Al cabo de un año, el balance del gobierno Gustavo Petro es ciertamente satisfactorio. En primer porque, en una rara muestra de coherencia política, está cumpliendo con el programa con que ganó las elecciones. Que allí están para demostrarlo sus proyectos de reforma tributaria, de salud y educación, así como de reforma laboral. Todos ellos orientados a satisfacer las urgencias y necesidades de las mayorías populares, ignoradas o deseñadas por la legalidad neoliberal existente que solo las toma en cuenta cuando puede convertirlas en un lucrativo negocio. Alfa y omega del capitalismo parasitario que ha dominado la economía y la política del país desde la presidencia de Cesar Gaviria y su versión no por criolla menos irresponsable de los Chicago Boys.
Cierto, todas ellas, con la excepción de la tributaria, han tropezado en el Congreso con una fuerte oposición, tanto abierta como subrepticia, empeñada en bloquearlas o descafeinarlas hasta el punto de hacerlas inocuas. Como ha ocurrido con la reforma del sistema de salud, de una claridad conceptual y un diseño técnico admirables, que la oposición esta dispuesta a votar con la única condición de que, sea bajo el nombre que sea, se mantenga la gestión privada de los recursos públicos destinados a garantizar la salud del pueblo colombiano. A la reforma laboral, como se sabe, le dieron de entrada carpetazo y solo el tozudo empeño del gobierno impide que el carpetazo sea definitivo.
Eso sí que nadie se declare sorprendido porque esto esté ocurriendo: desde el primer día de la campaña electoral, Petro advirtió sobre la importancia de obtener la mayoría en el Congreso para sacar avante las reformas. Como no se logró, la consecuencia son las alambicadas maniobras parlamentarias con las que se ha intentado y se sigue intentando sacar adelante las reformas.
Pero el sabotaje parlamentario no ha condenado al presidente a la inacción. Por el contrario, echando mano de sus poderes legales y de los recursos que le concede el actual presupuesto nacional, el presidente ha actuado con energía haciendo avanzar lo máximo posible su agenda de cambio social y político. Los presupuestos de salud y educación se han incrementado todo lo que se ha podido y en la cuestión agraria también se han conseguido logros importantes gracias a la puesta en marcha del sistema nacional de reforma agraria, que incluye la compra de tierras para su reparto entre los campesinos, la formalización de la posesión de la misma, las líneas de crédito para la pequeñas empresas agrícolas, el refrendo de los derechos a la tierra de las comunidades aborígenes y afrodescendientes y la aprobación de la jurisdicción agraria que reconoce al campesinado como sujeto de derechos.
El sabotaje parlamentario no ha condenado al presidente a la inacción
Cierto, cifra de 29.000 hectáreas entregadas en propiedad durante este año, basta para demostrar la modestia de los esfuerzos hechos por el presidente para resolver de manera por fin satisfactoria la todavía ingente cuestión agraria. Pero la modestia no anula del todo la valía del esfuerzo ni impide desde luego tomar conciencia de que es la actual relación de fuerzas políticas la que la determina. Los terratenientes han ganado la guerra que de forma encubierta libraron durante más de medio siglo contra el campesinado organizado militarmente y revertir esa victoria por medios pacíficos y legales va a tomar un buen tiempo y desde luego la consolidación a largo plazo del Pacto Histórico. Por ahora el gobierno de Petro se empeña en la elaboración de un mapa catastral actualizado, paso previo para la imposición del impuesto correspondiente a una clase social que hasta la fecha no paga impuestos. O los paga por un monto irrisorio, una injusticia verdaderamente indignante.
Con todo y lo importante que son logros referidos y otros que no he mencionado, como los dados en torno a la consigna de la Paz total, todos parecen eclipsados por el énfasis puesto por Petro en el cambio climático. Como bien se sabe este ha sido el leit motiv de sus discursos en los múltiples escenarios internacionales a los que le ha llevado durante este año su empeño en advertir a los dueños del mundo de la urgencia de tomar medidas para combatir dicho cambio y conjurar el peligro de una nueva extinción de la vida sobre el planeta. Su ultima propuesta a los mandamases del sistema financiero internacional dominado por Wall Street es la de “cambiar deuda por acción climática”, aguarda todavía una respuesta. Petro, sin embargo, no se ha movido solo en el terreno de la política internacional y los llamamientos generales. En el plano concreto ha promovido la declaración del rio Atrato como sujeto de derechos y al ministerio de medio ambiente como su representante legal. Ha entregado datos que demuestran una reducción significativa de los índices de deforestación de la Amazonía y ha dado su aprobación a un proyecto de generación eólica y solar en la Guajira, consensuado con los wayuu. Es de hecho el primer proyecto de generación de energías limpias con el que contará el país.
Esto es lo mucho que Petro ha hecho en un año, por lo que cabe esperar que hará muchas más en los tres años que aún le quedan de mandato, por mucho que le duela a los fiscales y a los medios sediciosos empeñados en derrocarlo por cualquier medio.