Desde la caída del muro de Berlin (9 de Noviembre de 1989), diez Estados miembros de la Unión Europea y del Espacio Schengen* han construido cerca de mil kilómetros de muros para impedir la llegada de personas desplazadas. O, lo que es lo mismo, quince muros fronterizos como barreras físicas**, para proteger el sentimiento europeísta construido tras el fin de la Guerra Fría, en los que se ha invertido mas de 700 millones de euros desde 2006— y los llamados "muros virtuales" —a los que se han destinado 1.000 millones más. Europa de 2020, donde se han sucedido tratados internacionales que han ido ampliando sus límites, mediante la incorporación de los países que conforman la Unión Europea (27 de 51, uno menos por el brexit), la entrada en vigor de una moneda única y los acuerdos para la libre circulación de ciudadanos. Comunidad política que en 2005 creó la Agencia de la Guardia Europea de Fronteras y Costas (Frontex), dedicada a evitar la entrada de personas migradas en situación irregular, aumentando desde el 2015 el número de muros divisorios por todo el continente europeo.
Lógica de los muros, impulsada por reacciones paranoicas de las poblaciones asentadas, siendo los movimientos migratorios las principales razones dadas por los Estados para su construcción. Como por ejemplo, la decisión de Gran Bretaña de construir un muro en el puerto de Calais*** para contener la llegada de migrantes a territorio británico –que abordan en el lado francés camiones de carga para cruzar el Canal de la Mancha–. Que en el caso de las repúblicas bálticas (Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia y Polonia), países que poseen la totalidad de su costa rodeando el mar báltico, construyen muros tanto por cuestiones migratorias como por las tensiones generadas con su vecina Rusia. O en la ruta de los Balcanes (Grecia, Bulgaria, Hungría, Macedonia, Austria, Eslovaquia, Eslovenia y Serbia), la principal razón es que abre la ruta del Ártico (AsktheEU, 2015) hacia Noruega. Muros físicos terrestres a los que también se suman los controles marítimos en los países del Mediterraneo (España, Francia, Mónaco, Italia, Malta, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Albania, Grecia), lugar de las principales operaciones contra la inmigración ilegal en Europa y que refuerzan las barreras físicas dentro de la llamada tecnologización de la inmigración, que es parte esencial también de las políticas de securitización europea o subordinación de la seguridad a la tecnología.
Sin embargo, los principales muros de contención en Europa son invisibles, la reciente salida del Reino Unido de la Unión Europea y el aumento de los kilómetros de fronteras físicas, son unas grietas importantes en el sentimiento europeísta, pero no son las únicas. El preocupante aumento del racismo y de la xenofobia ha provocado el renacer de movimientos populistas de ultraderecha a lo largo de todo el continente, incluso en países donde ese fantasma había permanecido ausente durante décadas. Desde Francia hasta Hungría, pasando por Italia y España, los líderes se han mostrado partidarios de adoptar férreas políticas antinmigración fundadas en valores judeocristianos y el pensamiento grecolatino, rechazando la crecientemente islamización de la Unión Europea al considerarla permisiva y débil por parte de algunos dirigentes políticos europeos. Además de pedir la sustitución de las vallas de Ceuta (8 kilómetros) y Melilla (12 kilómetros)**** pasos fronterizos entre España y Marruecos, por un muro de hormigón _ similar al que Trump en su delirio racista pretende levantar en la frontera estaounidense con México_, con el mensaje al mundo de que "en Europa no cabe toda África". Muro reforzado a partir del 2000 cuando se sustituyó la triple valla de 2.5 metros de alto, que actualmente se eleva hasta los seis metros, reforzada con mallas, cuchillas y alambre de acero en espino, zanja de tierra de dos metros de profundidad y cuatro de ancho y una pista de seguridad repleta de fuerzas auxiliares y puestos de vigilancia, en una obra auspiciada por la agencia europea de fronteras "Frontex". Exigiendo reformas profundas para democratizar la Unión Europea y hacer que vuelva a ser un instrumento útil para los europeos.
De este modo, los partidos más radicales y racistas consiguen ver amplificadas sus propuestas sin apenas esfuerzo propio, y solo hay que volver la vista un siglo atrás para conocer las consecuencias de una historia de xenofobia y racismo que en Europa se repite. Edificaciones erigidas por el miedo, tanto real como imaginario, que crea un mundo amurallado mucho más peligroso para todas aquellas personas que buscan refugio. En un planeta que convive con el turbio arrastre de los populismos, las desigualdades, el desplazamiento forzado, las migraciones masivas, las persecuciones políticas, mientras inmensas extensiones de territorios se vacían, quedando los ancianos como únicos guardianes de un legado cultural que desaparece entre barro, piedras y adobe. Motivos _de los flujos migratorios_ que pueden atribuirse en su gran mayoría, a las asimetrías económicas impuestas por los estados (que dan lugar a la circulación de enormes sumas de capital en una dirección y de obligaciones financieras en dirección contraria) que, a la postre, se convierten en destino de la migración. O bien a conflictos bélicos, a procesos de descomposición social y degradación ambiental, en cuya gestación desempeñan un papel central los gobiernos y las empresas de las naciones más ricas y desarrolladas.
