Se comenta que la próxima contienda presidencial medirá los pulsos del antiuribismo y el antipetrismo, los dos “anti” que han dominado la política colombiana en los últimos cuatro años; sin embargo, en esa eterna deriva de “ismos” y excesiva personalización de la política, recientemente emergió uno que bien se podría decir se integra en propiedad a la familia de la derecha y se desprende del tronco del uribismo, aunque conservando su propia naturaleza y una cuestionada carga mediática; al menos, así lo ha venido presentando Ariel Ávila, el activista-analista advenido en senador (con una altísima votación), y dedicado a impulsar a nivel nacional la estrategia “pedagógica” anti-Fico.
A todas estas, ¿existe el fiquismo?
Como ya es tradición en la política criolla, cuando un dirigente alcanza reconocimiento su nombre o apellido automáticamente se convierte en un ismo.
A Federico Gutiérrez le ocurrió con su apodo en la campaña electoral de 2019, en mayor medida, como resultado de su empeño por imponer la candidatura de Santiago Gómez. Para impulsar a Gómez, el entonces alcalde desmanteló parte de su gabinete; participó descaradamente en política (la Procuraduría de Carillo le abrió una investigación que no prosperó); y reventó el uribismo.
Con su negativa a adherirse al candidato de Uribe -lo que se hubiera traducido en pedirle a Gómez que declinara en favor de Ramos-, Fico demostró que tenía vuelo propio y le entregó las banderas del fiquismo a un candidato que solo basó su campaña en presentarse como “El de Fico”.
A Fico no le fue nada bien y fracasó estruendosamente en su apuesta con Gómez (siempre fue un candidato inviable); dividió a la derecha local -lo que a la postre favoreció a Quintero-; su movimiento Creemos no presentó una lista al Concejo; y sus bases se movieron en las listas del uribismo.
Y aunque entre 2020 y 2021 perdió tracción entre los líderes locales tras el ascenso del quinterismo (otro ismo de reciente cosecha), no hay que desestimar que en la consulta de Equipo por Colombia y sin incidencia en la administración local, Fico se alzó con más de cuatrocientos mil votos.
De ahí que más que hablar del fiquismo como un movimiento estructurado en torno a un programa o asociado a una estructura con amplio despliegue territorial, el ismo de Gutiérrez solo sea una deriva de su ascendencia entre la derecha antioqueña. Una combinación de su propio capital de opinión en Medellín-salió de la alcaldía con 85% de favorabilidad-, y la fortaleza histórica del uribismo y el conservatismo en algunas subregiones (suroeste, occidente y norte).
¿A qué va el anti-Fico?
El anti-Fico, más que una estrategia pedagógica o formativa sobre cultura política, es una campaña de información diseñada por Ariel Ávila para presentar el perfil de Fico como alcalde; describiendo sus alianzas, escándalos y las principales sombras de su gestión, teniendo un espacio importante el rol que jugó en la Secretaria de Seguridad el condenado Gustavo Villegas.
Pero el anti-Fico no se detiene solo en el paso de Gutiérrez por la Alcaldía, ya que presenta, utilizando la metodología de análisis descriptivo empleada por Ávila cuando fue subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, el conjunto de clanes, sectores de la politiquería tradicional, condenados por corrupción y parapolíticos que se han sumado a Fico.
Aunque el candidato de Equipo por Colombia no vio con buenos ojos la campaña y se lo viene reprochando a Fajardo (quien no tuvo nada que ver en su diseño), dicha campaña es pertinente en tanto le presenta a los colombianos los verdaderos poderes que están detrás de Fico, es la “gavilla” de la que habla Rodolfo Hernández.
Así le incomode, Fico no puede ocultar que se ha venido rodeando de la clase política tradicional -incluyendo herederos de la parapolítica, políticos cuestionados y condenados por corrupción-, son ellos quienes le vienen organizando la logística de las plazas; los que le arman las avanzadas en los municipios que nunca ha visitado; y los que le “garantizan” los votos. La pregunta es: ¿a qué costo?
Destacando el valor informativo del anti-Fico (un modelo que bien se podría replicar para los demás candidatos), no considero que sea una campaña pedagógica, pues su existencia se enmarca solo en la coyuntura electoral, no pasa de ser una actividad propia del estilo de Ariel (el cual conocí cuando trabajé por algunos meses en la Fundación Paz y Reconciliación), y seguramente no se sostendrá en el tiempo como una estrategia de formación ciudadana. Así que no es pedagogía, solo es una campaña informativa.
Sin embargo, sí veo problemático que Ariel lleve su campaña al centro de las manifestaciones de Fico. Se dirá que es precisamente allí donde debe estar, pero no lo considero así, porque es una acción dirigida que podría incitar innecesariamente a la confrontación y que de entrada desestima dos realidades (que Ariel conoce muy bien); por un lado, que los operadores políticos que le organizan la logística a Fico lo van a respaldar contra viento y marea; y por el otro, que una gran mayoría de las personas que asiste a esos eventos lo hacen bajo presión del “jefe político” y solo para “conservar el contrato”. ¿Por qué exponerlos a ese hostigamiento?
El anti-Fico se podría extinguir con la derrota de Gutiérrez o volver a su cauce natural en Medellín.
Otra sería la historia si Fico gana las elecciones (algo cada vez más improbable a la luz de las últimas encuestas), en ese escenario, el anti-Fico no solo sería una campaña de información, sino que se podría convertir en un verdadero movimiento de oposición a un gobierno de los mismos de siempre, encabezado por un uribista, pero que se empeñaría en poner su propio sello y ahí si darle vida nacional al fiquismo.