El 20 de agosto de 2016, a las 9:45 de la noche, Jhonny Alonso Orjuela tenía una cita en la calle 178 con autopista norte. A esa hora no había nadie en esa cuadra llena de micromercados, cafeterías y tiendas de repuesto de carros. No habían edificios habitados por familias, eran más bien galpones llenos de autos por arreglar. Era un lugar oscuro y silencioso que se prestaba, en iguales proporciones, para la delincuencia y el amor furtivo. Allí se encontraría Orjuela con uno de sus levantes ocasionales. La tenía en su celular con el nombre de “Sofi Bogotá”. Esperaba ansioso, en medio de la lluvia y el frío. A sus 46 años este hombre disciplinado, entregado a su trabajo, tenía una sola debilidad: las mujeres.
Nació en septiembre de 1970 en Acevedo, un pueblo del Huila que colindaba con Caquetá y cuya posición geográfica lo había convertido en un fortín de las FARC. Su papá, Marco Fidel Orjuela, tenía una próspera y pequeña finca en la región de La Plata. Era un hombre religioso y obsesivo por el trabajo. Le enseñó a despertarse antes del primer canto de los gallos y a trabajar la tierra hasta que le salieran llagas en las manos. Ahí se hubieran quedado si las FARC no los hubiera corrido.
Se fueron con lo que tenían para la casa de Parmenio Pardo, el tío de Jhonny, quien vivía en Chía, a pocos kilómetros de Bogotá. Tenía 14 años y se puso a trabajar apenas se bajó del bus. Parmenio era un próspero comerciante que tenía un supermercado ampliamente conocido en Chía llamado “El Rolli”. Orjuela le pidió un espacio del local a su tío y ahí empezó a vender manzanas chilenas. Con los domicilios que hacía en una destartalada Monareta no sólo ayudaba a su familia sino que iba ahorrando para su gran objetivo: tener algún día una tienda propia.
Jhonny sabía lo que tenía que hacer. Siempre que entraba a un supermercado se daba cuenta de que la parte donde estaban los vegetales estaba sucia, descuidada, como si las papas vinieran con la tierra donde crecieron. Él, pulcro, meticuloso, mantenía brillante su espacio de frutas y verduras. Los clientes del Rolli lo amaban.
Una de las cajeras, dos años mayor que él, era la bogotana Bertha Cecilia Rueda Bossa, quien además de trabajar con él, también estudiaba en el mismo colegio, el José Joaquín Casas. Se enamoraron y juntos crecieron, hasta el punto que en 1995, con la plata que había ahorrado, Jhony ya tenía para montar un local aparte y se separó, luego de una intensa pelea, de su tío Parmenio quien poco tiempo después vendería su negocio para radicarse en Miami, en donde actualmente es miembro de una conocida iglesia cristiana.
En 1997, frente al parque Ospina de Chía, Jhony y Berta abrirían su primer Surtifruver. Era mucho más que un negocio. Jhony quería ayudar al cultivador y que este no tuviera intermediarios entre sus productos y el supermercado. Él le compraría directamente y todos ganarían. Poco a poco el negocio se fue extendiendo, pero a medida que Surtifruver crecía, la relación entre Berta y Jhony se resquebrajaba.
Mujeriego, no perdía oportunidad de serle infiel a su pareja. Una de las relaciones más tormentosas la arrancó en el 2001 cuando se enamoró perdidamente de Claudia Jimena López, quien era cajera de Surtifruver. Con ella duró hasta el 2008, año en el que Berta Cecilia la despidió ella misma, sin indemnización, de la cadena de alimentos.
El negocio caminaba a la perfección, pero los tiempos eran difíciles y la inseguridad estaba desbordada. Jhonny empezó a recibir amenazas y extorsiones por parte de la delincuencia común. Llevaba 20 años trabajando de sol a sol y antes que vivir angustiado prefirió irse del país. Le cedió el 44% de la empresa a Freddy Alejandro, 10 años menor que él, su hermano querido. Jhonny se radicó dos años en España.
