“Es que estaba estresado” dijo José Alfredo Jiménez a las cámaras de Noticias Caracol, el 12 de agosto de 2013. Pero no es que haya vuelto de la tumba, para una entrevista, el famoso cantante mexicano. Este José Alfredo es taxista en Bogotá de treinta y tantos años, y según la empresa a la que está afiliado su taxi, será despedido por haberle partido el dedo a un joven que se negó a pagar $ 2.000 pesos de más en un servicio que él y su familia habian tomado en la calle.
Y es que estas “excusas inverosimiles” ya se hacen cada vez más comunes entre quienes violentan y agreden en Colombia: “es que sólo me tomé 3 tequilas”, “es que ella se lo merecía”, “es que estaba pintando la pared con graffitis”, “es que se veia como un guerrillero”…El caso de Jiménez pone de nuevo sobre la opinión pública la regulación a los servicios de taxi en Bogotá y en general en el país; aúnque desafortunadamente, será otra vez sólo flor de un día.
Creo que mensualmente gasto en taxis $ 300.000.oo pesos, lo que me hace un asiduo cliente de estos amigos amarillos. Casualmente mi tío es taxista desde hace tres años y desde esa fecha puedo dar fé que no es el mismo; al parecer su temperamento afable y gracioso, fue remplazado por una intolerancia extrema. He sido víctima del “paseo millonario” dos veces, una en Bogotá en 2009 y otra en Cartagena en 2011. ¿Mala suerte? ¿Vínculo sobrenatural con el gremio? No sé, pero esta discusion sobre los taxis y taxistas, para mí siempre tiene la misma conclusión: El servicio de taxis en Colombia necesita ser regulado con ahínco y vehemencia por las autoridades.
Subirse a un taxi en la calle hoy en Bogotá, por ejemplo, es una lotería: puede que el taxi no vaya a donde uno va porque “no coincide con su ruta” (situación inexplicable ya que es un servicio de transporte contratado para ir a DONDE EL USUARIO NECESITE), o puede dar con una “rocola ambulante” con música a todo volumen, o en el peor de los casos ser víctima de asalto y así, mil casos más que pueden ir desde lo risible hasta un dedo partido por no pagar el “sobrecosto” que de manera autonoma y casi delictiva, imponen algunos taxistas a su alvedrio.
Hasta el cine colombiano ha registrado los demesmanes de este gremio. “La Sangre y la Lluvia” película colombiana de 2010, muestra como ellos operan casi como una mafia en la ciudad, cazando ladrones de taxistas, vehiculos que han estrellado algun otro taxi y de vez en cuando algún “pasajero problema” que no quiera pagar la cuenta; actuando como un Ejército privado en la ciudad, que cuando quiere (como la historia lo ha demostrado) puede parar la ciudad y arrodillar a sus gobernantes, bloqueando vías desde el amanecer (y no tocaremos el poder polìtico de ciertos empresarios dueños de cientos de taxis, lo que nos llevaría más tiempo).
Es necesario reconocer que en este tema de los taxis, el taxista a veces es agresores, pero tambien victimas. Ni la Policia ni la administración Bogotá Humana tienen una cifra exacta de cuántos taxistas han sido asesinados en lo corrido de 2013, cuántos vehículos han sido robados o peor aún cuántos atracos sufren los “amarillos” en Bogotá. Pero datos no oficiales manejados por los mismos taxistas hablan de por lo menos 10 muertos en 2013.
Pero entonces ¿Cúal es la solución? Subirse a un taxi en la ciudad da miedo. Por la hostilidad de los taxistas, por la inseguridad de la ciudad para taxistas y pasajeros, y por la posibilidad de que algún conductor ebrio se crea Juan Pablo Montoya por la calle 26 y termine acabando con ambas vidas.
Y luego viene las declaraciones en TV de “El Arrepentido”. Como José Alfredo Jiménez y su “es que estaba estresado” o Fabio Andres Salamanca y “es que sólo me tomé 3 tequilas”, o el asesino de Rosa Elvira Cely y “es que ella se lo merecia”, o algunos soldados de la patria con “es que se veia como un guerrillero”.
El arrepentimiento no revive a nadie, no endereza dedos, no rehace vidas. Pero tampoco la venganza. Lo mejor será entonces más cabeza fria para una sociedad intoletante acostumbrada a disculparse por todo y no cambiar en nada; ya que como dice José Alfredo Jiménez (el cantante) en la canción que lleva el mismo nombre de esta columna, después de lo hecho “ya pensando, con la cabeza…pa´ que llorar”.