El 12 de febrero pasado los chinos celebraron el año nuevo, el año 4719 en el su calendario y el año del buey en su horóscopo. Y seguramente lo hicieron no solo con confianza en el año que empieza sino satisfechos por lo conseguido el año pasado. Año que, para tantos países incluido el nuestro, ha sido francamente catastrófico debido a la gravedad de la crisis económica y los estragos de la pandemia, fue sin embargo para China de logros extraordinarios. Su PIB creció en un 2, 3%, incremento modesto comparado con el de las dos últimas décadas, pero impresionante si se contrasta con la caída del 3,5% del PIB de los Estados Unidos de América y del 6.4% del PIB de la Unión Europea. Y su mercado exterior se expandió gracias a la firma -junto con Japón, Australia y doce países asiáticos más- del tratado que ha permitido la constitución del área de libre comercio más grande del mundo: 2.200 millones de habitantes y un PIB de 25 billones de dólares, cerca del tercio del PIB mundial.
En la lucha contra el covid -19 el logro ha sido igualmente impresionante. Según datos de la John Hopkins University de ayer lunes, en China la pandemia se ha cobrado en China 4.829 muertos, mientras que han sido 485.337 en los Estados Unidos, 239.245 en Brasil y 174.207 en México.
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La bajísima mortalidad por coronavirus es un logro de la eficacia del sistema público de salud, de la rapidez con que decretaron los confinamientos y la firmeza para garantizarlos
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Pero si los logros económicos son atribuibles al modelo del socialismo de mercado, es decir de la suma de los esfuerzos del capital privado y el capital estatal coordinados por planes quinquenales de desarrollo, la bajísima mortalidad debida al coronavirus es un logro de la eficacia del sistema público de salud y de la rapidez con la que las autoridades decretaron los confinamientos y de la firmeza con la que los garantizaron.
También puede atribuirse al modelo chino el impresionante desarrollo científico y técnico de un país, de cuyo atraso histórico da fe el hecho de el reemplazo a gran escala de los arados de madera por los metálicos en los años 50 representó una auténtica revolución. Y que se ha permitido el lujo de despedir el año pasado con el ingreso, el 10 de febrero de este año, de una sonda espacial en la órbita de Marte. Tiene el poético nombre de Tianwen –preguntas al cielo– y cuenta con un orbitador, un módulo de aterrizaje y un vehículo rover. Alcanzó al planeta rojo después de un vuelo de más de seis meses de duración y está previsto que el módulo orbite entre dos y tres meses, examinando los sitios potenciales del aterrizaje previsto para mayo. Una vez en la superficie marciana, el rover estará activo durante 90 días llevando a cabo un complejo programa de investigaciones. Esta expedición supera en ambición a la que los chinos realizaron en enero de 2019: el envío de la sonda espacial Chang´e que posó un módulo de aterrizaje y un rover en la cara oculta de la luna. Y es una prueba adicional de la fortaleza del programa espacial chino.
Los éxitos obtenidos por el gigante asiático el año pasado confirman la profecía de Napoleón Bonaparte: "Cuando China despierte, estremecerá al mundo".
Wuhan, la ciudad foco del coronavirus recibe el año del buey, después de luchar contra la pandemia que dejo solo 4.829 muertos en China
