"Periodista de Colombia, un momento, un momento... ¿Mondragón aún juega allí?”, pregunta, y luego, al mencionar la pasada Copa del Mundo, habla de: "Valderrama, Faustino Asprilla... Ah, y el futbolista de 43 años, el más veterano en jugar un Mundial”: de nuevo Faryd.
Dariusz jugó como arquero por muchos años antes de la lesión en su espalda y de ahí viene su fascinación por el escorpión de Higuita, la "magia de los porteros del Sur”, y Mondragón, casi un contemporáneo suyo.
A a sus 41 años, Dariusz está concentrado en independizarse completamente de la silla de ruedas para retomar la vida de antes del accidente, la del fútbol y la caza. Por eso se ejercita en horario de oficina, de lunes a viernes de 8 a 5, guiado por dos entrenadores, un masajista y un jefe de electroterapia, en el centro polaco de neurorehabilitación Akson, en Breslavia. Rema, hace estiramientos y también bicicleta, y se toma muy en serio su trabajo porque otros compañeros con menos fuerza de voluntad abandonaron la fisioterapia y el tratamiento médico a mitad de camino.
El exigente procedimiento implicaba prepararse físicamente por nueve meses para el trasplante, ser operado para extraer células madre olfatorias, ser implantado con ellas -con Dariusz, las intervenciones quirúrgicas duraron, cada una, once horas- y continuar con el entrenamiento físico sin garantía de levantarse de la silla de ruedas, porque los doctores experimentaban con este nuevo método.
"Me habían advertido que empezaría a ver mejoras al año del trasplante, si es que el procedimiento llegaba a funcionar”, dice. Para su fortuna, a los nueve meses de la cirugía de implantación de células madre empezó a sentir los primeros síntomas de progreso: cosquilleo, calor y frío en la pierna derecha. ¿Obra de su tesón o suerte? Puede que ambos. La lesión de Dariusz era pequeña y a diferencia de sus compañeros, a él le extrajeron las células directamente del cráneo, y no de la nariz, porque sufría de pólipos. "Los doctores sospechaban que la muestra sacada del cerebro sería de mejor calidad", agrega. Qué ironía, probablemente los incómodos tumores nasales le permitieron ponerse de nuevo de pie.
Dariusz es un hombre aparentemente serio y con frecuencia cruza los brazos. Periodistas de todo el mundo lo hemos buscado para una entrevista. Está cansado de ser el centro de atención, dice, y frunce en la frente un par de cicatrices de la cirugía.
Tiene una mirada dura, pero responde a los cientos de mensajes de quienes necesitan información sobre el procedimiento médico que a él le funcionó tras ser atacado con una navaja. Le escriben a su página de Facebook de España, Italia y Grecia y, "extrañamente”, también de países latinoamericanos con una tasa alta de víctimas de "peleas con cuchillo": Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, Honduras y México.
A todos ellos los remite a la página Web de Akson, donde los doctores del Hospital Universitario de Breslavia buscan candidatos para comprobar que el progreso de Dariusz no es un caso aislado. "Les digo que es un tratamiento muy exigente, que deben pasar exámenes físicos y psicológicos, porque los médicos necesitan saber si son capaces de soportar la carga psíquica y no rendirse”, señala.
Él, cuando firmó los papeles para autorizar la extracción de células madre del cráneo, no midió los riesgos de la intervención. Su familia era la preocupada. Dariusz solo pensaba en el éxito del tratamiento aunque los resultados no fueran inmediatos. Así como un día se había levantado con una tos y había optado por dejar de fumar, ahora estaba determinado en volver a caminar.
"Es una cuestión de carácter”, dice -y cómo no, si los resultados se ven cada dos o tres meses, despacio, muy despacio-.
Dariusz está hecho para los retos. Fue bombero, ya ha vuelto a cazar -no mata animales por ahora; practica tiro al blanco desde un carro- y confía en que este año remplazará la silla de ruedas por un caminador. ¿Y después?
Seguir trabajando duro. "Nadie sabe cuál es el límite", dice.
Gracias a Marcin Czub y a Ewelina Cembzrynska por su apoyo en la traducción de esta entrevista.