"Ese artículo del 'crudo en la encrucijada' me sonó a cantaleta"

"Ese artículo del 'crudo en la encrucijada' me sonó a cantaleta"

Opinión, a propósito de la nota sobre exploración petrolera publicada el 30 de abril en la Revista Semana

Por: Natalia Orduz Salinas
mayo 02, 2016
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Foto: nelsonlombana.wordpress.com

Voy a hablar como ciudadana colombiana. No soy economista, por eso no voy a entrar en la discusión de cifras. Voy a hablar desde el sentido común y desde el conocimiento que he podido acumular al trabajar desde una perspectiva de derechos humanos en temas ambientales. Lo he hecho tanto como investigadora sociojurídica, como desde el periodismo.

El artículo de Semana, El crudo en la encrucijada, me sonó a una cantaleta. Leí el mensaje algo así como lo siguiente: "ya es hora de que ambientalistas, indígenas y uno que otro gobernador, alcalde o juez irresponsable dejen de sabotearnos la extracción de petróleo. Hay que buscar las reservas, porque si no, el país se va a quedar en la ruina, no habrá plata para educación ni para salud".

Quiero decirles, señores de Semana, que esta cantaleta no les va a funcionar con una gran parte de la población. Los tiempos han cambiado. Hay una capa crítica informada y unida por redes sociales que ya no se come enteros los axiomas de la “competitividad”, el “desarrollo” y otros conceptos que nuestros tecnócratas traen de Universidades gringas y europeas sin haber recorrido una pizca el país. Se les nota demasiado su sesgo. Hablan de una encrucijada en el título y luego solo dan argumentos a favor de un lado de esa encrucijada.

Entonces, no solo minimizan los contraargumentos, sino que los ocultan y así se les nota mucho que quieren imponer una visión sobre la otra. Una forma de desarrollo sobre muchas otras formas posibles. Su visión antidemocrática queda en completa evidencia en su desdén solapado a las consultas populares. No se dan cuenta de que independientemente del tema, hay que celebrar que existan mecanismos constitucionales para que por fin la democracia sea una realidad en las regiones y el desarrollo deje de imponérseles con los valores de otros lados, antes de España, ahora de Bogotá.

Ustedes mencionan que el petróleo ha traído salud y educación a las regiones. Pero si la gente no les cree, por algo será. Yo quisiera saber entonces si el Magdalena Medio y el Meta son las regiones mejor educadas del país. Las regiones mejor educadas siguen siendo aquellas donde hay muchos colegios y universidades privadas, donde se queda la mayor parte de la plata de las rentas petroleras y donde la gente no ha sufrido el agua contaminada ni los cambios culturales que trae el rápido flujo de plata en una región. ¿Los autores de esta nota han conocido los pueblos petroleros del Meta?

Y el agua se contamina, porque las maravillosas rentas petroleras ni siquiera han alcanzado para robustecer una institucionalidad capaz de hacerles cumplir las leyes ambientales y las licencias a las empresas. Acá en Colombia, en las regiones apartadas, las empresas hacen lo que se les da la gana. O si no vayan a preguntar a San José del Fragua (Caquetá), donde Pacific botaba los desechos al río y con la sísmica derrumbaron casas de campesinos. Y el Estado no hizo nada. El Estado, en muchas ocasiones, solo aparece con el ESMAD. Pareciera que presupuestara los heridos y muertos que pueden pagar, porque ni siquiera se toman el trabajo de llevar una ambulancia, como ocurrió en Valparaíso, Caquetá.

En su artículo celebran que la Corte Constitucional reversó una decisión de suspender una operación petrolera que afectaba a la comunidad indígena. Ni siquiera se toman el trabajo de preguntarse cuál es esa afectación y por qué los indígenas se sintieron amenazados por ella. Lo que los indígenas (o los negros) piensen o quieran, no importa: no son lo suficientemente ciudadanos para que la revista Semana los tome en serio, mucho menos el Estado. Eso se llama simplemente racismo e injusticia ambiental.

Además de su posición racista y su menosprecio por la voluntad de la gente de las regiones, tienen una argumentación que trata a los lectores como si fueran estúpidos. En su artículo plantean algo así como “o les hacemos caso a los ambientalistas o no habrá salud y educación”. Cualquier persona con un poquito de sentido común y conocimiento del país sabe que esa dicotomía es falsa: que ponerse a favor del medio ambiente no significa ponerse en contra de la salud o la educación. Por poner solo un ejemplo: en muchas regiones en donde no llega el acueducto, porque el Estado no ha sabido invertir bien sus rentas petroleras, la gente sobrevive porque todavía tiene ríos limpios y puede pescar. Y se cura las enfermedades con saberes sobre hierbas y frutas. Y eso es conocimiento, uno que sirve para sobrevivir y es un legado de generaciones anteriores, tan importante como el que se imparte en clases de química o física del colegio.

A mí me suena este artículo como si después del escándalo de la Macarena, hubiera salido una orden de Palacio diciendo que hay que bajarle a la guachafita contrapetrolera. Pero en mi opinión, a la guachafita que hay que bajarle es a la de este tipo de artículos. Hay que dar un debate, pero con altura -sin citar alienígenas, por favor-. Con argumentos, con respeto a la diversidad del país y sobre todo, haciendo un esfuerzo por superar el racismo y el menosprecio por la gente de las regiones. ¿Será mucho pedir?

@NorduZina

 

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