Utopía de una aldea global, de un mundo perfecto basado en experiencias compartidas, derechos y acceso igual a la sociedad del bienestar, que en pleno siglo XXI parece que ha dejado de ser posible. Emergiendo en su lugar el espacio cerrado, el muro de contención o la valla divisoria, la frontera electrónica (e-border) o los campos de detención, el peaje por congestión u otras medidas de seguridad disuasorias, como los nuevos paradigmas de la arquitectura y el urbanismo de una civilización capsular neomedieval, simultáneamente arcaica e hipermoderna. Obras públicas contemporáneas, que mejor se pueden definir como monumentos a la desigualdad.
Notas al texto.
(*) El acuerdo de Schengen, ciudad de Luxemburgo, se firmó el 14 de junio de 1985 por cinco de los diez estados miembros de la Unión Europea. Área que hoy comprende a 26 países europeos que han abolido los controles fronterizos en las fronteras comunes o internas, excluyendo a cinco miembros de la UE que no forman parte del espacio Schengen: Bulgaria, Croacia, Chipre, Rumania e Irlanda. Integrándose al acuerdo cuatro estados miembros de la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) —Islandia, Noruega, Suiza y Liechtenstein— pese a que no pertenecen a la UE. Actualmente, como resultado de la crisis migratoria y los atentados terroristas en París, Austria, Dinamarca, Francia, Alemania, Noruega, Suecia, han vuelto a introducir temporalmente los controles en todas o algunas de sus fronteras con otros Estados Schengen.
(**) Barreras físicas que tras la caída del muro de Berlín tan solo quedaban 11 en el mundo y que actualmente superan la cifra de 70. Entre ellas: 1). Línea de 248 kilómetros de largo y cuatro de ancho, franja que desde hace 64 años divide la península coreana en norte y sur al paso del paralelo 38. 2). Valla de 750 kilómetros de la frontera de India con Pakistán. 3). Delimitación conocida como Línea Durand, que partió por el medio las tierras ancestrales de pastunes y baluchis, entre Afganistán y Paquistán de 2.640 kilómetros. 4). De Egipto a Gaza, un muro de 12 kilómetros de Rafá al Páramo. 5) Entre China continental y Hong Kong, vía de escape de muchos ciudadanos chinos ávidos de encontrar una libertad que no gozan en su territorio.
(***) Muro del puerto de Calais, barrera de hormigón de 4 metros de alto y un kilómetro de largo con costo de 2.7 millones de euros, que es una señal de la gran crisis civilizatoria en el viejo continente, ya que para su construcción la policía desalojó a los 5.300 hombres, mujeres y niños que se hacinaban entre escombros, maleza y basura a la espera de una oportunidad para pasar al Reino Unido. Como lo es también el campo de concentración conocido como La Jungla, situado en las inmediaciones de ese mismo puerto, en el que las autoridades de París mantienen recluidos a unos diez mil refugiados de Medio Oriente y Asia central. Una décima parte de ellos, son menores no acompañados. "Grandes corrales, para dividir a los distintos segmentos de la humanidad", que gana terreno incluso en regiones que hasta hace poco presumían de su política de fronteras abiertas, de su solidaridad y de su respeto por los derechos humanos.
(****) Ceuta y Melilla son dos de los territorios más controvertidos de Europa. Marcados por una historia específica de ocupación militar de más de cinco siglos. Enclaves españoles en la costa mediterránea del Norte de África, que se encuentran desde 1993 "protegidos" por vallas fronterizas altamente militarizadas. Fronteras saturadas de pobreza, conflictos armados y violencia política, que definen a su vez: una división colonial/nacional entre España y Marruecos, una frontera económica entre Europa y África, una frontera geopolítica entre Norte y Sur, y una frontera religiosa entre cristianismo e islam. Dos enclaves que datan del siglo XV, cuando Ceuta en 1415 y Melilla en 1497, fueron arrebatados a Marruecos por Portugal y España (posteriormente Ceuta pasó a ser territorio español con la firma de un tratado con Portugal en 1668). Territorios que desde la descolonización de Marruecos por Francia y España en 1956 y la problemática entrega de los territorios del Sáhara bajo dominio español en 1975, la situación ha seguido siendo una cuestión colonial irresuelta.
Referencias.
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) - Informe titulado "Desarraigados". Centro Delàs de Estudios por la Paz y Transnational Institute (TNI) - Informe: <Levantando muros, políticas del miedo y securitización en Europa>.