A pesar de estar en la distancia, el negocio no se desinfló. Por el contrario, siguió creciendo, y cuando regresó al país le dio un impulso que lo llevaría a convertirse en un empresario como pocos. En enero de 2016 ya tenía 1.500 empleados y recibía ingresos anuales por 150 mil millones de pesos.
Ambicioso, Jhonny no quería conformarse con sus supermercados y buscaba expandirse. Por eso se asoció en 2011 con Mauricio Parra, un oscuro empresario con el que trabajaba en un negocio de arándanos. Según declaraciones que dio a la Fiscalía César Sierra, con el que tenía un negocio de construir 1.040 viviendas en Pitalito, llamado La Voz de Dios, el comportamiento de Parra empezó a volverse errático. Un día que su socio lo interpeló, Parra le confesó que lo atormentaba la relación que empezaba a tener con Berta Cecilia Rueda, la esposa de Jhonier. El dueño de Surtifruver estaba volviéndose un problema para él, para su propia esposa y para su amante.
Y es que a medida que pasaron los años la relación de Jhonny se agrió hasta el punto en que decidió cerrarle las cuentas bancarias a su esposa y a su hijo Juan David. Este último se la pasaba en juergas, una rumba imparable. Jhonier estaba desilusionado de él y consideraba que era un derrochador compulsivo. Por eso quería cerrar el grifo.
El 20 de agosto de 2016 Jhonny, que cada tanto comenzaba una relación pasajera que terminaba a los pocos meses, estaba a punto de ahogar sus penas en una nueva conquista. Llevaba días enviándose mensajes con una misteriosa mujer que la Fiscalía conocería tiempo después como Sofi Bogotá, el nombre en el que la tenía guardada en el celular. Los últimos mensajes del empresario dejan ver que en la tarde de ese día Jhonier estuvo tomándose unos tragos en un bar llamado el Cimarrón. A través de mensajes le preguntó a su misteriosa conquista: “Amor, estoy en el aeropuerto, ¿ya recibiste la consignación?” Luego pactaron una cita en la calle 178. Según las cámaras de seguridad, Jhonny se bajó de su campero gris al mismo tiempo que en la calle dos personas, una mujer alta, de 1.75 m, y un hombre bajo y de contextura gruesa que llevaba una gorra. Ambos le disparan en cuatro oportunidades a Orjuela quien cae sobre el andén.
En el 2016, el año en el que asesinaron a Orjuela, Surtifruver tuvo 150 mil millones en ganancia
A partir de allí una tela de misterio ha caído sobre el asesinato. Un año después, mientras su socio Mauricio Parra se disponía a viajar a México con su hijo, fue detenido por la Fiscalía en el Aeropuerto El Dorado. En el interrogatorio lo contó todo: una vez, entre las sábanas de un motel, Berta Cecilia le dijo que la única forma de que ellos estuvieran bien era sacar del camino a Jhonny: “De diciembre no pasa, o va a una cárcel o muerto, pero él no me va a ganar”, le dijo después de un encuentro sexual.
Por eso, en diciembre de 2017, mientras recogía a su nieta, Berta Cecilia Rueda fue detenida por un agente del CTI. Duró dos años presa en el Buen Pastor y luego salió por vencimiento de términos. Su hijo, Juan David, quien una de sus tías afirmó haber visto corriendo a toda velocidad en su camioneta por la carrera séptima, como si huyera de algo, la misma noche en la que asesinaron a su papá, se encuentra prófugo de la justicia así también la acusación en su contra ya haya vencido. Mauricio Parra, aunque confesó la participación en el crimen, se echó para atrás y también está libre.
Ahora la audiencia se reanudará en los juzgados de Paloquemao el próximo 26 de marzo y tendrá una nueva protagonista: la esposa de un esmeraldero que sostuvo un largo romance con Orjuela y cuyo esposo habría estado detrás de su asesinato. ¿Se resolverá alguna vez este crimen?