El 2021 ha sido un año con gran relevancia en el andar de Colombia, no solo por la crisis sanitaria que dejó patas arriba al Estado, mostrando lo frágil que es económicamente, sino por sacar a relucir problemas que llevan una eternidad, como lo es la salud, la infraestructura, la poca planificación gubernamental, la desfinanciación y mala inversión en la educación, entre otras. La lista podría continuar apilando motivos para sentarse a reflexionar a modo de tesis doctoral, pero no sin que estas causas se embarcaran en un viaje de ida sin regreso el 28 de abril, bus que se autoproclamó paro nacional, haciendo que los sectores involucrados se unieran en movilizaciones donde la médula espinal la formaron las expresiones artísticas y culturales.
Cada vándalo interpretaba un instrumento o comunicaba su pensamiento con la danza y arengas unísonas alegraban el camino de cada persona, el arma más eficaz y dura que se promulgó fue la pedagogía junto con la explosiva compañía de la paz, mostrando a los gobernantes y servidores públicos que era y es una generación cansada de la guerra, el asesinato de líderes sociales puntualizando que a la corrupción y abusos policial se les hace frente con pies de plomo empuñando un pincel.
El país fue epicentro de murales, donde Boyacá fue uno de los lugares que el muralismo tuvo gran relevancia, mostrando que, aunque el arte esté en crisis, es un sector que lucha por no dejarse exterminar. Este territorio comprende de una cantidad de expresiones artísticas con un arraigo de lo autóctono, lo cual se puede evidenciar en los murales de Paipa, el peaje de Tuta y Tunja. Estos símbolos atienden a una coyuntura llena cargas político-sociales con la intención de resignificar el espacio, plasmando en el tiempo la realidad contextual por la que pasa el entorno, generando una forma de movilizar un discurso, con tintes de cambio, porque el arte no solo es mostrar lo bonito que comprende un paisaje boyacense, sino también la crueldad de perder un ojo por el acto criminal de pensar en una sociedad mejor y con más oportunidades. Al fin y al cabo en Colombia ser artista cuesta un ojo de la cara.