Quién iba a creer que una pandemia nos iba a ser reconocer lo frágiles que somos, cuando en el pasado habían quedado las historias de esas terribles pestes que han acosado a la humanidad. Pero más allá de toda la zozobra que quedará en la mente de algunas personas, tampoco se podrá pasar por alto el panorama político en el que se presentó esta crisis mundial. En el caso de Colombia, país de eternas marranadas, la pandemia será recordada en la imagen de la corrupción que acompaña a los que nos gobiernan.
Empecemos a recordar, amigo lector. En este año Duque y los suyos lograron esconder momentáneamente los pecados que los cobijan: la compra votos y el mal gobierno que ejercen. Sin embargo, los que no olvidan, los que siempre lo van a cuestionar, le harán saber por este medio que es un incompetente, un títere que llegó al poder para tapar las marranadas de su bancada y para seguirlas perpetuando gracias a su espíritu de mandilón. No se va olvidar, por ejemplo, la poca incidencia que ha tenido para evitar la corrupción que se roba la plata de los más pobres. Tampoco se va a olvidar el poco apoyo que le ha brindado a la clase trabajadora, viendo como muchas familias se quedan abandonadas al arbitrio del egoísmo más ruin.
También se recordará su apoyo a la banca miserable de este país, esa que ayudó a comprar los votos que lo hicieron presidente y de la que nunca podrá desprenderse como beneficiario de un favor político. En este orden de ideas, va ser muy difícil, claro está, que en la mente de una persona sensata se borren las marradas que solamente son posibles aquí, en este país en donde un alcalde compra una lata de atún por veinte mil pesos, para después llenarse los bolsillos con el dinero de lo que como borregos cumplen con sus obligaciones tributarias. Pase lo que pasé quedara el recuerdo de un gobierno que facilitó los desbarajustes más grandes que son posibles en una sociedad aparentemente civilizada.
Dicen los chinos que la palabra crisis representa una oportunidad, la posibilidad para superar todo lo malo y alcanzar el progreso. Ojalá que el 2020 sea únicamente un mal momento, y que en el 2022 empecemos a corregir todo lo que nos corroe como nación, porque resulta terrible que nos vean como los marranos a los que siempre marranean. Depende de nosotros cambiar el rumbo, evitar que tipos como Uribe, Duque y los demás miembros de una pandilla de ladrones de cuello blanco nos sigan gobernando.