La reapertura del Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) nos invita a conocer la última exposición del artista Fernando Arias, titulada Nada que cesa. Realicé la visita al segundo día de su inauguración, respetando la norma del ''pico y cédula'' que aún se mantiene vigente en la ciudad, luego de que el distrito le diera fin al aislamiento preventivo obligatorio.
Cuando llegué al museo noté la típica frivolidad del escenario y lo solitario que suele ser. De inmediato recordé que antes de salir de mi casa, le dije a mi mamá: ''tranquila, no se preocupe que los museos siempre están vacíos''. Vacío, mientras afuera, vías y calles congestionadas.
No recuerdo la última vez que vi una obra con tanta idiosincrasia, Arias logró por medio de tres ejes una conexión maravillosa para referirse a cómo el conflicto armado en Colombia atraviesa al cuerpo y asimismo afecta a toda una sociedad en ese mismo sentido corpóreo. De ese modo nos invita a percibir lo violento que ha sido a través del tiempo significar lo masculino y femenino en un contexto lleno de tradicionalismos y desigualdades.
Además, paralelo a esto también hace un llamado a reconocer la estigmatización que ha provocado ser portador del VIH en una sociedad ortodoxa, y en esta misma línea de moralidad y sentido de ''justicia'' evoca al señalamiento punitivo que se ha propiciado culturalmente hacia las víctimas y victimarios como actores principales de la guerra desenfrenada que ha sufrido el norte suramericano durante tantas décadas.
Arias pone un contador numérico en el último piso del museo, al otro día aparece un nuevo titular en el noticiero diciendo que hubo dos masacres al norte del país, sumándole 8 muertes más a tal cifra, grande, que ilumina en luces de neón de color rojo. A la mañana siguiente, dos policías asesinan a un hombre injustificadamente en Bogotá, por supuesto, el número continúa creciendo. Ya no sabemos con cuántos menos vamos a despertar mañana y qué tanto van a aumentar los dígitos, pero de lo que sí tenemos certezas es que ya la vida no es ''sagrada'' como nuestros dirigentes fieles a la santa iglesia tanto lo han enunciado en sus discursos públicos.
El arte entonces se muestra como un desafío para la configuración de la sociedad colombiana contemporánea. Con eso claro, preguntémonos: ¿por qué no se le da relevancia suficiente a un escenario que le aporta perspectiva a la estructura de nuestra propia historia?, ¿qué retos tiene la construcción de memoria en el país? La ventaja de la modernidad es que existen un sinnúmero de mecanismos para generar resistencias desde las artes y demás manifestaciones de opinión. Así pues, expresar desde el sentido más platónico de lo humano la indignación no es una tarea fácil, sobre todo en un ámbito hostil en el que hacer un ejercicio contracorriente puede ser anulado y reprimido fácilmente.
''Nada que cesa'' una violencia que pareciera nunca acabar, una guerra que mata más que un virus proveniente de otro continente y un gobierno déspota al que configurar un sistema judicial se le salió de las manos. Sin embargo, es posible pensar en que en algún momento las aguas rojizas amainaran porque así como estas pudieron llegar a ser tan impetuosas, las voces en las calles, las luchas de los pueblos y las juventudes pueden contener más fuerza para contrarrestar aquella turbulencia.