Los Caballeros de la Virgen cuando se ponen bravos dan miedo. Los vi frente a la Procuraduría el martes pasado despidiendo a Ordóñez. Llegaron a las doce y treinta con paraguas y banderas que tenían impresas la frase fatídica: Ordóñez presidente. Ciegos de religión y tinto recalentado estos católicos lefebristas, férreos opositores a la salida negociada con las Farc, estaban convencidos de que la salida de Ordóñez era una jugada sucia de Santos pasando por alto que el procurador debió haber salido en el 2013.
“Él es un hombre bueno, un hombre de Dios y me duele mucho que estas locas hijueputas de la esquina hayan sido más organizadas que nosotros, mire no más los poquitos que vinimos”, me decía una señora que, con espuma en la boca y un Cristo Rey de proporciones monumentales, se lamentaba de la colorida fiesta que los LGTBI habían armado en la carrera 5 con 15. La ida del procurador, quien se ha opuesto a darles cualquier tipo de legitimidad social, era para ellos una bendición así no creyeran en Dios. Con carteles alusivos a la degeneración en la que vivían, las señoras mayores iban a buscarlos. Detrás, hombres altos, impecablemente vestidos con sus fracs y llevando en sus cuellos una infinidad de rosarios y cadenitas con dijes de la Virgen, miraban amenazantes. Los ánimos se caldearon, los insultos iban y venían. Los Caballeros de Cristo por supuesto que eran los más violentos. Me sentí viendo a la guardia religiosa del Gorrión Supremo de Game of Thrones
No sabía lo peligrosos que son los ordoñistas
hasta que los conocí.
Su cruzada es religiosa, no política
No sabía lo peligrosos que son los ordoñistas hasta que los conocí. Su cruzada es religiosa, no política. De otra forma uno no podía entender las arengas a la Virgen de Chiquinquirá y a Cristo Rey que daban entre los insultos homófobos. Vi a señoras arrodilladas rosario en mano rezando por que el gran Alejandro se transformara en presidente para salvar a este país del ateísmo, el homosexualismo y el comunismo, males que vendrán con la firma del acuerdo de paz. Las banderas fascistas ondeaban al viento. Personajillos con pasado neonazi custodiaban el grupo que era, para mi sorpresa, bastante reducido.
Esta derecha retardataria, apabullada por los vientos de cambio que refrescan al país, por una revolución en ciernes, está lejos de ser vencida. Los malditos ataques del ELN en Norte de Santander y Arauca los mantiene con vida. Dentro de todo colombiano se agazapa un tiranillo mochador de cabezas que sale a flote cuando bebe aguardiente o cuando hay elecciones. Tener flotando al ELN, a las bacrim y a la delincuencia común en la Colombia profunda es demasiado peligroso. Noticias RCN, golpeada por el rating, podría levantar en cualquier momento y empezar a lavar cabecitas llenas de Dios. Una coyuntura de ese tipo podría ser fácilmente aprovechada por monseñor Ordóñez. El martes, en una cuadra, vi el horror que significaría para este país caer en manos de los ordoñistas.
Volvería el cadalso a la plaza pública y, como son de godos, hasta mandarían a traer de España al virrey. Lincharían a los LGBTI, a los ateos, a los comunistas, a todo aquel que no fuera católico. Volvería la inquisición. Lo peor es que no estoy exagerando. Los escuché decir estas sandeces.
Ojalá Alejandro Ordóñez se lance a la presidencia y pierda sin atenuantes. La nueva Colombia les daría toda la libertad para descargar su odio medievalista. Sin callarlos, sin persecuciones, toleraríamos su intolerancia: serían tan pequeñitos, tan insignificantes, que ni siquiera podríamos escuchar sus oraciones.
El problema es si ganan. Colombia se hundiría irremediablemente.
Texto publicado el 13 de octubre del 2015