A mediados de los años dos mil, con el nacimiento del Colectivo de Estudiantes Universitarios Afrocolombianos (Ceuna), empezamos a ver películas y documentales sobre la opresión de los afroamericanos en los Estados Unidos. Aunque algunos pensaban que lo que observábamos ahí eran cosas del pasado y que solo eran imágenes cinematográficas—, otros, los del espíritu antiimperialista, teníamos claro que no y que algo andaba mal.
Ahora bien, el pasado 25 de mayo, en Indianápolis, el asesinato de George Floyd nuevamente mostró que ese es un país donde el Ku Klux Klan todavía sigue vivo, discriminando, persiguiendo y asesinando a los afroamericanos.
Por la opresión que viven los afroamericanos en EE. UU., siempre tuvimos claro que el ejemplo de superación de los afrocolombianos no podía ser bajo su paradigma, a pesar de que ellos contaron durante unos años con un presidente negro (Barack Obama). Este fue un debate que trajimos al seno del movimiento negro de Colombia.
Si bien nosotros valoramos su avance en los Estados Unidos, no lo desligamos de lo que representa y significa para el mundo el imperio americano: que lleva guerra, invasiones y opresiones a diferentes lugares de la tierra. Además, la realidad que vive la gente negra en el interior de ese país es de una opresión permanente, con desigualdades sociales y económicas. De hecho, un ejemplo de la gran escala de desigualdad que se vive allá nos lo mostró el huracán Katrina (2005), que desnudó la pobreza en la que vivían los afroamericanos.
Con eso claro, el asesinato de Floyd es el reflejo de una sociedad racista, que aún se cree en la supremacía blanca y se ha tragado el cuento del superhéroe blanco... Hoy esa supremacía del hombre blanco ha llegado al máximo con el presidente Donald Trump, que a diario manda mensajes racistas y discriminatorios hacia los afroamericano y latinos. Por ello no podemos separar el homicidio el asesinato cometido por la fuerza pública norteamericana de las decisiones que se toman en la Casa Blanca y el Pentágono. Este homicidio no es una acción individual de uno o cuatro policías.
La muerte de Floyd no es casualidad, es una acción de miles de violaciones a los derechos humanos que a diario comenten las autoridades policiales y militares de EE. UU., y es una práctica que está en las entrañas del sistema (en sus manuales de operación), que se ha naturalizado. Eso no lo podemos perder de vista.
La realidad, insisto, es que lo que le sucedió a Floyd no es accidental. Por eso originó ese levantamiento popular de indignación del pueblo afro, latino, y pobre, cansado de la opresión que viven en la tierra del Tío Sam, que se dice ser la más próspera (pero para una élite). La acumulación de riqueza que ha generado la élite de EE. UU. es resultado de la esclavitud de los negros y la explotación de los obreros racializados y de los latinos indocumentados.
Los afroamericanos también son grandes personajes en la academia, el deporte, el arte y la política, a pesar de ello han sido oprimidos por una élite. Ese es el reflejo de lo que hoy se está manifestado en el seno del pueblo de los Estados Unidos, que no es responsable de las acciones de su dirigente supremacista y racista. Ese pueblo también es víctima de las acciones de esa dirigencia.
Finalizo diciendo que lo que sucede hoy en EE. UU. no es un simple problema de los americanos, por eso no podemos dejar de solidarizarnos con las manifestaciones y quedarnos en silencio con la llegada a Colombia de militares americanos (que sabemos son la avanzada para invadir el hermano país de Venezuela).
Lo sucedido con George Floyd definitivamente no es un hecho aislado, ese comportamiento de la policía hace parte de la formación de las fuerzas militares. Pregunto: si los policías asesinan a sus ciudadanos, ¿qué no harán los marines con los afrocolombianos, los indígenas y los campesinos (más aún teniendo inmunidad y sin celulares que graben)? Por ellos, es importantes no separar estas acciones.
¡Abajo la supremacía blanca de los Estados Unidos!, ¡fuera yankees de Colombia y de todos los países del mundo!
Yankees go home!
Desde el palenque, un cimarrón todavía.
