Tal como lo afirmó el arzobispo de Cali Darío de Jesús Monsalve, en su momento, en diferentes medios de comunicación cuando dieron de baja al antropólogo alias “Alfonso Cano”, comandante de la guerrilla narco-terrorista de las FARC, en el año 2011, de que a aquél delincuente debieron “preservarle la vida”, en esta ocasión hizo lo mismo ante la neutralización por parte del ejército constitucional de Colombia y la Policía Nacional, en asocio con el CTI, del disidente de las FARC alias “Guacho”.
En plena temporada navideña (24 de diciembre) cuando el país entero se encuentra en momentos de fraternidad y con algo de sosiego porque su ejército abatió a uno de los principales cabecillas de la disidencia, dice Monseñor Monsalve, en caracol radio, que debieron primero capturarlo o haberle llevado a la justicia antes de asesinarlo. Que no estaba en combate y da a entender – palabras más, palabras menos- que estaba en algo así como en indefensión.
Ya ven las posiciones de este arzobispo que le ha correspondido a la capital del Valle del Cauca, que ha padecido los horrores de la guerra, del secuestro, de las amenazas, de los asesinatos despiadados por quienes hoy ocupan curules en el congreso de la República. No se compadece con la búsqueda del restablecimiento de la institucionalidad, tan empañada desde el período gubernamental de Juan Manuel Santos.
¿Será esa la posición de la Conferencia Episcopal de Colombia? Queda el interrogante y hago un llamado, desde estas líneas, para que se pronuncien al respecto.
Está bien, hay que buscar la concordia nacional, que los reinsertados logren vincularse a la vida civil, que quienes en realidad busquen la Paz sean bienvenidos. Pero ante un disidente que continúa al margen de la ley, que re-arma una serie de bandidos para secuestrar, asesinar periodistas, cultivar amplias extensiones de coca, traficar, entre otra serie de concurso de crímenes que seguramente cometió “Guacho” (como el de asesinar a su propia sobrina), no está bien que salga un representante de la iglesia católica como el arzobispo Monsalve a reprocharle al ejército, a la policía, a la fiscalía, una impecable operación militar que ha costado recursos económicos altos, tiempo, dedicación, familias sacrificadas sin ver a sus padres, hijos, esposos, por estar cumpliendo con su deber.
Pero ese siempre ha sido su tonito, ya lo dijo con “Alfonso Cano”, ahora con “Guacho”, la semana anterior también lo dijo sobre el proceso de Paz con el ELN -de una manera tan descortés que no se entiende por qué la Conferencia Episcopal no le ha llamado al orden- como en alguna ocasión lo hizo, diciendo que: “siente uno que este proceso vale huevo”, dando a entender que al gobierno del presidente Iván Duque poco le interesa la Paz y la reconciliación, cuando ha dado muestra de todo lo contrario.
Creo, más bien, que el arzobispo Monsalve debe dedicarse mejor a los asuntos internos de su iglesia que – al parecer- no ha salido del desgreño financiero, porque aún no se conoce públicamente respuesta al requerimiento que hicieron los sacerdotes Germán Robledo y Hernán Betancourt en carta de agosto 24 de 2017 sobre la posible pérdida de más de 2.000 millones de pesos de la arquidiócesis de Cali y que cuestionan, en la misiva, otra serie de “negociados” que llegan a decir que hay el denominado C.V.Y (como voy yo, ahí) y que no salió a desmentir o brindar información precisa al programa de investigación periodística de Caracol televisión “Los Informantes”. Por el contrario, ahí sí se encapsuló, como no lo hace ahora.
Zapatero a tus zapatos, querido Monseñor Monsalve.
