La vida de Victor Carranza era misteriosa hasta para sus hijos. Tanto que éstos no se conocían entre sí. Se identificaron el día después de su muerte. El esmeraldero mayor murió el 5 de abril del 2013 en la Fundación Santafé de Bogotá después de perder una larga lucha contra el cáncer de próstata y pulmón. El encuentro no pudo ser más siniestro en el escenario de la Funeraria Gaviria donde a la manera de Carranza, convirtieron las cinco salas del segundo piso en una sola, alrededor del ataúd del patriarca que tenía sobre su superficie un poncho y un sombrero aguadeño.
En uno de los costados de la sala estaban los cinco hijos que tuvo con su única esposa, su prima Blanca Carranza: Holman, el mayor, Víctor Ernesto, Mery, Andrés Felipe y Arturo quien padece el Síndrome de Down. En el otro lado, casi que como unos extraños, estaban Viviana Andrea, Ginna Juliana e Iliana Catalina, todas de apellido Carranza pero de madres desconocidas. Una sola de sus descedndientes, Sandra Rusinque, de 40 años había optado por el apellido de la madre, pero era sabida la paternidad de Carranza. En aquel ambiente fúnebre, las cosas fluyeron y todos dijeron estar de acuerdo en que se repartirían la herencia como una gran familia, sin conflictos. El abogado de Victor Carranza, Jorge Alirio Roa, obró en consecuencia y empezó por llamar a las hijas naturales. Su oferta fue inferior a las expectativas.
El sartén por el mango lo tenía su esposa prima Blanca Carranza quien había dispuesto que los hijos del matrimonia oficial con ella debían ser privilegiados. El abogado Roa estaba de su lado. De allí la oferta que le hizo a una de la hijas Ginna Juliana. La compensaría con $2.000 millones, cifra irrisoria a sabiendas que hace 25 años la fortuna del esmeraldero mayor aparecía en la revista Forbes valorada en USD 1000 millones. La joven no aceptó el trato y al dar este paso se privó de la mensualidad por alimentos que tenían previsto el abogado girarle. Las otras tres hijas naturales siguieron la misma suerte de Ginna Juliana y hoy tratan de defender sus derechos sucesorales en los estrados judiciales.
Pero es allí donde el abogado Rosa ha ganado la batalla y ha asegurado la mayoría de los bienes urbanos, tierra en los Llanos, cabezas de ganado además de las piedras preciosas como Fura y Tena, las esmeraldas más grandes del mundo. Una fortuna que alcanza los billones, toda en manos los Carranza Carranza, la familia legítima. Holman, el primogénito es quien manda en la práctica. Un empoderamiento que se ganó, por su condición de hijo mauor pero también por haber enfrentado a los enemigos mayores en el áspero mundo de las esmeraldas: el clan Rincón liderado por Pedro Orejas..
Una vez muerto Carranza, el esmeraldero Pedro Orejas pretendían quedarse con las famosas minas de Muzo, las más grandes de Boyacá. Holman no se achicopaló y por el contrario desafío a Orejas cuando éste estaba en la cárcel La Picota desde donde manejaba los hilos de la guerra. Pagaba una condena de 27 años por el crimen del campesino Miguel Pinilla en Boyacá y el heredero de Carranza le siguió también los pasos una vez Orejas logró su libertad en 2016 hasta su su extradición a Estados Unidos en octubre del 2018, con la que sin duda, descansó.
La guerra por no perder el control no fue fácil. Solo en el primer año posterior a su desaparición, entre junio del 2013 y septiembre del 2014 cayeron seis patrones históricos del negocio de las esmeraldas. Murió entre otros Luis Murcia Chaparro, alias El Pequinés, asesinado mientras le daba de comer a sus gallos de pelea y gran aliado de Pedro Orejas. También murió en una gallera del centro de Bogotá José Alejandro Rojas, alias Martín Rojas.
Con estos asesinatos y la extradición de su riva, Holman Carranza pisa terreno firme. Tiene 56 años y es el zar incontrovertido del negocio, condición que cuida moviendo tambien, como su padre, los hilos del poder político, especialmente en Boyacá. Allí se le ha visto junto al gobernador Carlos Amaya en giras por el departamento. Las propiedades rurales heredadas en Zipaquirá, Chiquinquirá, Tolima, Chocontá y Sopó las tiene intactas, asi como los bienes en Bogotá, Cartagena, San Andrés además de la super esmeraladas de 13 mil kilates, una fortuna que incluye costosos bienes turísticos como el hotel Lord Pierre de San Andrés, el Hotel del Llano en Villavicencio, cuentas bancarias en Hong Kong y Dubai y transacciones societarias en Panamá, donde aparecieron como clientes de la firma de abogados Mosack Fonseca con la que se disparó el escándalo de los Panama Papers.