Fotos: Jorge Gallardo Kattah
Lui Bolin puede estar sentado a su lado, detrás suyo respirándole en la nuca. No lo ve porque es invisible. Un espejismo que aparece en el supermercado o en el cine. Es un árbol, una cabina telefónica, un tronco o una montaña de ladrillos. En Colombia quiso ser una revista, una mochila y una pieza de oro precolombina.
Lui lleva tres horas parado frente a un escaparate con carátulas de las revistas Semana, Jet-Set, SoHo y Dinero. Los flashes de las cámaras no le encandilan los ojos porque ya los tiene acostumbrados a la prensa. Dos bolas blancas se mueven al fondo. Dos ojos que miran a un público que se entona con unos vinos, cuchichea y sonríe por inercia mientras Lui permanece firme como una piedra. El eco de las voces acompaña al pincel que se desliza por sus labios y después de cuatro días está punto de terminar los últimos detalles.
Para los observadores es un acto deslumbrante. ¡Algo nunca antes visto en Colombia!. Aquí muchos asocian la palabra arte con las “gordas” de Botero o los “pájaros” de Manzur. Para Lui esto hace parte de su rutina, ponerse un overol blanco, pararse más de cinco horas y dejar que tres personas pinten sobre él. Sus piernas están ancladas a la pequeña tarima, fuertes como una roca: ya han hecho lo mismo en Nueva York, Beijing y Paris. Pero ahora solo quedan pocos minutos para que el fotógrafo Zachary Baco vuelva a disparar el obturador e inmortalice también la visita de este fantasma chino en Bogotá.
Lui Bolin es un artista que se esconde. Aprendió a hacerlo después de que el Ejército destruyera su estudio y el de 125 artistas más, en Beijing. Sabía que tenía que desaparecer, esconderse pero sin abandonar su tierra. Los soldados habían atravesado con buldóceres el barrio con más artistas en Asia, convirtiendo cien talleres en pilas de escombros, entre esos el suyo: “¿Es que acaso no me ven? ¿Soy invisible?” Se preguntó Lui en ese momento. Un interrogante que lo llevó a encontrar la manera de escabullirse del gobierno de su país.
Quería demostrarles que no podían acabar con el arte así derrumbaran la ciudad y empezó a camuflarse entre edificios demolidos, grafitis, murallas y palacios bajo el lema: "Si me quieren echar de la ciudad yo me esconderé en ella”. Esta frase se convirtió en una apuesta política que transformó en su popular obra llamada “Escondidos en la ciudad”. Una serie de fotografías que parecen hechas en photoshop pero que son el resultado de un cuidadoso trabajo de pintura.
A sus 26 años el paisa Yosman Botero fue uno de los elegidos para crear esta foto que hará parte de la serie “Escondidos en la Ciudad Bogotá”. Botero se acerca a mí con una paleta de acrílicos en la mano preocupado porque ya empieza a esconderse el sol y necesita un bombillo que ilumine mejor. Estamos en la galería La Cometa y afuera empieza a lloviznar. Un día nublado como los que prefiere Bolin para trabajar.
Lo que antes era un uniforme blanco parecido a una hoja cuadriculada ahora se ha convertido en la cara de Víctor Carranza, Humberto de la Calle y Andrés Jaramillo, todos alguna vez portada de estas revistas. En dos meses cuando las fotografías estén impresas serán vendidas en 13 mil, 16 mil y 19 mil dólares dependiendo del tamaño (21, 34 y 38 millones de pesos aproximadamente). Zachary Baco aprieta el obturador, el flash revienta y el público aplaude. La foto está lista pero es apenas la primera de las tres que se harán en Bogotá. Todavía falta que se esconda entre las mochilas wayúu que lo enamoraron en el mercado de las pulgas y las piezas precolombinas del Museo de Oro.
El arte de Lui Bolin es como la frase viviente del maestro Bruce Lee “"Vacía tu mente, sé amorfo, moldeable, como el agua. Si pones agua en una taza conviértete en la taza. Si pones agua en una botella conviértete en la botella. Si la pones en una tetera conviértete en la tetera." El arte de Lui Bolin es invisible.
