital, creando una empresa edificadora y de urbanización conocida como Urbanizadora Samper y Cía. De la mano de esta empresa, pudo realizar proyectos tan importantes como el del Teatro Faenza, el primer cine de Bogotá, además de proyectos de vivienda y hasta construcciones para otras compañías, ya constituidas, como la Compañía Colombiana de Tabaco.
Fue en medio de ese auge cuando se tomó la decisión de cambiar la sede del centro de la capital, para construir la fábrica directamente en La Calera, en lo que se conoció como La Siberia y constituyó, no solamente los edificios de la fábrica, sino un pueblo entero con iglesia, hospital, banco, escuela, tiendas y todo lo necesario para que los empleados de la cementera pudiesen vivir tranquilos, siendo uno de los pocos proyectos urbanísticos llevados a cabo por una empresa en el país.
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La caída hasta ser un pueblo fantasma
Después de 90 años de explotación de la piedra caliza, la empresa Cementos Samper tuvo que sufrir los estragos de una recesión económica y la obsolescencia de las máquinas que en algún momento fueron las mejores del país. Además, la fuerte competencia que le montaron compañías extranjeras como Holcim y Cemex, y la vigilancia que le puso el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente por sus impactos al páramo de Chingaza, le colocaron la soga al cuello. Fue entonces cuando fue vendida a la empresa mexicana y, la fábrica y el pueblo, fueron abandonados.
Hoy, el único cemento que se puede ver de la que fue la fábrica cementera más grande el país es aquel que el moho está corroyendo y al que la naturaleza está resquebrajando. Con el abandono, Cementos Samper se volvió ruinas y La Siberia se convirtió en leyenda; y no precisamente por la historia de cómo una familia hizo de ese terreno una industria que estuvo detrás de la expansión de Bogotá y de la construcción de algunos de sus más icónicos edificios, sino porque, ahora, el pueblo es una parada obligatoria para aquellos que se creen cazafantasmas y quieren vivir experiencias paranormales.
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